Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

ANTES Y AHORA

Desde siempre la política antiterrorista se había distinguido en nuestro país porque en un lado se encontraban los asesinos y en el otro el estado, representado por el gobierno con el apoyo de todos los partidos democráticos. Parecerá mentira pero ahora podemos echar en falta los llamados pactos de Ajuriaenea y de Madrid, en su día tan denostados por algunos, en los que se daban cita y tenían cabida todos los partidos del arco parlamentario del País Vasco y de España. Era la época en la que los asesinos actuaban con más frecuencia y tal vez por ello no les quedaba a los políticos otro remedio que unir sus fuerzas para tratar de oponerse con todo el peso de la unidad a aquellos que usaban la violencia como método para conseguir sus fines. Ahora, como parece que su actividad ha disminuido un tanto, los políticos aprovechan la ocasión para fomentar la desunión, eso que tanto satisface a los depravados.
Tras el pacto de Estella en el que quedaron fuera, por motivos obvios, los dos principales partidos del estado, vinieron el Pacto Antiterrorista y la restrictiva Ley de Partidos, que contaron con el único apoyo de los dos principales partidos del estado, también por motivos bastante obvios.
Con la llegada de los socialistas al poder en las pasadas elecciones generales, unos por otros y el Pacto Antiterrorista prácticamente se ha ido al garete, no se han incorporado más partidos políticos, se ha mantenido en la teoría pero en la práctica como si no existiese. Ante ello cada una de las formaciones políticas ha echado mano de su propia estrategia para tratar de sacar, algo que debería estar prohibido por ley, tajada política del fenómeno terrorista. A más, a los partidos políticos se les han unido colectivos de índole diversa que también intervienen en el asunto cuando, como siempre había sido, la política antiterrorista debería estar plenamente consensuada y dirigida por el gobierno del estado, porque si éste llevase a cabo la política o políticas que propone la oposición, daríase el caso que sin formar gobierno gobernarían aquellos que perdieron las elecciones, algo bastante absurdo por otro lado.
En este país nuestro, todos queremos ser seleccionadores nacionales y cada uno tenemos una selección ideal. Algo parecido sucede con la política antiterrorista, cada partido, cada colectivo, cada medio, e incluso cada individuo parece tener la fórmula mágica que acabaría con el terror. Claro, mientras tanto nuestra selección nunca pasa de los cuartos de final y algo así sucede con la política antiterrorista, que cuando parece que está a punto de conseguirse la tan deseada paz, siempre existe el jugador gafado que falla el penalti, el árbitro que nos anula el gol o un mal día del seleccionador que no acierta con el once más adecuado. ¿No sería más conveniente dejar al seleccionador (en este caso al gobierno) que es el que, al menos en teoría, debe estar mejor y más informado del estado de forma de todos y cada uno de sus jugadores y del de los contrarios a que decida la táctica y el modo en el que afrontemos con cierta garantía de éxito el asalto a las semifinales que nos dé la posibilidad de alcanzar la final y quizás la victoria? Siguiendo con el símil futbolístico, pienso que un poco de juego limpio por parte de todos sería la mejor medicina contra el cáncer que supone convivir con el terror en nuestra sociedad desde hace más de treinta años.
No creo que sea mucho pedirle a la oposición que, en materia antiterrorista, actúe de igual modo que el actual partido del gobierno lo hizo mientras estuvo en la oposición; tampoco creo que sea pedir mucho a las víctimas del terrorismo que actúen de igual modo que lo hicieron cuando gobernaban otros; igualmente pienso que no será mucho pedirle a los medios de comunicación un tratamiento del tema antiterrorista como hasta el pasado 14 de marzo de 2004 se tuvo; de igual modo no creo que sea mucho decirle a la cúpula empresarial que diserte sobre economía y se deje de otro tipo de discursos; a los abertzales que condenen de una vez por todas la violencia y se dejen de reivindicaciones mientras suenen las bombas y ellos las aplaudan; a los nacionalistas vascos que tengan paciencia y que si ellos no están en la foto tampoco pasa nada; al gobierno que se deje de predicar su optimismo y actúe con toda la firmeza que las leyes permiten, también que no desaproveche la más mínima ocasión para buscar la paz en los términos que se aprobó en el Congreso y que no se deje amedrentar por los dimes y diretes interesados de unos y otros, ni por los coletazos del monstruo; a éste también me atrevo a decirle que haga caso al parlamento español y a lo que demanda la sociedad, que abandone la violencia y entregue las armas para que podamos disfrutar del partido
de la final en el que, por fin, todos nos alcemos con la victoria, que, en  mi opinión, no es preciso que sea aplastante, yo con ganar por la mínima me conformo.

Teodoro R. Martín de Molina. Marzo de 2006