Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"A RÍO REVUELTO"         

Bajan procelosas y turbias las aguas de la política. Seguimos en la tónica de los últimos tiempos y no hay día en el que no nos levantemos con un nuevo caso de oscuros manejos en los despachos de los políticos o en los de los llamados “conseguidores”. Figura esta última que, si alguien no lo remedia, puede pasar a engrosar la nómina de nuevas profesiones con más futuro de nuestro país a la vista de los Correas, Alemanes o Luigis que parecen siempre adosados a los distintos casos de corrupción que salpican a la mayoría de los partidos políticos que nos gobiernan; a unos más y a otros menos dependiendo de la representación que ostentan en todo el territorio nacional: a más representación, como es lógico, mayor número de golfos en sus filas.
    Partiendo de la base de que dentro de todos los partidos políticos existen los inevitables garbanzos negros y de que los dirigentes de los mismos andan, por naturaleza, pésimos de reflejos y cuando reaccionan lo suelen hacer tarde y mal, bien podemos entender que al socaire del desprestigio de la clase política por mor de los sucesivos escándalos, broten como setas en lluvioso otoño esos grupúsculos que dicen estar al margen de todos esos tejemanejes de los políticos y se presentan ante el pueblo como sus salvadores, así como salvaguardas de los intereses de todos sus convecinos. De ese modo lo hicieron en su día los Giles en Marbella y toda la Costa de Sol, Serranías y el norte de África, o los Encisos del poniente almeriense, por citar dos de los casos de mayor notoriedad para nosotros los andaluces. Supongo que en Galicia estarán los apellidos de origen gallego como en Cataluña los de origen catalán, en Valencia los valencianos y así sucesivamente.
    Hoy por hoy y a nivel nacional ya parece claro que las grandes beneficiadas de todas las torpezas de los dos grandes partidos van a ser dos señoras: por un lado doña Abstención, y por otra doña Rosa Díez y su partido Progreso y Democracia. Está claro que estos últimos no han tocado aún la necesaria cota de poder para que sus miembros estén salpicados por los cotidianos escándalos, pero todo se andará.
    A nivel local no es de extrañar, como decía antes, que para las próximas municipales se disparen por todos los pueblos de España los grupos que vienen a solucionar los problemas en los que nos han metido los partidos políticos al uso; una vez que alcancen sus objetivos ya sabemos… más de lo mismo: si alcanzan mayorías suficientes, ancha es Castilla, si no la alcanzan, venderán sus votos al mejor postor y en todo caso harán valer sus votos para que con el paso del tiempo los ciudadanos nos volvamos a lamentar, y aquellos que todo lo saben digan el tan socorrido: «Ya se veía venir». Un “ya se veía venir” que no se pronuncia hasta momentos después de que la policía lleve ante los jueces a los implicados en las tramas de corruptelas varias casi siempre relacionadas con el urbanismo o las concesiones de obras y servicios municipales.
    Estos y no otros serán los pescadores avispados que sacarán ganancia del río revuelto en el que se está convirtiendo la política española por la ausencia de la perspicacia imprescindible por parte de los dirigentes políticos para detectar a tiempo y apartar de sus cargos sin perder ni un solo segundo a todos aquellos que en los corrillos del propio partido son conocidos por sus malas artes y su falta de escrúpulos al anteponer el bien privado y sus propios intereses al bien público.
    O los partidos van poniendo los suficientes diques de contención de modo que toda la broza se vaya quedando en el camino para que las aguas sigan su curso normal hasta llegar a la quietud del embalse final o, mucho me temo, a no mucho tardar veremos a nuestros municipios, comunidades y al país en general gobernados por los Berlusconis de turno que conseguirán una sociedad ajustada a sus intereses y en el que prevalecerá las fantasmadas sobre la seriedad y el buen hacer que a todo político se le debe de suponer, como el valor al soldado.
    No son pocas las ocasiones en las que, visto lo visto, llego a maliciarme que quizás sea eso lo que se pretenda por parte de los que, sin nosotros saberlo, mueven los hilos de esta nuestra, cada vez más singular, política.

Teodoro R. Martín de Molina. Noviembre de 2009.
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