De viernes a viernes
En esto de la política me pasa lo mismo que con la religión, a pesar de algunos de sus jerarcas aún sigo creyendo en lo fundamental, en las ideas y los principios que sólo, y nada más, pretenden un mundo mejor para todos, los que piensan como uno y los que lo hacen de modo diferente. Como de religión no voy a hablar ─ni tengo en mi mente hacerlo alguna vez─ lo haré sobre política, para no variar. Si ya por el simple hecho de ser socialistas reciben a diario lo que reciben, independientemente de que actúen bien o mal, qué decir cuando además dan motivo para ello. Esta semana transcurrida entre consejo de ministro y consejo de ministro, ha sido de las más difícil de asumir para los que, pese a lo que pese, seguimos confiando en la labor del gobierno en todo lo referente a la crisis económica y a las posibles alternativas para salir de la misma. Aunque lo que en cierta medida criticaba del PP en mi anterior artículo “Cosas varias”, bien puede aplicársele ahora, en esta semana recién acabada, al partido socialista con el gobierno a la cabeza. No cabe duda que la buena voluntad, los anuncios de medidas que después se quedan en eso, en anuncios, el amagar pero no dar, el invitar a no perder la esperanza, etc, no es suficiente para que la confianza se apodere de los ciudadanos, de los inversores, ni todo aquel que de un modo u otro pueda influir en la mejora, no ya de la economía, sino simplemente de las perspectivas económicas. Una vez que tras el consejo de ministros del pasado último viernes de enero hizo el gobierno el anuncio acerca de la ampliación en dos años de la edad de jubilación, le faltó tiempo a la ministra de economía para matizar lo tratado en consejo y al ministro de trabajo para decir cuatro chorradas a las que ya, por desgracia, nos va acostumbrando con demasiada frecuencia. Si la medida no era imprescindible, necesaria, ni tan siquiera ayudaba a crear un cierto clima de confianza ¿a qué viene el darla a conocer? Si aún tenía que pasar por el pacto de Toledo donde se debía discutir y en su caso aprobar, ¿a qué viene quemarse con algo que ya sabe el gobierno que debe tener su tempo y su recorrido reglamentario? Y si adoptan la decisión ¿por qué matizarla tan de inmediato, dando la sensación de que no saben a qué juegan? Aún no habíamos salido de Poncio cuando ya entramos en Pilatos, en esta ocasión con el tema de la ampliación de 15 a 25 años del período de tiempo cotizado para el cálculo de la pensión que cobraremos en el futuro, si es que entre unos y otros nos dejan jubilarnos. Pronto se desdicen de lo dicho y no sabe uno muy bien a qué carta quedarse a la hora de enfrentar estos planteamientos, al parecer, tan pobres de argumentos y tan poco fundamentados. A los datos negativos y a los augurios del mismo tenor, se une el “deseo” de muchos de que cada día todo vaya peor, y el bombo y platillo que dan a toda noticia que pueda dañar la imagen del gobierno; si a todo ello le añadimos los vaivenes del gobierno y las declaraciones de algunos destacados miembros del PSOE con responsabilidades europeas, nacionales o autonómicas, en los últimos días, parecen querer ponerle en bandeja a sus adversarios, que no son pocos, la oportunidad de conseguir el objetivo de desalojarlos del poder en las próximas elecciones, algo a lo que se llegará, como suele ser habitual, más por deméritos del partido en el gobierno que méritos de los que están en la oposición. Es evidente que todo lo que ha estado sucediendo esta última semana desde uno a otro consejo de ministros, en nada favorecen al gobierno, pero lo peor de todo es que en nada favorecen a todo el país. La imagen que estamos dando en general, con las tracas del gobierno en anuncios que después se quedan en nada y las fanfarrias con que nos presentan interesadamente los medios cada una de las negativas noticias confluyen estratégicamente para que todo vaya a peor y sólo nos acechen amenazas de todo tipo. Mas a pesar de tanto mal augurio, de tanto dato negativo, de los sube y baja de la bolsa y de otros muchos etcéteras que podríamos seguir enumerando, no me cabe duda de que en gran parte todo se debe a una estrategia perfectamente estructurada en la que los tiburones de siempre siguen engordando sus panzas con los desprevenidos bañistas que andan cerca de las aguas donde abundan tan depredador animal. A mí se me hace inconcebible que en un país con más de cuatro millones oficiales de parados y casi un millón y medio de familias en las que ninguno de sus miembros trabaja, esté la situación social como está. La única respuesta que tengo es que algo estará haciendo bien el gobierno aunque lo que haga no sea del gusto de los que día a día disfrutan viendo cómo las portadas de los medios pregonan a los cuatro vientos la catástrofe, la hecatombe, el Apocalipsis que está al llegar. La labor del gobierno en temas sociales, unida a los datos que se entreven acerca de la economía sumergida y la percepción personal de los diversos entornos en los que uno se mueve, creo que son los elementos que hacen que no me una al coro de catastrofistas que, al tiempo que pregonan los males parecen desearlos con gran fervor porque a ellos seguro que nada de eso les va a afectar, si no véanse los resultados del Santander en un año de crisis o la pequeña pensión de 79 millones que va a recibir el presidente del BBVA. Lo cual no quita que constate la peregrina imagen que en ocasiones varias, demasiadas para mi deseo, está dando el gobierno y el partido que lo sustenta. Semana para olvidar.
Teodoro R. Martín de Molina. 7 de febrero de 2010 |