Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

 

CUESTIÓN DE FE

 

Cada vez quedan menos cosas en las que creer. Desde el descubrimiento infantil de que los Reyes Magos eran los padres hasta hoy, han sido muchas las creencias que se han ido quedando en la cuneta de las tortuosas carreteras por las que transitamos los mortales humanos.

            Los que nos consideramos creyentes nos asimos a un clavo ardiendo para no dejar, al menos, de creer en lo trascendental, en aquello que a la postre es el sustento de nuestro diario deambular por este mundo en el que nos ha tocado vivir. A veces, incluso te flaquean las fuerzas cuando tienes que enfrentarte ante actitudes individuales de algunos de los miembros de la religión que practicas, los cuales debían de servir de espejo para los que somos de a pie, y no digamos nada cuando comprobamos día sí y día también las respuestas que algunos componentes de la jerarquía dan a esas actitudes tan reprobables y tan poco adecuadas en personas que se pasan su vida predicando todo lo contrario.

            Pero no es a la fe trascendental ni a las desvanecidas creencias infantiles a las que me quería referir hoy, sino a la fe en todo el montaje en el que estamos inmersos.

           ¿Cómo creer en la justicia cuando vemos lo que vemos? Por mucho que algunos se empeñen en hablar y no parar de la independencia de los jueces, no hay persona que se lo crea. Es para hacerse agnóstico total en lo referente al tema. Yo no puedo creer en una justicia en la que cada uno de los que tienen que aplicarla hace una interpretación particular de las mismas leyes y nos dejan atónitos a los profanos en la materia que creíamos que las leyes, como las matemáticas, eran ciencias exactas en las que dos y dos son cuatro y no “depende de…”, bien está que se les pueden aplicar sus atenuantes y sus agravantes pero si dicen tal, pensamos que debería de ser “tal” y no “cual” o “tal cual”.

            Fijémonos en los casos de Garzón en el supremo donde existen magistrados en total desacuerdo con los que lo imputan y deben de ser tan leídos como los otros, o se les supone, o el tratamiento del estatuto de Cataluña por el constitucional, ¿qué miembros tienen razón, los que piensan “a” o los que piensan “b”? La Constitución debería de ser única, independientemente de quien la leyera y no sujeta a interpretaciones como claramente parece ser. De forma simplista, pero ajustada al sentir del común hombre de la calle, podemos pensar que si eso es así es que las leyes no sirven para nada, desde la constitución hasta la más simple ordenanza municipal.

            Y por si me faltara algo ¿qué decir de la última comparecencia de Zapatero en el Congreso? No sé muy bien, aunque me lo malicio, qué es lo que ha llevado al Presidente del Gobierno a hacer el anuncio que ha hecho tan en desacuerdo con sus planteamientos anteriores. Podéis creer en mí –un nuevo acto de fe–, si os digo que no me molesta por la parte que a me afecta como funcionario que soy. A lo largo de mis casi cuarenta años de servicios a la administración he visto cómo me subían el sueldo en innumerables ocasiones y cómo, al mismo tiempo, perdía poder adquisitivo porque siempre me lo subían por debajo del IPC anual, o cómo al subírmelo me lo bajaban porque me aplicaban unas retenciones más elevadas, así que una vez más… tampoco me preocupa mucho y menos ahora, cuando las necesidades son menores y por mor de trienios, sesenios y demás complementos no está uno para quejarse mucho, sobre todo viendo cómo están otros.

            Lo que de verdad me fastidia es el comprobar cómo los paganos de esta crisis están siendo los de siempre: por un lado los trabajadores que ven que sus empresas cierran o prescinden de sus servicios y los que tienen el sueldo fijo que, para regocijo de la mayoría de aquellos que no son funcionarios, ven mermada su nómina porque es el modo más sencillo de recaudar sin que los que de verdad tienen dinero, y por ende el poder, se molesten mucho siendo los que en realidad han provocado toda esta crisis y provocarán todas las que vengan. Estos ajustes en salarios de empleados públicos, de pensiones, de inversiones públicas y demás medidas anunciadas por el ejecutivo, servirán para enjugar las ayudas facilitadas a las multinacionales del automóvil o a los bancos y a todos los poderosos especuladores que tiene cogidos por sus partes blandas a los gobiernos y que según tiren o aflojen hacen que los gobernantes actúen de un modo u otro, siempre de acuerdo con sus intereses.

            ¿Qué fe puede tener uno en los mercados que cada día fluctúan según más le convenga a unos cuantos? En estos últimos días hemos visto cómo las bolsas han subido a las alturas o han bajado hasta el averno para que los que especulan con el dinero de todos hagan su agosto en pleno mayo. No, no se puede creer en el mercado, pero tampoco en los que defienden la economía del tal, pues ya vemos cómo mueven sus hilos para que los gobiernos, no sólo el español sino cualquier gobierno, pongan en práctica la política que a ellos les va a hacer ganar más dinero, sin importarle lo más mínimo si ello sirve para salir de la crisis o para que el ciudadano de a pie pueda recuperar la fe en los que los gobiernan o en su propio porvenir. Con crisis o sin crisis, ellos siempre ganan.

            También empiezo a dudar de que se pueda creer en los que abiertamente no defienden la economía de mercado pero que después se pliegan ante sus condiciones y abjuran de los planteamientos anteriores en los que defendían postulados completamente distintos.

            En lo único que tengo fe últimamente, o quizás más que fe, esperanza, es en que mis ideas no me las hagan cambiar estos vaivenes del diario discurrir y siga siendo fiel a los principios que siempre me ayudaron a por lo menos estar medio contento conmigo mismo, independientemente del modo de actuar de aquellos que en teoría pensaba yo que estaban más cerca de mi modo de ver la religión, la política, la justicia, la economía, y todo aquello que conforma la ideología inmanente a mi forma de ver y entender la vida.

            ¡Cómo me gustaría volver a creer!, hasta en los Reyes Magos.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 15 de mayo de 2010

 
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