Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

OPINIÓN

Cicatrices

 

 

No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista. Saldremos de esta crisis en la que los poderes financieros y especulativos nos han metido. Saldremos de ella cuando a ellos más les convenga. Poco o nada pueden hacer los gobiernos por salir de la misma por mucho que se empeñen en ello, mucho menos el nuestro que desde antes de tomar posesión ya claudicó ante los dichosos mercados y las políticas de ajuste y recortes emanadas desde Bruselas y Berlín.

Sí, saldremos de la crisis y cuando esto ocurra nos querrán hace creer que ha sido gracias a sus políticas económicas y a los sacrificios de un pueblo tan capaz como el español.

Sí, saldremos de la crisis y estaremos tan exhaustos que no seremos muy capaces de distinguir a qué se ha debido tan grande acontecimiento.

Sí, saldremos de la crisis, no sabemos muy bien cuando, si dentro de uno, dos, tres, cuatro o cuarenta años, pero si lo logramos será porque ellos lo propiciaron y si tardamos mucho, nosotros seremos los culpables.

Sí, saldremos de la crisis porque no quedará mas remedio, por lo que dice el refrán.

Pero cuando salgamos de la crisis nuestro cuerpo social será difícilmente reconocible. Las heridas serán tantas y tan profundas que aunque estén, o parezcan estar, curadas dejaran tales cicatrices que difícilmente serán disimulables por mucho cirugía estética que tratemos de utilizar con ellas. Iremos por ahí con las marcas que todas suelen dejar señaladas en las distintas partes de nuestro cuerpo, sobre todo en aquellas que son mas vulnerables por estar mas expuestas a padecer los efectos de los cortes, rasguños, arañazos… que, aunque no nos provoquen la muerte, nos van a dejar prácticamente con una pierna aquí y la otra en el más allá.

Cuando todo esto de la crisis termine será difícil que seamos capaces de reconocernos ante el espejo de los años pasados, ni en educación, ni en sanidad, ni en servicios sociales, ni en libertades, ni en igualdad, ni en nada de nada. Y los más afectados serán los de siempre, los más débiles, los que menos tienen y los más necesitados. A los mercados poco les importa quienes sean los principales damnificados de este goteo de injusticias que semana a semana nos infligen de la mano de gobiernos tan sumisos como los nuestros.

Estaba tentado de hacer una lista con todas y cada una de las medidas que sin duda dejarán su cicatriz en el tejido social de nuestro país, después he pensado que se haría muy prolijo recogerlas todas y seguro que alguna se me quedaría en el tintero. Finalmente, me he decidido por agruparlas en los capítulos fundamentales en los que más notaremos esas cicatrices que ya por siempre podremos ir mostrando a los cuatro vientos. Algunos las mostrarán como heridas de guerra santa, e incluso se sentirán orgullosos de haberlas sufrido; otros, la mayoría, las llevaremos como un estigma con el que algún día fuimos señalados por unos políticos que se dieron gran maña para ocultar todo lo que pretendían hacer con nosotros y más maña aún en culpar a los anteriores de todos los desmanes que han acabado en estas cicatrices que difícilmente seremos capaces de disimular en el futuro si no actuamos con prontitud enfrentándonos a ellas con una oposición que sea capaz de abrir los ojos a los que nos llevan a un precipicio al que es casi imposible que no terminemos cayendo.

A modo de inventario recojo algunas de las cicatrices que más dolerán y escocerán en el sector de la sociedad que menos se las merece.

 

En Educación se notarán desde la Educación Infantil, no más escuelas de 0 a 3 años, hasta la Universitaria, más tasas, menos becas, menos investigación, sin olvidar la Primaria y Secundaria, más alumnos por clases, más horario docente, menos medios materiales, congelación de oposiciones, menos profesores, …

La Sanidad llevará probablemente las cicatrices más profundas. Por primera vez los pensionistas del régimen general pagarán por sus recetas, subida generalizada de las aportaciones en la adquisición de medicamentos, retirada de los fármacos más comunes y de uso más generalizado de las listas de la Seguridad Social, recortes en servicios y prestaciones, más personas fuera del sistema, inmigrantes sin papeles, mayores de 26 años sin trabajo. Resumiendo, cada vez menos para los que más lo necesitan. Un castigo en toda regla para marginados, enfermos y jubilados. Ya empiezan a pregonar que en su privatización está la solución.

La Justicia tampoco se escapará de las cicatrices. Volveremos a la penalización del aborto. Un encarecimiento de su aplicación y, como en casi todo, poco a poco sólo podrán acudir a ella aquellos que tengan medios, los desgraciados al trullo.

Los derechos básicos de expresión, reunión y manifestación serán constreñidos por las leyes represivas que día tras día nos vienen anunciando los responsables gubernamentales o sus cornetas mediáticos. Penalización y castigo para todo aquel que saque los pies del tiesto, para el que no comulgue con el código de derechos y libertades emanados de estos nuevos opresores escondidos bajo la piel del cordero de la seguridad y el bienestar de la de los ciudadanos de bien. Y ¿qué decir del derecho de información en los medios públicos?, ¿se parecerá en algo la RTVE  a la que en los últimos años hemos disfrutado cuando acaben de remodelarla a su gusto?

Los derechos laborales quedarán en mera anécdota una vez se implante en toda su extensión la reforma laboral que tan buenos resultados nos va a dar, eso sí a largo plazo, porque a corto, ayer mismo lo comprobamos con las cifras de la EPA del primer trimestre post reforma. Es evidente que de ella se trasluce más precariedad laboral, si es que ya no era suficiente, más libertad del empresario para decidir sobre la vida y hacienda de sus asalariados: movilidad a go-go, congelaciones o rebajas salariales si la empresa lo decide, más horas por el mismo motivo anterior, negociación bis a bis, despidos todos ellos procedentes y con indemnizaciones simbólicas, EREs a tutiplén… Una reforma laboral que cercena todos los derechos de los trabajadores en favor de las reivindicaciones de la patronal que por mucho que se le dé jamás verán satisfechas sus pretensiones, son tan insaciables como los mercados.

¿En qué quedará la Ley de Dependencia tras los recortes a la que está siendo sometida desde el gobierno central y los autonómicos del mismo signo? Respuesta: en agua de borrajas, menos ayudas para los dependientes y sus familias y menos trabajo para un sector que en no poco había ayudado a paliar el problema del desempleo.

La cicatriz de los impuestos, aunque digan que son con carácter temporal, quedará de por vida. Suben los impuestos a la generalidad de los ciudadanos, los ya en ejecución del IRPF y del IBI y los anunciados del IVA y de los especiales mientras, se amnistían a los grandes defraudadores en recompensa por su falta sistemática de solidaridad con el resto de los españoles, los que dependemos de una nómina o de una pensión. ¿Habrán pensado en un impuesto especial para las grandes fortunas, atajar la desvergüenza que esconden las SICAVs, perseguir a los pequeños defraudadores liberales y autónomos del día a día o, para no hacerme largo, simplemente replantearse las relaciones impositivas con la Iglesia Católica?

La investigación y el desarrollo han sufrido tales recortes que difícilmente volveremos a poder retomar la senda en la que tanto nos había costado entrar. Proyectos pioneros que hasta hace poco eran motivo de orgullo de todos los españoles han pasado a un segundo plano, cuando no van a quedar reducidos a la nada más absoluta. Las investigaciones en medicina con células madres para tratar de paliar los efectos de enfermedades como la diabetes o el alzhéimer, los campus universitarios de excelencia, los parques tecnológicos de tantas ciudades, etc, corren grave riesgo y también están al albur de la iniciativa privada. El parón sin contemplaciones ni previo aviso en todo lo referente a las energías renovables supone un paso atrás de dimensiones incalculables, no entiendo muy bien qué intereses estarán detrás de todo ello, probablemente los mismos que estaban detrás de la guerra de Irak. Era un sector en el que nuestra industria estaba despuntado y que estaba creando empleo, además de suponer una alternativa que nos haría poco a poco no depender tanto del petróleo, y en la que nuestro país dispone de las fuentes naturales que las producen a gran escala, y que ahora quedará estancado en beneficio de Repsol y sus prospecciones en Canarias o en la Conchinchina.

Descenso sin precedentes en las inversiones públicas, dejando todo en las manos y la iniciativa del capital privado, que evidentemente lo primero y último que persigue es su propio beneficio, importándole un bledo el beneficio del contribuyente. Reducción del número de empleados públicos, congelación y reducción de salarios, aumento de las horas, denigración de los mismos con manifestaciones hirientes, etc, etc, etc,.

Este gobierno va camino del Guiness, nunca un gobierno en tan corto espacio de tiempo fue capaz de cambiar la fisonomía de una sociedad que desconocía cuales eran las verdaderas intenciones de tan aviesos gobernantes por dejarnos marcado el cuerpo de arriba abajo. Parece que incluso van a dejar marcas en las víctimas del terrorismo, sus antiguos compañeros de manifestación de fin de semana.

En definitiva este gobierno, con esta batería de medidas que parece inagotable, está consiguiendo que los ciudadanos consumamos cada día menos a causa del miedo que nos están imbuyendo, el más claro antídoto para la recuperación.

Para terminar, y buscando un poco de distensión y humor después de tanta herida que acabará en cicatriz, hasta podemos decir que han conseguido, para más inri, que Guardiola se marche y que tengamos que seguir soportando a un tipo como Mouriño.

 Lo que no consigan estos...

Teodoro R. Martín de Molina. 28 de abril de 2012

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