Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

colaboraciones      narrativa     romances    mis alumnos   enlaces   libro visitas   contactar  prensa digital  inicio  presentación

OPINIÓN

Desafectos

 

Seis millones novecientos setenta y tres mil ochocientos setenta y nueve españoles y yo, por lo que se ve, somos los que aún estamos inoculados contra el virus de la desafección que parece haberse apoderado de un altísimo porcentaje de los votantes socialistas de comicios anteriores. Y la verdad es que a pesar de que parezcan que pueden ser pocos yo, personalmente, me encuentro muy a gusto al lado de tan numeroso grupo de “incautos” que aún creemos que la forma, con sus pequeñas discrepancias, en que el partido socialista ha desarrollado la labor de gobierno en las dos últimas legislaturas es la que más podía favorecer los intereses de la mayoría de los españoles.

            Está claro que frente a nosotros están los diez millones y medio de votantes, unas veces largos y otras cortos, que impenitentemente, llueva o ventee, piensan que es el PP el que posee el programa que mejor sirve a los intereses del país, y por ello le otorgan su confianza, ante esto solamente cabe decir amén y aceptar que no siempre tiene uno que llevar la razón y que los votantes de ese partido, por poco que a mí me guste, no son personas analfabetas, ni subsidiadas, ni su voto se corresponde con un voto agradecido, ni es un voto del miedo, ni nada que se le parezca: son ciudadanos con sus ideas más o menos claras y que hacen muy bien en votar lo que a ellos les parezca mejor, vayamos a pensar cosas raras como piensan ellos cuando los votos se van al otro cesto.

            Esos votantes de la derecha me merecen todo el respeto aunque me cueste mucho comprender a muchos de ellos, pero, en fin, son libres de hacer lo que hacen y nada hay que objetar al respecto. Como tampoco quiero objetar nada a los más de cuatro millones de votantes socialistas que en esta ocasión ha mostrado su desafecto con el partido quedándose en casa, votando en blanco o dando su voto a otras opciones más a la izquierda o más a la derecha de los socialistas, incluso mi respeto para aquellos que se decidieron por girar totalmente a la derecha y encomendarse a Rajoy y sus huestes, que si echamos números por encima tampoco es que sean legión.

            El tan cacareado y loado triunfo de la derecha no lo es tanto en comparación con la estrepitosa debacle del PSOE. Sin haber sucedido esto último la mayoría popular no sería tan holgada y, probablemente, ni absoluta. Pero el desamor vivido en esta última parte de la legislatura entre el partido socialista y sus votantes ha sido tal que ha conducido a esta cadena de fracaso de la izquierda socialdemócrata y triunfo de la derecha, con todos los apellidos, en la que nos encontramos tras el 20N.

            Ahora en las filas socialistas comenzarán los lamentos y los si condicionales referidos a lo que se hizo y no se debió de haber hecho o a lo que se dejó de hacer y se debió de hacer, pero eso ya sólo son lamentaciones de niño chico que no nos llevan a nada. Esperemos que al menos sirva para aprender de los errores cometidos para en el futuro, si es que lo hay, yo confío en que sí, se traten de hacer las cosas del modo que más favorezcan a los intereses de la mayoría de los ciudadanos y que no por ello perjudiquen al proyecto ideológico del partido, aunque sus líderes y sus cuadros puedan resultar damnificados.

            Uno también ha tenido en mente uno de esos lamentos, y ha sido el hecho de que el pasado mayo de 2010 Zapatero y su gobierno acataran las exigencias de los mercados y de la Unión Europea. Sé y estoy convencido de que lo hicieron porque pensaron que era lo mejor para el país, pero también podían haber pensado en no traicionar los ideales del partido y haberse inmolado en aquella ocasión en vez de adoptando las medidas que iban en contra del programa del partido, tomando la decisión de disolver las cámaras y convocar elecciones generales, de modo que el nuevo gobierno, posiblemente del PP, se hubiese encargado de todas las reformas más acordes con su programa y su forma de entender la economía. La desafección habría sido mucho menor. Estoy convencido, igualmente, que las medidas adoptadas por el gobierno de Zapatero, mejores o peores, más o menos eficaces, son las que han evitado que estemos en la misma situación de Irlanda, Portugal, Grecia o Italia en estos momentos, con economías totalmente intervenidas y con gobiernos de tecnócratas suplantando la voluntad popular expresada en las urnas. Pero por lo visto mi convencimiento no es el de todos los desafectos que han abandonado a los socialistas a su suerte.

            Y de todo esto, como casi siempre, la gran beneficiada es la derecha que sin dar un palo al agua, sin haber arrimado el hombro en ninguna ocasión, se encuentra con el trabajo sucio casi hecho y con unos medios afines que a partir de ahora cambiarán su discurso y comenzarán a tratar de convencernos de lo necesario, cuando no de la bondad, de las medidas que a partir de nada comience a tomar el gobierno del Sr. Rajoy que a bien tuvo mandarnos el Señor por intercesión de monseñor Rouco Varela y todo el episcopado español, como ordenan los cánones. Seguro que lo que hasta anteayer era malo, a partir de ya comienza a ser bueno. Seguro que todo lo que no tenga remedio es culpa…, ya sabemos de quién, y si sucede algo bueno… ¿a quién le vamos a dar las gracias? En un abrir y cerrar de ojos habremos de pasar del desafecto más absoluto por unos, al enamoramiento más profundo por otros.

            Y así serán las cosas y así nos las contarán en cuanto deje de ser la TV pública lo que ha sido en estas dos legislaturas.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 22 de noviembre de 2011

<<VOLVER A OPINIÓN>>