Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

colaboraciones      narrativa     romances    mis alumnos   enlaces   libro visitas   contactar  prensa digital  inicio  presentación

OPINIÓN

Botox

 

Acabo de ver en el telediario la figura del coronel Gadafi diciendo una serie de sinrazones respecto a los acontecimientos que están acaeciendo en Libia y de los que él, aunque intente culpar a otros, es el máximo responsable. Al ver su rostro acartonado, cuasi momificado, no he podido evitar que me vinieran a la mente los rostros de otros personajes que en estos últimos días han sido también noticia por motivos distintos a los del coronel, pero que, en cierta medida, guardan relación con el comportamiento del dictador libio: Silvio Berlusconi y José María Ruiz Mateos.

            Al igual que el lentisco, la perdiz o el boquerón, por lo que se ve, en los países mediterráneos, en sus bosques y sus aguas, parece abundar otro espécimen no tan inocente como los mentados, al que dentro de poco podremos comenzar a catalogar dentro de una nueva especie, aún sin nombre concreto, por su aspecto exterior y sus actuaciones. Son aficionados al uso del botox para tratar de engañar al tiempo y dar una imagen que en poco o en nada tiene que ver con lo que su interior esconde. Son personajes que, bajo el maquillaje que trata de ocultar el paso de los años, esconden un espíritu truculento con el que consiguen embaucar a todos aquellos incautos que una vez tras otra caen bajo el engaño de sus promesas y argucias. En el fondo sólo persiguen un beneficio personal sin tener en cuenta para nada los sentimientos de los que confiaron en ellos.

            Son egoístas en grado sumo, megalómanos a más no poder y se creen ombligos de cada uno de sus mundos, cuando moralmente no llegan ni a ser la pelusilla que suele depositarse en los tales ombligos. Han llegado a amasar tal cantidad de poder y de riquezas, no siempre por medios lícitos, que se creen invulnerables a las leyes de sus países e incluso a las propias leyes de la naturaleza humana. Cada uno, a su modo, actúa y hace uso de aquellos medios que tiene a su alcance para tratar de torcer el camino de las leyes, de la justicia y hasta del mismo destino, con el fin de permanecer en el vértice de la pirámide a la que se auparon y de la que no quieren bajarse por mucho que las circunstancias y las evidencias se lo aconsejen.

            Además de su afición por aparentar lo que no son, existe un hilo conductor o un lazo que los une a los tres y que no es otro que la afición por el dinero y el ansia de poder. Han sido y son máximos representantes de la demagogia y el populismo más exacerbado y con estos presupuestos se tratan de aferrar al poder que es el mejor modo de no perder la fortuna amasada a lo largo de su exitosa “carrera profesional”.

            De otro modo no se entiende que Gadafi, después de más de cuarenta años ejerciendo un poder sin control sobre el pueblo libio, no se percate de la ola de cambio que está inundando el norte de África y los demás países árabes, que le invita a dar el paso de sus homólogos tunecino y egipcio, dejando el poder en manos de los legítimos representantes del pueblo con el fin de conseguir el ejercicio de los más elementales derechos de la persona con el único fin de salir de la pobreza en la que viven la mayoría de los habitantes de su país; por el contrario está sembrando de cadáveres las calles de las ciudades donde los más débiles tratan de manifestar sus más que razonables demandas.

            Tampoco se entiende, si no es por parecida razón, la cantidad de triquiñuelas legales de las que ha hecho uso a lo largo de su trayectoria política el primer ministro italiano para que la justicia de su país no pueda alcanzar ni a rozarlo. Y eso que no han sido ni escasos ni pequeños los casos en los que se ha visto implicado “il cavalieri” hasta llegar a alcanzar los aspectos más abyectos del comportamiento del ser humano como es el último caso de la prostitución de menores, del que parece que por una vez tendrá que dar cuenta ante la justicia.

            Y ya para terminar ¿qué podemos decir del que más nos atañe? ¿Cómo es posible explicar que el superman de la mentira y el engaño haya hecho de nuevo caer a miles de personas en su panal de rica miel? Seguro que otra vez saldrá, como el del asador de Marbella, echando la culpa a los demonios de siempre. Y habrá muchos que le crean y que en la próxima entrega del culebrón de Rumasa volverán a caer ante el carisma y la verborrea de tan falso como nefasto empresario que va pidiendo dineros por ahí a unos y otros para guardarlos en su cartera y pasarse ésta de un bolsillo de la chaqueta a otro y después a uno del pantalón o al de la camisa, antes de emplearlo en su particular provecho para acabar, cómo no, achacando al gobierno de turno la desaparición de aquello que los “bienintencionados” le prestaron esperando alcanzar pingües beneficios a cambio.

            Detrás de todos estos momios están, además de ellos mismos y todo su séquito, otros culpables que no son sino aquellos que se dejan embaucar por estos especímenes a los que por muchas veces que nos engañen, siempre se les sigue apoyando de uno u otro modo. Menos botox y más votos en contra de estos elementos es lo que hace falta.

            Bueno, lo del botox me la repampinfla.

 

Teodoro R. Martín de Molina. 22 de febrero de 2011.

 
<<VOLVER A OPINIÓN>>