CAUSA, QUE NO JUSTIFICACIÓN.
Desde que Dios, según la Biblia, creó el mundo, ninguna
otra cosa, entidad o ente ha surgido de la nada, puesto que la nada era
lo previo a la existencia de lo creado, que fue todo. Este aserto para los
seguidores de la versión bíblica sobre la creación
del universo no implica ningún problema de aceptación; para
los seguidores de la teoría del “Big Bang” el que algo surja de la
nada ni tan siquiera tiene
atisbo de verosimilitud. Por ello podemos deducir que se sea partidario
de una u otra teoría no existe en ningún caso la posibilidad
de que la nada sea el inicio de cualquier fenómeno.
En contra de lo que parece obvio, con el terrorismo, han aparecido
un buen número de políticos y comunicadores que ipso facto
descalifican, ridiculizan y anatematizan a todo aquel que se atreva a exponer
una teoría sobre la causa u origen del fenómeno. Para ellos
la teoría fetén es la de que no hay que buscar causa ya que
piensan que la existencia de una causa implica la existencia de su justificación,
hecho que matemáticamente no tiene por qué ser así.
Este pensamiento ha emergido después de que la generalidad de la opinión
pública mundial haya establecido la relación causa efecto entre
la invasión de Irak y los posteriores atentados de los terroristas
islamistas, por lo tanto, los defensores de la guerra preventiva y demás
zarandajas del presidente Bush y sus acólitos no pueden permitir que
haya alguien que buscando el origen o la causa de los fenómenos terroristas
de pie a que dicha opinión pueda generalizarse, con el consiguiente
deterioro de la imagen del gran Marshall del universo y sus alguaciles o
ayudantes. Para ellos, parece ser que el terrorismo nace per se, sin causa
alguna que haya dado origen al fenómeno, fuera de los propios terroristas.
Existen causas, que no justificaciones, para que determinadas personas
o grupos actúen y lleven a cabo acciones de lo que ya generalizadamente
se considera terrorismo. Desde mi punto de vista, el terrorismo engloba a
todas aquellas acciones violentas encaminadas a sembrar el terror entre la
ciudadanía y que generalmente afecta a la población civil,
en la mayoría de los casos totalmente ajena al conflicto que desencadenó
la actuación de los grupos terroristas y en otras implicados con unos
u otros pero que igualmente sufren sus consecuencias.
Partiendo de la hipótesis de que todos y cada uno de los fenómenos
terroristas no surgen de la nada sino que tienen una causa y un origen, podemos
abundar en ello afirmando que dicha causa no ha sido ni es siempre la misma,
ha sido y es distinta dependiendo del momento histórico en el que
aparecieron y del lugar de donde emergen.
No
surgieron de la nada, sino de causas muy evidentes, al tiempo que diferenciadas,
movimientos llamados (para algunos todo es lo mismo) terroristas como el
IRA, los Tupamaros, la triple AAA, la ETA, el GAL, la OLP, los Mártires
de Al-Akza, el Ku-Klux-Klan, Sendero Luminoso, los Skin Head, Al Qaeda y
sus posteriores ramificaciones, así como los distintos movimientos
guerrilleros de América Latina o los de liberación de
determinados países como en su día lo fue el Viet Kong, u hoy
los Chechenos, o la llamada insurgencia irakí. Sin entrar a descifrar
las causas que dieron origen a cada uno de estos movimientos, como digo llamados
terroristas en general, que seguro que están en la memoria o en el
subconsciente del lector, podemos afirmar que los integrantes de estos grupos
tienen todos una fuerte base ideológica en un principio, después
algunos pudieron ir derivando hacia otros fines y lo que parecía tener
cierta lógica, con su conversión en auténticas mafias
han dejado de tenerla totalmente. Esta ideologización puede provenir,
si repasamos con atención las siglas, de la política, la religión,
el racismo, la xenofobia, el sentimiento independentista, o “simplemente”
la lucha por la supervivencia ante la prepotencia de aquellos que con
su dinero dominan el mundo en todos sus sentidos y que no dejan otra escapatoria
a los que la sufren que la acción terrorista, puesto que declararle
la guerra de modo formal podría dar lugar a un gag humorístico
de los de nuestro inolvidable Miguel Gila.
Y, evidentemente, si el terrorismo no surge de la nada sino que
tiene unas causas nítidas que le dan origen, podemos concluir que
los terrorismos locales o temporales circunscritos a espacios determinados
y/o épocas concretas, son bastante distintos del llamado terrorismo
internacional o islamista; y la diferencia estriba en el carácter
global de este último y su vinculación con unos elementos
fundamentalistas de una religión con miles de millones de adeptos
a lo largo y ancho de todo el mundo y con un sentimiento de hermandad poco
comprensible para nuestra civilización y nuestras religiones: el
sentimiento de solidaridad de un musulmán para con su hermano de
las antípodas nada tiene que ver con la solidaridad que mostramos
nosotros con el vecino de al lado; la ofensa hecha a cualquiera de ellos
esté donde esté, es sentida como propia y tratan de apoyarlo,
defenderlo o vengarlo de un modo que escapa a nuestra lógica cristiana
occidental.
Todo lo anterior me da pie a pensar que el 11S supuso una llamada de atención
a todo el mundo y en particular a los que ayudaban y sostenían las
tesis sionistas del gobierno de Israel, y que suponían el desprecio
más absoluto hacia la causa Palestina y sus reivindicaciones de un
espacio en el que sobrevivir. Al igual que unilateralmente los países
occidentales, con poder de decisión, decidieron que el estado de Israel
debía tener un lugar en el mundo y, de igual y unilateral modo, decidieron
que fuese en el espacio físico que hoy ocupa, pues, como decía,
también decidieron hacer oídos sordos a todas y cada una de
las reivindicaciones palestinas y han permitido que los sucesivos gobiernos
israelíes hayan hecho de su capa un sayo y hayan actuado como les
viniese en gana, haciendo caso omiso a todas las resoluciones (aquellas
que no vetaba el amigo americano), respecto al contencioso palestino-israelí.
Podemos considerar que el conflicto de Oriente Medio y el 11S son la causa
y el origen del terrorismo islamista o internacional, pero aquello que pudo
ser un toque de atención (un muy execrable toque de atención)
para los que de verdad dominan el mundo, se convirtió en la causa
para declarar una guerra al terrorismo allá donde el poderoso decidiera
que debía de estar el germen del terror y, justificadamente o sin
justificación alguna, oyendo sólo a los que querían oír
y tapándose los oídos a todo lo que supusiera crítica,
los EEUU decidieron a defender al mundo de los terroristas islamistas y emprendieron
una cruzada contra los musulmanes de todo el mundo que en su opinión
sustentasen a los fundamentalistas islámicos que por medio del terror
están poniendo en jaque a todo el mundo, no sólo a occidente
que parece ser lo único que suena y que a nosotros nos interesa. (Por
curiosidad, ¿conoce alguien el dígito y la letra, que no sean
el 11S, 11M o 7J, referido a los demás atentados del terrorismo internacional
o islamista)
La declaración de guerra al terrorismo por parte de EEUU y algunos
de sus aliados dio lugar a la guerra de Afganistán con la sustitución
de los talibanes por un gobierno títere de los americanos y una serie
de actuaciones que en los últimos tiempos ha llevado a la opinión
pública afgana a echar de menos a sus antiguos enemigos rusos, así
se las gastarán los yanquis; con posterioridad y basándose
en el principio de la “Guerra preventiva” se pasó a la invasión
de Irak, que para qué vamos a abundar en sus justificaciones peregrinas
ni en las consecuencias de la misma.
Es evidente que esta llamada guerra contra el terrorismo internacional,
a pesar de las “victorias aliadas”, está siendo ganada por los terroristas
en todos los frentes. Por un lado sus víctimas se cuentan por miles,
también han conseguido amedrentar a la población de muchos
países (su número se incrementa día a día) creando
un estado de temor, inseguridad y sospecha generalizada, y en tercer
lugar están haciendo un grave daño a la democracia cuando para
defendernos de ellos tienen los gobiernos democráticos y garantistas
que echar mano de procedimientos que poco tienen que ver con dichos
principios: Gauantánamo, Abu Ghraib, detenciones policiales sine die,
disminución de las garantías procesales, controles descontrolados,
medidas excepcionales, y en caso de sospecha carta blanca a la policía,
dispara que no pasa nada... y esperemos que aquí quede la cosa.
El bagage de estos cuatro años de “guerra contra el terrorismo”
no puede ser más desalentador. No se ha conseguido absolutamente nada
positivo para su desaparición y sin embargo: aumentaron sus adeptos,
los atentados y las víctimas y, globalmente, el mundo es mucho más
inseguro y peligroso para todos que nunca. Sería interesante que
se recapacitara un poco y se analizaran las raíces del problema y
que, evidentemente, no están en la nada ni en lo intrínsicamente
perversos que son los terroristas (que lo son), estos, en ocasiones, son
emulados por los que dicen defendernos de ellos y que pretenden llevar la
democracia y la libertad a los lugares en los que nadie se las pidió,
ni las desea.
Después de las mencionadas, por relevantes, acciones de guerra
de los coaligados cabe hacerse algunas preguntas: ¿Cuántos
habrán sido los muertos que hubo durante las invasiones? ¿Cuántos
aquellos que han perdido la vida desde que se “ganaron” las guerras.? ¿Pensó
alguien por un momento que los fundamentalistas iban a quedarse cruzados
de brazos viendo cómo actuaban las fuerzas de la coalición?
Yo ya no sé contar pero ¿cuántos miles de inocentes se
han sumado a los que murieron el 11S? ¿Cuántas muescas tiene
el Sheriff en la culata de su Colt? ¿Hacia dónde nos está
llevando la llamada guerra contra el terrorismo? ¿No será mejor
pensar en otro tipo de estrategia? ¿Vamos a seguir dando cinco tiros,
o los que nos parezcan bien, a quemarropa al primero que tenga pinta de?
Estas preguntas de nada se las dejo a los defensores de la “teoría
de la nada” que se habrán quedado descansando tras su fantástica
creación.
Teodoro R. Martín de Molina. Julio-2005.