ANTES Y AHORA
Desde siempre la política antiterrorista se había
distinguido en nuestro país porque en un lado se encontraban los
asesinos y en el otro el estado, representado por el gobierno con el apoyo
de todos los partidos democráticos. Parecerá mentira pero
ahora podemos echar en falta los llamados pactos de Ajuriaenea y de Madrid,
en su día tan denostados por algunos, en los que se daban cita y
tenían cabida todos los partidos del arco parlamentario del País
Vasco y de España. Era la época en la que los asesinos actuaban
con más frecuencia y tal vez por ello no les quedaba a los políticos
otro remedio que unir sus fuerzas para tratar de oponerse con todo el peso
de la unidad a aquellos que usaban la violencia como método para conseguir
sus fines. Ahora, como parece que su actividad ha disminuido un tanto, los
políticos aprovechan la ocasión para fomentar la desunión,
eso que tanto satisface a los depravados.
Tras el pacto de Estella en el que quedaron fuera, por motivos obvios,
los dos principales partidos del estado, vinieron el Pacto Antiterrorista
y la restrictiva Ley de Partidos, que contaron con el único apoyo
de los dos principales partidos del estado, también por motivos bastante
obvios.
Con la llegada de los socialistas al poder en las pasadas elecciones generales,
unos por otros y el Pacto Antiterrorista prácticamente se ha ido
al garete, no se han incorporado más partidos políticos, se
ha mantenido en la teoría pero en la práctica como si no existiese.
Ante ello cada una de las formaciones políticas ha echado mano de
su propia estrategia para tratar de sacar, algo que debería estar
prohibido por ley, tajada política del fenómeno terrorista.
A más, a los partidos políticos se les han unido colectivos
de índole diversa que también intervienen en el asunto cuando,
como siempre había sido, la política antiterrorista debería
estar plenamente consensuada y dirigida por el gobierno del estado, porque
si éste llevase a cabo la política o políticas que propone
la oposición, daríase el caso que sin formar gobierno gobernarían
aquellos que perdieron las elecciones, algo bastante absurdo por otro lado.
En este país nuestro, todos queremos ser seleccionadores nacionales
y cada uno tenemos una selección ideal. Algo parecido sucede con
la política antiterrorista, cada partido, cada colectivo, cada medio,
e incluso cada individuo parece tener la fórmula mágica que
acabaría con el terror. Claro, mientras tanto nuestra selección
nunca pasa de los cuartos de final y algo así sucede con la política
antiterrorista, que cuando parece que está a punto de conseguirse
la tan deseada paz, siempre existe el jugador gafado que falla el penalti,
el árbitro que nos anula el gol o un mal día del seleccionador
que no acierta con el once más adecuado. ¿No sería
más conveniente dejar al seleccionador (en este caso al gobierno)
que es el que, al menos en teoría, debe estar mejor y más
informado del estado de forma de todos y cada uno de sus jugadores y del
de los contrarios a que decida la táctica y el modo en el que afrontemos
con cierta garantía de éxito el asalto a las semifinales que
nos dé la posibilidad de alcanzar la final y quizás la victoria?
Siguiendo con el símil futbolístico, pienso que un poco de
juego limpio por parte de todos sería la mejor medicina contra el
cáncer que supone convivir con el terror en nuestra sociedad desde
hace más de treinta años.
No creo que sea mucho pedirle a la oposición que, en materia antiterrorista,
actúe de igual modo que el actual partido del gobierno lo hizo mientras
estuvo en la oposición; tampoco creo que sea pedir mucho a las víctimas
del terrorismo que actúen de igual modo que lo hicieron cuando gobernaban
otros; igualmente pienso que no será mucho pedirle a los medios de
comunicación un tratamiento del tema antiterrorista como hasta el
pasado 14 de marzo de 2004 se tuvo; de igual modo no creo que sea mucho decirle
a la cúpula empresarial que diserte sobre economía y se deje
de otro tipo de discursos; a los abertzales que condenen de una vez por todas
la violencia y se dejen de reivindicaciones mientras suenen las bombas y
ellos las aplaudan; a los nacionalistas vascos que tengan paciencia y que
si ellos no están en la foto tampoco pasa nada; al gobierno que se
deje de predicar su optimismo y actúe con toda la firmeza que las
leyes permiten, también que no desaproveche la más mínima
ocasión para buscar la paz en los términos que se aprobó
en el Congreso y que no se deje amedrentar por los dimes y diretes interesados
de unos y otros, ni por los coletazos del monstruo; a éste también
me atrevo a decirle que haga caso al parlamento español y a lo que
demanda la sociedad, que abandone la violencia y entregue las armas para
que podamos disfrutar del partido de la final en el
que, por fin, todos nos alcemos con la victoria, que, en mi opinión,
no es preciso que sea aplastante, yo con ganar por la mínima me conformo.
Teodoro R. Martín de Molina. Marzo de 2006