Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

CAMBIOS

  Comienzo estas líneas seguro de que la mayoría de los lectores con los que cuentan mis artículos sobre el devenir de algunos asuntos de nuestra España, con alguna incursión en terrenos más próximos o personales, deben estar al cabo de la calle de todo lo referente al “alto el fuego permanente” con que nos ha sorprendido?? la organización terrorista ETA. No obstante, por esta manía mía de tener que opinar, y enlazando con lo que escribí hace pocas fechas voy a dejar aquí algunas ligeras reflexiones sobre el asunto o tema.

En mi anterior artículo de opinión (“Antes y ahora”), en el último de sus párrafos pedía a todos los implicados en el tema o asunto: desde el gobierno a la oposición, pasando por los terroristas, sus afines, y las víctimas o los medios de comunicación, un leve giro en sus planteamientos. Sé a ciencia cierta que ninguno de ellos me ha leído, por ello estoy convencido de que la telepatía o los milagros funcionan,  o que los deseos, a veces, se hacen realidad, pues no pasaron cuatro o cinco horas desde que ETA dio a conocer su comunicado para que todos aquellos a los que me refería hayan comenzado a emitir señales más próximas a lo que este plumífero aficionado les solicitaba con no mucha convicción.
Así he podido
comprobar en las comparencias públicas, de las que nos inundaron tras el comunicado casi todos los medios de comunicación, que la mayoría de los señalados mostraron cierta moderación en el sentido que en el mencionado artículo les pedía, aunque aún algunos mantengan sus tics característicos, esos de los que va a resultarles tan difícil desprenderse. A saber: la oposición parece más predispuesta a colaborar y no quedarse fuera de juego, algo que, por otra parte, sería fatal para sus pretensiones de cualquier tipo; las víctimas, bueno, la víctima por antonomasia, el Sr. Alcaraz, más a regañadientes que por motus proprio, se nos presenta algo más contenido en sus exigencias; los medios, salvo las excepciones consabidas, muestran cierta sintonía con sus planteamientos de otras épocas; los empresarios no dicen ni “mu”, que es como debe de ser; los abertzales dicen que sí pero siguen empujando pues no acaban de dar el paso definitivo; los nacionalistas buscan con afán su lugar en la foto, se apresuran, pero se manifiesta n dispuestos a echar una mano; el gobierno ha entrado en una fase de prudencia que contrasta con el optimismo anterior pero que no se puede imaginar cómo se le da la bienvenida, y “tomándose su tiempo” se dispone a afrontar lo que haya de venir que siempre será “duro, largo y difícil”; y el monstruo, los terroristas, han dado también su paso, que si no el definitivo esperado por todos sí se aproxima bastante a lo requerido por el parla mento para comenzar a iniciar el “comienzo del inicio del fin”.
En definitiva, en general se ha podido observar un cambio en los modos y las formas y también en las palabras, pero para cambio fundamental de palabras, en mi opinión, las que aparecen en el comunicado respecto al del 98. Sin entrar en ningunas profundidades me detengo en la sustitución del término “tregua indefinida” por “alto el fuego permanente” (que parecerá baladí pero que de eso no tiene nada a poco que nos adentremos un mínimo en el análisis de sus respectivos significados). Los del comunicado han conseguido que en todos, aunque no todos lo manifiesten abiertamente, se ilumine la luz de la esperanza que a plazo más largo que medio o corto nos lleve a vivir con nuestras miserias de toda la vida pero sin la espada de Damocles que supone el azote del terrorismo.
En este momento lo que todos esperamos es que cada uno de los antes nombrados sigan dando los pasos precisos y necesar
ios para conseguir el  fin tan deseado que, evidentemente y como reconocía el Presidente del Gobierno al jefe de la oposición, cuando inoportuna e impertinentemente fue interrumpido por el Presidente del Congreso en el pleno del día del comunicado, será el triunfo de todos; pues todos, cada uno en su momento, han luchado por librar al país de la lacra del terrorismo etarra, y todos han aportado algo positivo que ha hecho que nos encontremos en este punto de partida después de casi cuarenta años de sufrimiento.
Estos y otros cambios deberían influirnos de modo que seamos capaces de saber aceptar y comprender las más que probables meteduras de pata de algunos, los dardos envenenados de otros, los casi que seguros coletazos de los disconformes, como el precio, quizás no el único precio, que nos tengamos que pagar unos a otros para que la vida diaria de tantas personas vuelva a tener la tranquilidad que desde hace tanto no disfrutan.

Teodoro R. Martín de Molina. Marzo de 2006.