Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

OPINIÓN

Cemento

 

Después del sacrificio de la vicepresidenta, el striptease de la secretaria general de su partido y el bochorno por el que está pasando doña Esperanza, la verdad es que se queda uno perplejo, patidifuso que decíamos por mi pueblo cuando algo te dejaba a cuadros porque no te cuadraba nada.

Cuando la vicepresidenta se refería a que ya había llegado la hora del sacrificio de los políticos, no sé a qué políticos, ni a qué sacrificios hacía referencia. Probablemente se estaría refiriendo a los de su partido que durante décadas han estado en la vida política poniendo la mano para coger los sobres con los que el gran Bárcenas les proporcionaba un sobresueldo que compensaba los sacrificios que debían todos de hacer para acercarse a la vida pública en detrimento de su labor en la actividad privada que tan pingües beneficios les habría proporcionado debido a sus capacidades, nunca suficientemente ponderadas y reconocidas. Es seguro que a partir de ahora se van a conformar con su sueldo de concejal, diputado, ministro o lo que sea, sin necesidad de que dichos emolumentos se vean incrementados con las asignaciones mensuales que, al parecer, tan generosamente repartía el partido con el dinero que el erario público le proporcionaba al mismo, o que ellos conseguían por los múltiples vericuetos de las donaciones anónimas  (léase comisiones) que tan sabiamente sabían administrar el gerente y los tesoreros del partido. Para todos había algo. Para mí y para mis compañeros, remedando el dicho infantil, debería repetir en cada ocasión que agarrase tajada el ínclito don Luis.

Al oír a Cospedal eso del striptease del PP, inmediatamente se me vinieron a la mente aquellas inconfundibles imágenes de don Manuel en Meyba en la playa almeriense de Palomares, o a las del Sr. Aznar luciendo abdominales en las playas castellonenses, torpe que es uno; porque después me di cuenta de que la Secretaria General del PP no se refería a ese tipo de striptease, sino a la transparencia con la que su partido se ha abierto en canal y ha mostrado a todos los españoles hasta lo más último de sus intimidades. Ya no hay nada que los españoles no sepamos sobre la financiación del PP, la forma en la que sus dirigentes consiguen sus ingresos, el modo y el lugar en el que se alojan, cómo organizan todos sus actos, con quienes los contratan y los sustanciosos beneficios que obtienen los contratantes y muchos de los responsables políticos que concedían dichos contratos, los regalos que reciben sus dirigentes y adláteres, y todo gracias al desnudo integral y voluntario del partido, nada que ver con las informaciones de prensa ni con los autos judiciales, que ellos, a fuerza de ser tan liberales, llegan a ser casi libertinos en esto del quitarse las ropas.

Y pensaba yo que doña Esperanza ya había pasado la edad de los bochornos, pero viene ella y nos dice que se siente abochornada. Y no por las causas naturales sino, asómbrense, por la corrupción. Algo que resulta casi inexplicable en una persona que alcanzó la presidencia de la Comunidad de Madrid del modo en el que lo consiguió: gracias al transfuguismo y la corrupción de todos los implicados en el Tamayazo;  que dentro de su gobierno y en los ayuntamientos de su comunidad está la creme de la creme de los políticos implicados en el caso Gürtel, supongo que ni por asomo se estaría refiriendo a las andanzas del multimillonario extesorero de su partido, eso para ella no debe de ser corrupción, eso debe de ser lo que ella llama excelencia cuando se refiere a los alumnos que deben de ser becados o a los que se les debe de prestar la mayor atención por parte de los poderes públicos. Quizás recibiera una llamada de Zoido y ya se estaba refiriendo al nuevo auto de la jueza Alaya sobre los EREs, antes de que nadie lo supiera, seguro que sería a eso a lo que se debía su bochorno.

Todo tiene una explicación. Este personal está hecho de una pasta especial, una pasta de las duras de verdad, de un consistencia tal que es impermeable a todo bochorno, vergüenza o pudor que cualquiera sentiría en circunstancias parecidas, si no mírenles fijamente a los ojos como nos pidió el señor Aznar con ocasión de aquello de las armas de destrucción masiva de Irak momentos antes de la invasión. Fácilmente descubriremos el elemento aglutinador de dicha pasta en su rostro: cemento puro y duro.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 03 de julio de 2013.

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