Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

OPINIÓN

 

EL CUENTO DE NUNCA ACABAR

 

“¿Quieres que te cuente el cuento de pan y pimiento que nunca se acaba?” Tú respondías que sí y te volvían a hacer la misma pregunta, si decías que no, el resultado era el mismo. De chicos, los mayores nos hacían rabiar con micro cuentos, como éste, que empezaban y no tenían final.

Hoy, que ya somos mayores, hay otros que nos cuentan y cuentan, nos repiten y nos repiten la misma historia una y otra vez esperando que, como cuando éramos pequeños, acabemos por desistir en el empeño por llegar al final de la historia; aunque, pensándolo bien, quizás sea que la historia es una de esas que no tiene fin, es decir: es el cuento de nunca acabar.

Porque no han sido ni una, ni dos, ni diez, ni veinte las veces que hemos oído decir a los dirigentes del PP que en su partido no hay corrupción, que las cuentas son transparentes, que no tienen dinero en paraísos fiscales o escamoteados al fisco, que nunca se podrá demostrar la culpabilidad de cualquiera de sus dirigentes -a los que hoy prefieren ni mentarlos-, que pondrían la mano en el fuego por ellos, que irían a su lado, o delante, o detrás, que les gustaría tener un gobierno como el que ellos desempeñaban en sus comunidades o ayuntamientos, etc., etc.

No se han cansado de darnos lecciones de moralidad, de buena gestión, de altruismo, de vilipendiar al adversario por motivos que ni por asomo se parecen a lo que día a día se va conociendo y que ellos, con ese desparpajo que los caracteriza, tratan de ocultarlo o de hacernos creer que las cosas no son como nosotros las vemos, como las tenemos delante de nuestras narices, que ellos no son esos, que ellos son otra cosa muy distinta, que los malos son los otros, ellos son gente de bien, de comportamiento intachable.

Haces un recorrido geográfico o temporal y te encuentras con casos de corrupción con mayúsculas que los salpican desde las Baleares hasta Galicia y desde la época de Fraga hasta anteayer. Y son los mismos que pocos días antes, en los medios, sin el más mínimo pudor, decían que no a lo que al poco se demuestra que sí, y nos decían cómo debíamos comportarnos, cuando ellos lo hacían en un sentido totalmente contrario, y les dicen a los demás lo que deberían hacer cuando ellos no hacen absolutamente nada a pesar de que la porquería les alcanza la barbilla, si no más arriba.

Seguiremos escuchando a la señora de Cospedal hablarnos del pago en diferido y de la transparencia en las cuentas del PP, en las suyas, y en las de su marido; a doña Esperanza Aguirre diciéndonos que fue ella la que destapó la Gürtel y no nos cuenta nada del Tamayazo, de los alcaldes, consejeros y personas de su máxima confianza imputados y pringados hasta las cejas; a las mujeres de… o a los maridos de…tratando de vendernos la milonga de que ellas o ellos no sabían nada de lo que pasaba en sus entorno familiar; al Presidente del Gobierno mirando para otro lado, con esa cara de despistado que sabe poner como nadie, pareciendo querer darnos a entender que él pasaba por allí solamente y  respondiendo, cuando se digna a hacerlo, los sabidos “y tal…”, “está lloviendo”, “de eso ya hemos hablado”, "y alguna cosa más"…, o escamoteándose, como vulgar pillastre, por los garajes, mientras que sus portavoces oficiales y los voceros mediáticos de la causa no cesan de hablarnos de los EREs, de los EREs y de los EREs; y, al final, oiremos todas sus voces como eco en el que resuene la frase más repetida aunque nunca la digan: “y tú más”.

Y nosotros seguiremos aquí, tan tranquilos, tan panchos, esperando a verlas venir, y preguntándonos si responder sí o no a la pregunta del cuento, y a ellos les dará igual, pues cuando se les acabe el del pan y pimiento comenzarán con el de: “este era un rey que tenía tres hijas, las metió en tres botijas y las tapó con pez”

¿Quieres que te lo cuente otra vez?

 

Teodoro R. Martín de Molina. 24 de febrero de 2014.

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