Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

OPINIÓN

Dolores paralelos

 

Es difícil escribir sobre el dolor ajeno, pues siempre parecerá que es impostura por muy sensatas que sean las palabras que se traten de expresar al respecto. No obstante, quisiera reflexionar un poco sobre las causas y las consecuencias que el dolor, los dolores, que dos sucesos recientes puede que hayan despertado en la opinión pública y en la de sus más próximos o allegados.

Hoy, día de los difuntos, han incinerado a las tres jóvenes fallecidas en la macro fiesta de Halloween en el Madrid Arena la madrugada del pasado 1 de noviembre, y hace una semana enterraron en el cementerio de Motril a siete de los catorce fallecidos en el penúltimo drama de la inmigración, los siete restantes fueron enterrados al día siguiente.

         El suceso de Madrid ocurre, probablemente, por una serie de circunstancias que concluyen en el desenlace que todos conocemos. En este hecho habrán intervenido elementos fortuitos así como negligencias varias, privadas y públicas, que han acabado en tragedia, que aun podría haber sido más grave, mientras que miles de jóvenes, siguiendo las nuevas costumbres importadas, trataban de divertirse de un modo más o menos sano, según las noticias aparecidas en los medios.

La tragedia del mar de Alborán casi puede ser considerada como la crónica de una tragedia anunciada desde el momento en el que los inmigrantes embarcan en la patera que los conducirá casi inexorablemente a la muerte, o si tienen suerte, diecisiete de ellos la tuvieron en este caso, a un centro de acogida para su posterior repatriación.

En un país que decimos que está en crisis, miles de jóvenes se acercaron ayer a un local de diversión para gastarse los euros, pocos o muchos, de que dispusieran para el evento y la fatalidad hace que para tres de ellos ésta haya sido su última fiesta. Es un hecho excepcional y el mes pasado, la semana pasada, la semana que viene o el mes que viene, se produjeron y volverán a producirse acontecimientos como éste, o parecidos, y lo más seguro es que no pase nada, y que los jóvenes consigan su objetivo de un rato de diversión en multitudinaria compañía.

A este país que decimos que está en crisis, la semana pasada, unas decenas de jóvenes africanos intentaron llegar, después de gastarse todo lo que poseían y de sufrir no se sabe cuántas penurias, con la ilusión de encontrar algo mejor que aquello que dejaron atrás. Sólo diecisiete de ellos pudieron ser socorridos a su llegada a puerto en la patrullera española, más de una treintena se quedaron en las aguas para siempre y catorce de ellos reposan ahora como ciudadanos anónimos en sendas sepulturas del cementerio motrileño. Es un hecho tan habitual que ya casi pasa inadvertido para mucho de los medios, sobre todo para aquellos que antes hablaban y no paraban del tan cacareado por ellos mismos “efecto llamada”. Hace unas semanas, o unos meses se produjeron hechos similares con resultados parecidos y dentro de unos días, unas semanas o unos meses se volverán a repetir situaciones parecidas con cuasi idénticos resultados.

Hoy, en los sepelios de las tres jóvenes, sus familiares y amigos, dentro del gran dolor que supone la pérdida de una vida, y además tan joven, habrán tenido el consuelo de estar junto a ellas y sentir mutuamente el calor y el afecto de los congregados para, en la ceremonia que hayan considerado más oportuna, despedirse de ellas hasta la eternidad.

La semana pasada, en el sepelio siguiendo el rito católico, no sabemos muy bien porqué, los catorce inmigrantes que alcanzaron la otra vida tratando de alcanzar la otra orilla, fueron inhumados en unos nichos anónimos acompañados de un reducido grupo de autoridades locales y gente de buena voluntad. Sus familiares, sus amigos, no pudieron estar a su lado, no los han visto antes de que vuelvan a la tierra, seguro que no tendrán conocimiento del fallecimiento de su hijo, su hermano…, y seguirán allí en sus países de origen esperando recibir la alegre noticia de que por fin han llegado a la tierra que mana leche y miel.

Sabemos que el dolor de los familiares y amigos de las chicas fallecidas en Madrid, durará sine die; probablemente el run-run mediático también permanecerá en el tiempo por largo periodo. Los familiares de los llamados eufemísticamente subsaharianos no sabemos si alguna vez llegarán a conocer de su suerte; de los medios ya sabemos que hace seis días que se olvidaron de ellos.

Las autoridades, impulsadas por el impacto del suceso inmediato, adoptarán medidas tendentes a evitar que se vuelvan a repetir hechos como los de la fiesta de Halloween en el Madrid Arena. Esas mismas autoridades, obviando lo ocurrido en el estrecho, seguirán recortando las aportaciones a la cooperación internacional y aplicando leyes cada vez más restrictivas para con los inmigrantes.

Dolores paralelos, causas, consecuencias, medidas.. totalmente desiguales. 

Teodoro R. Martín de Molina. 2 de noviembre de 2012

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