Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

OPINIÓN

Anestesiados

  

Cuando despertemos, si es que llegamos a hacerlo, ya veremos si es niño o es niña, la barriga que queriendo sin querer nos están haciendo. Habrán utilizado la epidural o la general, no lo sabremos muy bien pero seguro que aquella más acorde con la época de austeridad en la que estamos inmersos.

 

            No creo que haya existido un momento más adecuado para que los docentes en bloque hubieran hecho un seguimiento masivo de la convocatoria de huelga que el del pasado 22 de mayo. La mayoría, por motivos que cada uno de ellos sabrá, no secundaron el paro. Los que mandan y nos manejan a su antojo habrán vuelto a tomar nota y, vista la respuesta del colectivo, verán que sus actuaciones van por buen camino. El camino que inevitablemente llevará a un mayor deterioro de la educación pública a todos los niveles.

Los motivos por los que se convocaba la huelga en su conjunto y tomados de uno en uno eran más que justificación suficiente para que los docentes con algo de sensibilidad social y dignidad profesional se hubiesen adherido, pero por lo visto estos son conceptos que en la actualidad están en desuso o de capa caída. Parece ser que los propios padres, los alumnos y el personal de administración están más concienciados del deterioro que van a suponer las medidas tendentes a la ampliación de jornada, reducción de salarios, aumento de ratio, encarecimiento de tasas, eliminación de ayudas, modificación de contenidos, anulación de convocatorias de empleo, etc., que los propios docentes. Todas ellas, y las que se guardan bajo la manga, son un golpe mortal para la educación universal y gratuita. No tardaremos mucho en ver cómo los pocos peldaños que se habían conseguido escalar en nuestro país en materia educativa, se convertirán en una resbalera −“resbaleta” decíamos en mi pueblo− por la que todos los logros, que no son poco a pesar de lo que algunos se empeñan en publicar, bajarán a toda prisa hasta alcanzar el nivel, tan deseado por algunos, de nuestra época juvenil: sólo estudiarán los que tengan medios y capacidades, de estos últimos no todos.

Siempre han existido aquellos que jamás iban a una huelga, pero que jamás renunciaron a los logros conseguidos por medio de ellas, ya fueren económicos o de otro tipo, pero eran los menos, eran la excepción que confirmaba la regla. Ahora ocurre al contrario la regla la confirman los pocos que secundan las huelgas. Me parece estar viendo salas de profesores repletas de ellos porque no tenían alumnado al que atender, estos sí estaban de huelga. Y la pena es que los motivos en muchas ocasiones son intereses personales antepuestos a los intereses del colectivo o de toda la sociedad: los euros que te detraen del sueldo o, como me decía un compañero el otro día, “si yo voy y fulanito/a no, me adelanta en la lista de interinos por haber trabajado un día más”, al final no trabajará ni uno ni otro y a algunos le detraerán no sólo el sueldo de un día sino los complementos de toda la vida o el sueldo al completo porque también prescindan de él o ella.

No son los docentes rara avis en estos tiempos que corren. Algo parecido pasa en la sanidad, la investigación, el funcionariado en general e incluso en los sectores obreros más sensibilizados. Si miramos a las últimas convocatorias de huelga, tanto a nivel general como sectorial, el seguimiento por parte de los trabajadores ha dejado en todos los casos mucho que desear. Ya pasó en la huelga general contra la reforma laboral de Zapatero y ha vuelto a suceder en la que se le ha hecho a Rajoy. Las movilizaciones en forma de manifestaciones parecen haber tenido una mejor acogida por parte de la ciudadanía en general, aunque por ejemplo, las convocatorias del 15M, han estado bastante descafeinadas, para qué engañarnos.

Y ¿qué está pasando? Aquí viene a cuento el título que encabeza este artículo. Nos están anestesiando. Desde hace un tiempo, los que se autodenominan gente de orden o gente de bien están tratando de minar, como arador de la sarna, todo el tejido social del país. Desde las tribunas de la derecha política y mediática se ha ido insuflando en primer lugar el miedo en la generalidad de la población, presentándonos como inevitable aquello que podía evitarse o cómo única solución las medidas que adoptaban sin dejarnos ni tan siquiera pensar que podían existir otras y asustándonos con males mayores si no se hace lo que ellos propugnan. Tras atemorizar a la ciudadanía, pasaron al segundo estadio, el de la comprensión y la resignación. Vamos a hacer lo que tenemos que hacer y las cosas son así o así, porque no nos queda más remedio y lo hacemos o lo hacemos porque esto es lo que hay que hacer. El pueblo sabrá entender lo que estamos haciendo porque, entre otras cosas, es para su propio beneficio, nos vienen a decir.

Tras esas dos etapas, nos encontramos ahora en el estado de inconsciencia que produce la anestesia y en el que deambulamos como zombis sin enterarnos muy bien de lo que pasa a nuestro alrededor, sin ser capaces de reaccionar ante las sangrantes situaciones que día a día se nos presentan como lo mejor de lo mejor o, en otras ocasiones, como lo necesario. Así el rescate de Bankia, su génesis, desarrollo y solución, sólo lo contestan los más belicosos; la condena al ex presidente de la CEOE, nada más y nada menos, por saquear sus compañías y enviar al paro a todos sus trabajadores, pasa prácticamente desapercibida; la absolución de Botín por evasión fiscal, o el insólito resultado de la declaración de la renta de Florentino Pérez  en el 2009 (49€ a ingresar), sólo merecen una breve reseña de agencias, etc, etc, etc,.

 

 Los más valentones le diremos al gobierno como aquel del chiste al que le dieron una sonora bofetada:

−Esto no va a quedar así.

El gobierno, evidentemente, nos contestará:

−No, señor, esto se hincha.

Y nosotros como buenos chicos, medio somnolientos y con el rabo entre las piernas, entonaremos un sumiso amén.

Teodoro R. Martín de Molina. 28 de mayo de 2012

<<VOLVER A OPINIÓN>>