De emails y otras cosas
Nada más pisar la Moncloa después de las elecciones de 2004, los emails en los que insultaban y se mofaban de Zapatero comenzaron a ser moneda corriente. No le perdonaron, ni le perdonarán nunca, que aquellas elecciones en las que todo estaba previsto para que Rajoy asumiera el poder, tomaran el rumbo que tomaron. Hoy sigue siendo moneda corriente que las cabezas pensantes en esto de enviar emails con contenidos ofensivos para el presidente y sus ministros, sobre todo ministras, sigan devanándose las dos neuronas que les quedan para encontrar la frase más ingeniosa o el adjetivo más audaz con el que poder vilipendiar al gobierno de la nación, que para ellos parece ser de sólo una parte de ella. El corolario de todo ello, aprovechando la crisis económica, su agudización y las medidas de austeridad propuestas por el ejecutivo, son los mensajes en los que se comienza a dejar de un lado los insultos a los políticos socialistas para adentrarse en el modo en el que se puede reconducir el déficit público por supuesto lo más alejado posible de las medidas tomadas por el gobierno. Aunque tengo la sana costumbre (digo yo que será sana), de señalar como spam todo email sospechoso que aparezca como reenvío, siempre pica uno en alguno de ellos o bien escucha a otros el relato del último que ha recibido. Y últimamente todos son del signo de recortar el gasto público a través de la supresión de una serie de servicios que en un principio comienzan a presentárnoslo como innecesarios, para poco a poco ir incluyendo en dichos gastos otros que de modo taimado nos llevaría a la supresión de la mayoría de los derechos sociales, cuando no a la supresión del estado tal y como lo hemos entendido hasta ahora. Bien es verdad que lo que se diga en estos correos poco o nada pueden influir en la opinión de algunos, pero no cabe duda de que es una puya más que se añade a la que desde los medios más conservadores y desde los sectores sociales y políticos más identificados con la derecha se le clavan día a día al gobierno y al partido que lo sustenta. Y apoyándose en las medidas impopulares tomadas por el ejecutivo echan mano de toda la demagogia posible para de forma taimada ir deslizando asertos en los que se aboga por la supresión de muchos de los derechos sociales alcanzados durante estos últimos años y de paso, por si cuela, la de estamentos que han formado parte de la columna vertebral de nuestra forma de estado. Se rechaza la bajada de los sueldos a los funcionarios y la congelación de las pensiones para a continuación pedir bajar el sueldo de los políticos, suprimir los coches oficiales o los asesores de los cargos de responsabilidad algo que parece bastante lógico, para a renglón seguido ir dejando caer píldoras cargadas con todo el veneno de la desigualdad abogando por el co-pago en sanidad, o, en educación, por la supresión de becas para determinados alumnos, la eliminación de la gratuidad de libros, o dejar de invertir en ordenadores para los alumnos porque no saben qué hacer con ellos –y no se nos cae la cara de vergüenza–, la supresión del subsidio de desempleo o el PER en Andalucía y Extremadura, o las distintas rebajas que se dejarán ver en la llamada reforma laboral que está al caer. Todos estos emails no son sino que la traslación de los mensajes emanados de las cabezas pensantes de la derecha. Se comienza hablando de la supresión de determinados ministerios –siempre los mismos, los estigmatizados– para acabar pidiendo la eliminación de las subvenciones a las organizaciones sindicales y empresariales, e incluso a los partidos políticos, tratando de deslegitimarlos como parte fundamental del funcionamiento de la democracia representativa. De ese modo, como insinuó el señor Arenas en el parlamento andaluz en el debate del estado de la comunidad, la sociedad, al ser más importante que el parlamento, tomaría las riendas de nuestro destino para no sé muy bien de qué modo dirigirnos tampoco sé muy bien a dónde, pues no creo que Arenas aludiese a un movimiento asambleario o autogestionario, más bien haría referencia a la democracia orgánica del extinto régimen. Y ya dentro de todo el revuelto río de opiniones nos encontramos con las declaraciones variopintas en la que los neo sindicalistas y proletarios se manifiestan defensores de las huelgas generales –“si yo fuese funcionario, iría a la huelga”, decía González Pons– o aquellos que declaración tras declaración manifiestan que su partido es el partido de los trabajadores, así que si no hay sindicatos o no hay partidos de izquierdas, aquí están ellos para ser los representantes, por ahí irían los tiros de Arenas, de toda la sociedad. Una sociedad sin clases en la que el partido único sería, cuál si no, el que representa a la derecha más a la derecha de toda Europa. Yo que empezaba a tener mis dudas, por fin he visto la luz. Estamos salvados, el PP nos espera a todos con los brazos abiertos. Teodoro R. Martín de Molina. 17 de junio de 2010
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