Balcón. Salvador Martín
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EL DÍA DE...

De pequeño, cuando leía las Hazañas Bélicas, me enteré que existió al final de la segunda Guerra Mundial un llamado “Día D”, que siempre iba acompañado de una tal “Hora H”. Formaban una pareja inseparable que se repetía en muchos de los capítulos de las historietas que tanto nos sirvieron a sus lectores para aprender algo de la historia contemporánea, con un tufo que apestaba pero historia al fin y al cabo (por cierto al primer cabo, que no era cabo primero sino de la marina americana, que consiguió atravesar los alambres de espinos de las playas de Normandía lo frieron a tiros los alemanes con sus ametralladoras, el pobre murió sin saber nada del tan famoso “Día D”, ni de su descendencia).
Lo que nunca pude imaginarme fueron las consecuencias de la relación del cacareado Día y su inseparable Hora. Fueron el principio del fin de la segunda Gran Guerra, el final del dominio Teutón sobre los invadidos países europeos –nosotros estábamos a salvo (de unos y de otros) gracias a nuestro generalísimo, ¡qué suerte tuvimos! Poder disfrutarlo 30 años más fue algo que nunca sabremos agradecer sufricientemente-. En poco tiempo, todos los europeos comenzaron a comer y beber, y a vivir como los yankees (nosotros lo hicimos un poco después). También aprendieron a lamerles sus orondos, blancos y jodidos culos (como dirían los propios americanos), y a imitarlos en lo malo y en lo peor (en todo esto nosotros nos dimos más prisa). Well (¡qué americano me ha quedado!), pero el caso que trae a colación lo que pretendo reseñar en estas líneas no es esto –que también-, sino el fruto de la relación antes dicha (aunque algo tiene que ver con lo hasta ahora expuesto). Veamos...
La parejita prolongó su relación durante bastante tiempo (hasta nuestros días ha llegado), y de su unión nacieron (nacen y seguirán naciendo) los tan conocidos y celebrados “Días de...”. Los cromosomas masculinos (los del Día) debieron ser dominantes sobre los femeninos (los de la Hora), y proliferaron de tal manera que desde su país natal, The United States of North America, (The U.S.A.), tuvieron que exportarlos a todos los continentes de la Tierra y hoy en día pululan por doquier con su aroma a hamburguer y a hot dog, a mantequilla frita, a señora con sombrero y falda abombada realizando un cuestación para un benéfico y admirable propósito, con un sin fin de apellidos (esto me hace pensar que la señora Hora era infiel a Mister Day, o casóse con trescientos sesenta y cinco diferentes Mister Days, pues cada uno de sus vástagos tiene un apellido distinto).
A este ritmo, nos veremos obligados a prolongar el año en varios días o meses más o, por otro lado, también podríamos hacer compartir el mismo día del calendario a dos o más “Días de...” como si de mellizos o trillizos se tratasen, cada uno engendrado por un padre diferente (cosas de la ingeniería genética).
El alumbramiento de tanto y tanto “Día de..” es siempre con un fin benéfico para el apellido que le han colocado al recién nacido, mas ¿son ellos los que se benefician de dichas celebraciones y fastos?, mucho me temo que, como en tantos otros acontecimientos nacidos de buenos propósitos, el beneficio se queda por el camino y para otros que poco o nada tienen que ver con lo que se celebra, conmemora o reivindica en el día en cuestión.
Nota: El lector, si lo tiene a bien, puede entretenerse en llevar a cabo la relación de todos los Días de... que celebramos nowadays (hoy en día).

Teodoro R. Martín de Molina. 2003