Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

 

Desconexión

Prácticamente un mes en “stand-by”. Cuando se vuelve a dar al botoncito del “on” se abre la pantalla y se ven a los de siempre, comienza a dar vueltas el disco y se oye la misma música,  saltan los dígitos de la emisora preferida en el “display”, y se vuelven a escuchar casi lo mismo que hace 30 días. Si buscas en internet, las cabeceras de la prensa digital reproducen casi al cien por cien los mismos tópicos y la misma propaganda de cuatro semanas atrás: cada uno en su línea habitual y parece que de ahí no hay quién los saque.

             Seguro que uno mismo, a pesar de este par de quincenas de desconexión, seguirá defendiendo las tesis indefendibles de antes, las mismas que tratan de balbucear aquellos que están llamados a pasar a un segundo plano dentro de poco tiempo para dar paso a los que van a regenerar la vida política, social y económica de este maltrecho país.

            El run-run de los mercados, la deuda, el diferencial, las bolsas, etc, sigue siendo el mismo del principio del verano. Las decisiones del gobierno para tratar de remediar lo que parece irremediable, siguen el mismo tono monocorde de hace ya año y medio: todas van a dar en las espinillas de los trabajadores y las clases medias, con los resultados por todos conocidos: todo sigue igual. Dicen que si no se hubiesen tomado estas medidas la cosa estaría muchísimo peor, y yo me pregunto ¿es posible eso?, ¿sólo existen medidas de ese tipo y no otras que afecten a los que más tienen?

            El gobierno sigue empeñado en hacer la política que haría la oposición y ésta viéndolas venir para cuando llegue al poder darnos la última vuelta de tuerca, no sin antes culpar al actual gobierno de la situación y responsabilizarle de las nuevas medidas de ajuste que deberá de tomar. Algo que ya estamos comprobando fehacientemente en las autonomías gobernadas por el PP tras las últimas elecciones autonómicas.

            Bien, entre tanta monotonía nos hemos visto ¿sorprendidos? por algunos anuncios que han cambiado en algo el curso del siempre soporífero agosto: al inicio el anuncio de la fecha de las elecciones generales no habría otra mejor que escoger, y al final la reforma de la constitución para delimitar el déficit público no nos fiamos ni de nosotros mismos. En el primer caso rápidamente la oposición y su camarilla mediática se apresuró a pedir un adelanto del adelanto electoral lo cual insufló gran confianza en los mercados y como ésta no pareció suficiente, en el segundo caso llegaron gobierno y oposición  al acuerdo de modificar la constitución por vía de urgencia porque de otro modo se generaría desconfianza en los mercados y en los inversores lo cual para nada beneficiaría a nuestra decaída economía. Seguro que a partir de mañana la confianza llega a ser tal que la prima de riesgo caerá a niveles históricos y las bolsas recuperaran los índices de los  tiempos de bonanza, bajará el paro y se volverá a disparar el consumo…

            Sólo unas letrillas referentes a este último asunto de la reforma constitucional. Constatar la prisa que se han dado en esta ocasión gobierno y oposición para ponerse de acuerdo en el tema, dicen que libremente sin atender a recomendaciones foráneas ni provocadas por los inversores y organismos económicos supranacionales, y el desinterés que en la pasada legislatura se mostró por la reforma de la carta magna en lo referente a la sucesión en la corona, o por aquellas otras que en repetidas ocasiones se han venido manifestando por parte de la ciudadanía respecto a la utilidad del senado tal y como está actualmente, o la reforma del sistema electoral. Todas éstas, y otras más que provienen del pueblo, parecen tener menor importancia que las que nos viene impuestas por el capital puro y duro. Al parecer los muchos inconvenientes que se plantean para “abrir el melón” de estas reformas constitucionales son nada a la hora de modificarla respecto al techo de gasto público, esto se hace en poco más de una semana y todos contentos porque lo manda quien lo manda y hay que obedecer, que si no, vuelven las incertidumbres y las desconfianzas que tan maltrechos nos tienen.

            Me vuelvo a conectar y compruebo tristemente que no toda la música suena igual a los oídos de nuestros políticos.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 4 de septiembre de 2011

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