Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"AYUNTAMIENTOS"
         

“A un panal de rica miel….” Algo así debe de ser un ayuntamiento cuando hay tanta mosca tránsfuga dispuesta a morir “…presas de patas en él”.
    Raro es el día en el que no nos desayunamos con una moción de censura en cualquier pueblo de la geografía española, en la que la traición de unos ayuda a llevar a cabo el relevo en los equipos de gobierno, y en las que en no pocas ocasiones aúnan sus votos fuerzas de ideologías diversas, sin importar mucho su afinidad, que parecen tener como fin único tratar de chupar hasta la última gota de miel que de los consistorios parece manar. También forman parte de estos grupos de dípteros, aquellos regidores que, inmersos en casos sub júdice o bajo sospechas más que evidentes, salen reforzados tras la celebración de los comicios correspondientes. Y digo esto porque, a renglón seguido, cabe señalar la no menos significativa aparición día sí y día también de la intervención de la justicia para sacar a la luz las corruptelas varias en las que se ven inmersos los regidores de otros tantos ayuntamientos de cualesquiera otros pueblos de nuestra geografía patria en los que algunos de estos especímenes campan a sus anchas.
    No es de extrañar, pues, el rechazo mayoritario que los ciudadanos muestran hacia la clase política visto lo visto y de acuerdo con lo que de las diligencias judiciales se desprende. Y aquí pagan todos, los políticos que de verdad se preocupan por una buena gestión de la cosa pública –que a mi entender son la mayoría– y aquellos pseudopolíticos que toman los ayuntamientos al asalto para su uso y provecho particular, como si la casa consistorial fuese su cortijo y sus conciudadanos meros peones que saben manejar perfectamente en el momento justo para que sus votos los aúpen a lo más alto de los cargos municipales y si no es así las mociones de censura correspondiente se encargarán de sentarlos en los sillones presidenciales o en los que se parte, y reparte, el bacalao, como se suele decir coloquialmente.
    Mas siendo todo lo anterior sorprendente, lo más sorprendente del hecho es que los ciudadanos de a pie, esos mismos que denostan, o dicen denostar, a los políticos, no son capaces –o no quieren serlo– de diferenciar el trigo de la paja y cuando llega el momento de depositar el voto en las urnas son como el  don “Erre que erre” de la película de Martínez Soria y vuelven a elegir a los mismos, padeciendo una amnesia total que les hace olvidar todos los tejemanejes llevados a cabo durante su mandato por tan singulares personajes. Así, legislatura tras legislatura se repiten casos iguales o similares: si anteayer fue Marbella o Benidorm, ayer fueron los pueblos del cinturón de Madrid o La Carolina, y hoy El Ejido o cualquier otro municipio. Aquí no hay distinción entre pequeños y grandes, quizás estos últimos, con más recursos y gentes más preparadas, son capaces de eludir mejor las fiscalizaciones de las instituciones y tribunales, mientras que los pequeños, donde el personal es más de andar por casa, caen como las ante dichas moscas, atrapadas por el dulzor del rico manjar del dinero fácil y ajeno que se consigue sin el más mínimo esfuerzo y sin asomo de pudor.
    Podemos concluir como en la moraleja de la fábula de Samaniego: “Los humanos corazones /Perecen en las prisiones / Del vicio que los domina”. Por fortuna las metafóricas “prisiones” de la fábula a veces se convierten en prisiones reales para esos “políticos” dominados por la ambición personal a costa de lo público. Lo malo del asunto es que esos vicios suyos los pagamos, mientras permanecen en sus cargos, todos los ciudadanos: los que votan a unos y los que votan a otros, los partidarios de las mociones y los contrarios a las mismas. Por desgracia en no pocas ocasiones estamos al albur de de estos grandes manipuladores, demagogos y aprovechados que acuden a la política con propósitos tan poco recomendables como los que cada día vemos.
    Estos son los que salen a la luz, ¿qué diremos de los que quedan en las tinieblas?

Teodoro R. Martín de Molina. Octubre de 2009.
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