Balcón. Salvador Martín
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DIVAGACIONES.

Lo que se pide a la escuela es un imposible. La sociedad moderna, nuestra sociedad, está repleta de una serie de lacras de las cuales, en muchos casos, se considera a la escuela responsable. Al mismo tiempo, se recurre a ella como posible, cuando no única, salvadora.
La droga es un problema que afecta a muchos jóvenes, y no tan jóvenes. Para tratar de solucionarlo debe procurarse una “educación contra la droga que debe comenzar en la escuela”. El alcoholismo, el botellón, los desmanes de algunos grupos de jóvenes, son aspectos del modus vivendi actual con el que una gran mayoría de la población no está de acuerdo y que debe atajarse desde una “educación contra esa forma de actuar que debe comenzar en la escuela”. Las conductas violentas en general, y en determinados eventos deportivos en particular, bien por parte de los practicantes o de los espectadores, son actitudes reprochables desde cualquier punto de vista lógico, y deben ser erradicados desde una “educación contra ese tipo de conductas que debe comenzar en la escuela”. Los escasos niveles de lectura, que se detectan entre la mayoría de la población, es un tema que preocupa a toda la sociedad: desde los políticos a los educadores, sin olvidarnos del gremio de editores, distribuidores y libreros, es decir, los que comen del asunto, pues bien, es ésta una problemática que debe encauzarse a través de una “educación que fomente el hábito lector desde la escuela”. La violencia de género, el maltrato a los menores, la intolerancia, el racismo, la xenofobia, el consumismo, las ludopatías de diversos tipos, la lucha contra el tabaco, la educación vial, etc, etc, etc..., deben tener un tratamiento precoz que, naturalmente, implican una “educación que debe comenzar desde la escuela”.
Si a lo anterior le añadimos que la escuela es el mejor lugar en el que celebrar o conmemorar: el día de la madre, del padre, de la paz, de la mujer trabajadora, de la constitución, de la comunidad autónoma correspondiente, de la hispanidad, de los derechos del niño, de la no violencia, de la lucha contra el cáncer, de la donación de órganos, sin cigarrillos, de manos unidas, del domund, del trabajo, del libro, de la tercera edad, del patrón del pueblo, de los enfermos de alzheimer, de los diabéticos...; lugar en el que, de forma soterrada y bajo apariencias engañosas, muchas instituciones y empresas, públicas y privadas, llevan a cabo su labor publicitaria con los mínimos costes y el máximo rendimiento; el sitio ideal adonde recurren las ONGs y otras organizaciones solidarias, con el fin de llevar a cabo una recogida de ropa, calzado, alimentos, pilas...; y para concluir, si tenemos en cuenta los “tres meses” de vacaciones en el verano, “el mes” de navidad y los “quince días” de semana santa, amén de los innumerables “puentes y acueductos” de los que disfrutamos los maestros, y el absentismo injustificado y consentido de muchos de los alumnos, resulta que apenas si se cuentan con días hábiles en los que poder enseñar a los jóvenes: lengua, matemáticas, historia, geografía, idiomas, etc., a no ser que todo se haga de un modo transversal, algo en lo que todavía nos perdemos muchos maestros y la mayoría de los alumnos.
Pues bien, viene la señora ministra de Educación Cultura y Deporte, y nos suspende a todos: alumnado, maestros, maestras, padres, madres y hasta al perrito que ladre, es decir, sindicatos, asociaciones de padres y madres no confesionales y oposición, porque los niveles que se alcanzan empeoran de día en día. Y nos dice que hay que mejorar la calidad de la enseñanza, que esto que se está haciendo no es nada bueno y que así España no puede ir bien, según lo previsto por nuestro insigne, y nunca suficientemente loado, presidente.
No seré yo quien contradiga a tan alta instancia cultural y política. Mas, con las pocas luces y con los muchos años de experiencia de los que dispone un simple maestro de escuela, le diré que en la mayoría de las escuelas la educación en valores es algo intrínseco; que no hacemos mucho caso del fenómeno propagandístico con que toda la sociedad, y dentro de ella los docentes, nos vemos bombardeados, un día sí y otro también, por los medios de comunicación al servicio del poder establecido (conocidos en otra época como afectos al régimen); que nuestro mayor empeño y dedicación se dirigen a conseguir que los alumnos salgan de las escuelas formados como personas, y con el nivel de conocimientos que ellos mismos nos permiten que les ayudemos a adquirir; que la escuela no es la responsable de tantos y tantos males, más bien los sufre como cualquier otro segmento de la sociedad; que como parte de esa sociedad tan sólo puede aportar, junto a otras instituciones, su granito de arena para ayudar a solucionarlos; y que si hoy en día se hace imprescindible la lucha contra algo desde la escuela, es contra el neofascismo que de forma solapada está incrustado como un cáncer, con metástasis latente, en el tejido social.
Ejemplos recientes en nuestro entorno geográfico y político no nos faltan, y aquí, sin presentarse a las elecciones como tales, muchos están tocando poder. Contra este fenómeno sí que se precisa de una propaganda desde los medios y una educación que comience desde la escuela, para que no nos volvamos a encontrar con una sorpresa parecida a la que un tal Adolph, de nombre, Hitler, de apellido, dio en la Alemania de los años treinta ganando democráticamente unas elecciones.

Teodoro R. Martín de Molina. 2002