Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

 

Cuando gobierne el PP

 

Para llegar al número 300 de esta serie de opiniones en las que expongo mi particularísima forma de ver el día a día y otras cosas más, he escogido el final del artículo del pasado 22 de abril como título de éste, porque en cuanto terminé aquel me di cuenta de que se había quedado cojo, por eso, después del escorzo futbolístico del artículo anterior, retomo el hilo argumental y, como ya habréis adivinado, voy a tratar de esbozar todo lo bueno que nos ha de llegar cuando gobierne el PP.

            Aunque aún es el día en el que no conocemos nada de los proyectos que incluirán en su programa electoral, y tampoco es que a día de la fecha hayan sido muy explícitos en comunicar a la ciudadanía qué es lo que piensan hacer en cada una de las materias que afectan al común de los españolitos, sí podemos intuir qué es lo que no les gusta de lo que ha hecho en estas dos legislaturas el partido socialista, que se puede resumir en una sola palabra: nada.

            Y puesto que no les ha parecido bien ninguna de las actuaciones llevadas a cabo por los gobiernos socialistas, las han criticado de manera tan feroz, descalificando en todo momento cualquier iniciativa, del tipo que fuese, adoptada por los socialistas, podemos prever, sin temor a equivocarnos mucho, que cuando gobierne el PP lo primerito que hará será eliminar de un plumazo todo lo hecho hasta ahora por Zapatero y sus gobiernos.

            Verdad es que en algunos asuntos aún tendrán que esperar un poco hasta que se pronuncie el Tribunal Constitucional, aunque mucho me temo que a ellos poco les ha de importar la decisión del mismo: si les es favorable “tutti contenti” y si no es así con la preconizada mayoría absoluta de la que van a disponer en el parlamento, modificarán o derogarán las leyes recurridas para que se adapten a los propósitos manifestados tan repetidamente a lo largo de los últimos ocho años.

            No es descabellado pensar que todos los problemas que nos han acarreado los ocho años de gobierno socialista se evaporarán de nuestras vidas en cuanto que Rajoy y Cia, lleguen al poder del que, por otro lado, nunca tenían que haber sido desalojados por el pueblo, ingratos que somos.

            Así, por ejemplo, no tendremos que sufrir más el escarnio de ver como dos personas del mismo sexo se unen en matrimonio como si se tratase de una pareja de hombre y mujer, lo normal de toda la vida de Dios, y disfrutando de los mismos derechos que éstas. Qué hagan lo que quieran pero de eso a que se casen, ¡hasta ahí podíamos llegar!

            Algo parecido sucederá con la ley del aborto aprobada esta legislatura. Quizás vayan más lejos y también deroguen la anterior con lo que volveremos a los tiempos gloriosos en los que las mujeres que podían abortar eran las que podían costeárselo en el extranjero; las españolitas de a pie si quieren hacerlo será arriesgando su vida en el intento, y si salen vivas ahí estará la justicia para ajustarles las cuentas a ellas y a los que participen en la interrupción del embarazo. Ni que decir tiene que la píldora del día después dejará de dispensarse en las farmacias y en los consultorios médicos. No estoy muy seguro acerca de si las modificaciones de la ley del divorcio también serán eliminadas de un plumazo, o quizás por el uso que sus partidarios hacen de ella la dejen tal y como está, no sé, no sé. Sobre el preservativo, ya veremos.

            Las leyes y normativas relativas a la educación pasarán a mejor vida y volveremos a empezar un nuevo ciclo en el que se procurará la mejor atención a los alumnos más excelentes y nos dejaremos de tanto ayudar a los que más lo necesitan. Fuera la asignatura de Educación para la Ciudadanía, los libros gratis para todos se acabarán, sólo para aquellos que se lo merezcan, del mismo modo que los ordenadores personales o cualquier otro despilfarro en educación promovido con tanta alegría por los socialistas, ¡que lo gratis no se sabe valorar!, y menos por los que nunca tuvieron nada, ni podrán tenerlo.

            Aquellos estatutos autonómicos que se modificaron durante la primera legislatura socialista que solamente conllevaron el rompimiento de España, serán modificados convenientemente para que nunca más la unidad patria pueda ser puesta en peligro. Si hay que llevar a cabo nuevas formas de financiación o transferencias de competencias, ellos se encargarán de hacerlas del modo que ellos sólo saben hacerlo, sin ceder ni un ápice a los nacionalistas, bueno, a menos que se necesite en algún momento de su colaboración. Ello conllevará que leyes de algunos parlamentos autonómicos, como la de la ignominiosa prohibición de las corridas de toros en Cataluña o las leyes de muerte digna o de la investigación con células madre de Andalucía, pasen a mejor vida y volvamos a ser lo que fuimos.

            ¿Qué decir de las leyes que coartan la libertad de los ciudadanos? ¡A la hoguera con ellas!, nunca mejor dicho. Volveremos a fumar en los restaurantes, bares, hoteles y, por supuesto, en el trabajo. Volveremos a conducir a 120 km/h, o a 130, como pedían algunos significados líderes peperos, nos tomaremos las copas que nosotros creamos convenientes y no las que nos dicte el alcoholímetro, de nuevo usaremos el móvil mientras conducimos o fumaremos igual que nos hurgamos la nariz y no pasa nada. Nos volveremos a morir de cánceres varios y a matar en las carreteras como lo hacíamos hace diez o quince años, pero lo haremos en uso de nuestra sacrosanta libertad de decisión, no porque nadie nos lo haya impuesto.

            Es evidente que no se congelarán más las pensiones, bien al contrario se subirán por encima del IPC hasta alcanzar lo perdido con las medidas de Zapatero. La reducción del sueldo de los funcionarios será convenientemente corregida para que ninguno de ellos pierda ni un euro de poder adquisitivo. Las reformas llevadas a cabo de acuerdo con otros partidos políticos, laboral, o con los sindicatos y empresarios, pensiones, irán directamente a la papelera para dar paso a otras reformas no tan timoratas como las aprobadas en esta legislatura y que ellos no apoyaron por ver si esto se iba definitivamente a pique.

            Para reducir el déficit público nos encontraremos con el hándicap de que ya no tenemos nada que privatizar, pues todo fue privatizado en la héjira aznariana, pero ya se lo ocurrirán medidas brillantes como la bajada de impuestos para los que más tienen y los que más ganan, el de sociedades o el del patrimonio, si es que todavía está en vigor en alguna comunidad.

            Leyes como la de extranjería, de la dependencia, de la violencia de género, de igualdad, o de la memoria histórica serán modificadas o derogadas por tímidas, despilfarradoras, innecesarias o revisionistas, con todos los males que tales adjetivos conllevan y la crispación que producen entre los españoles. Mano dura con los inmigrantes sin papeles, se ayudará dependiendo de muchas cosas, pobrecitos los hombres, y no removamos la historia que bien está todo como está gracias a nuestra idílica transición.

            Seguro que aunque la idea no fue suya, volverán a implantar el cheque bebé y la ayuda de los 420 euros a los parados de larga duración, la devolución lineal de otros 400 euros para todos los contribuyentes y todas aquellas medidas que se criticaron tanto cuando se implantaron como cuando se eliminaron.

            Para atajar el paro ¿qué cosa mejor que una nueva ley del suelo, o del subsuelo, y bajar los tipos de interés, o crear cualquier otro tipo de burbuja? Con ello se volverá a reanimar el sector de la construcción, o el que sea, y los bancos prestarán dinero sin miramientos de ningún tipo, como hace seis, ocho o diez años. Todos los parados volverán al tajo del ladrillo y el andamio a ganar y gastar por encima de lo lógico y de sus posibilidades. Volveremos a tener una segunda o una tercera vivienda, coche nuevo de gran cilindrada y televisores de 100 pulgadas, nos volveremos a endeudar hasta las cejas y después, Dios que es bueno proveerá. Los ayuntamientos volverán a hacer caja, algunos espabilados ediles y empresarios a llenar sus bolsillos y dentro de unos cuantos años, cuando de nuevo gobiernen los socialistas, si se llegara a producir tal milagro, nuevo pinchazo de la burbuja para que ellos se vuelvan a comer el marrón que otros crearon.

            La lucha antiterrorista volverá a la época de Mayor Oreja donde, aunque haya más muertos, el valor de las palabras de los terroristas será el que nadie como ellos sabe atribuirles, en el que el dolor de todas y cada una de las víctimas del terror será convenientemente aprovechado para un mayor enaltecimiento de los valores siempre patrióticos de la derecha, la que nunca se vende, la que nunca dobla la rodilla ante el peor enemigo de todos los españoles. Y si fuese posible, se diese la coyuntura necesaria y los hados y la opinión publicada les fuese favorable, es probable que se volviese a hablar con el Movimiento de Liberación Vasco para que entreguen las armas y se rindan sin concesión de ningún tipo. Ya sabrán entre todos revestir el asunto de tal modo que hagan lo que hagan será perfectamente comprendido por los españoles como lo que debe ser: la derrota sin paliativos de los terroristas. Aunque a algunos nos pudiera parecer otra cosa. Los terroristas, como otros tipos de delincuentes específicos, se pudrirán en la cárcel. Cumplirán completas las condenas impuestas hasta el máximo permitido por la ley aunque, es probable, que ésta sea convenientemente modificada hasta llegar a eso que ellos han dado en llamar “cadena perpetua revisable”, por contradictorio que parezca el enunciado. Y si no llegan a reinstaurar la pena de muerte es  porque la Constitución no lo permite, no por faltas de ganas.

            La justicia se acomodará, si es que ya no lo está, a los intereses del PP. No volverán a existir jueces del tipo Garzón, todos serán como la jueza Alaya. Las leyes al más puro estilo berlusconiano se adaptarán a las necesidades del partido y sus dirigentes. Los siempre supuestos delitos en los que pudiesen verse inmerso alguno de ellos prescribirán antes de que se produzcan por lo que nunca podrán ser imputados, y si por algún casual lo fuesen, eso jamás sería tenido en cuenta a la hora de formar parte de las listas electorales del partido porque los que deciden son los ciudadanos con sus votos y no algunos jueces con sus autos. Los altos tribunales estarán dominados por jueces como Dios manda, todos ellos conservadores, con lo que se evitarán sorpresas de última hora cuando tengan que decidir acerca de los asuntos que a ellos les conciernan. ¡Al infierno con los progresistas!, que sólo traen problemas. Ya no existirá un fiscal como el malvado y sumiso Conde Pumpido, volveremos a tener otro como el independiente y beatífico Jesús Cardenal, con nombre y apellido que ni pintados.

            La televisión y radio públicas dejarán de estar manipuladas por el PSOE. Volveremos a la época de la imparcialidad más que demostrada por González Ferrari,  Urdaci, Sáez de Buruhaga, Luis Herrero, Jiménez Losantos, Sánchez, Dragó, etc. ¡Cómo añoramos esos personajes tan independientes y su forma de hacer televisión! Aquellos informativos eran informativos de verdad. De nuevo nos encontraremos con Carlos Dávila y su “Tercer grado” o con las homilías y entrevistas de Pedro José. Por fin la TVE se parecerá a Intereconomía o Veo7. Volverán las series auténticamente americanas, que tanto echamos de menos y no las españoladas tendenciosas que ahora nos colocan en la sobremesa y por las noches. De nuevo podremos ir al baño durante los intermedios publicitarios de películas y programas, y no sufrir este agobio en el que nos han metido estos izquierdosos.

            Creo, estoy seguro, que a pesar de haberme alargado en esta ocasión un poco más de lo habitual, algo se me habrá quedado en el tintero sobre las bondades que están al caer cuando gobierne el PP. Por lo pronto se me viene a la mente recordar que cuando ellos vuelvan al poder, de nuevo tendremos una oposición digna y leal que sabrá estar a la altura de las circunstancias cuando su colaboración le sea requerida, algo de lo que por desgracia no hemos podido disfrutar durante estos últimos ocho años, aunque eso tampoco tendrá mucha importancia para aquellos que tienen como lema lo de “mientras peor, mejor”.

            Si ellos hubieran gobernado estos últimos cuatro años, seguro que nada sería como es hoy. La pena fue que Zapatero ganase las últimas elecciones y no hemos podido comprobar cómo el PP habría manejado esta situación de crisis. Pero ya, ya pronto lo veremos a pesar de que parece que los más gordo, gordo, ya está pasando.

            Esto es lo que yo intuyo que puede suceder cuando gobierne el PP, ahora que cada uno le añada o le quite lo que le dicte su propia intuición, porque de sus verdaderos planes todos estamos in albis.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 2 de mayo de 2011

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