Ambivalencia
Dentro de un par de días estamos llamados a una huelga general. Dicen los sindicatos que en contra de la reforma laboral que hace poco fue aprobada en el Congreso con los votos del partido en el gobierno y la abstención de otros grupos a los que la misma les parecía corta. Otros que la apoyan dicen que en contra de la política económica del gobierno en general, y hay quienes lo hacen porque piensan que va en contra de aquellos que en realidad han provocado la actual situación de crisis en la que nos encontramos y que no son otros que el capital y los especuladores que, como siempre, hacen pagar a los trabajadores los platos rotos en el fregadero de sus ambiciones. En general el número de colectivos que la apoyan son tan variopintos como, en consecuencia, deben de ser los motivos que les llevan a ello, pues van desde la CNT hasta la Iglesia Católica, o desde el ex presidente del Barça a Jueces para la Democracia. Ya sabemos: “A río revuelto…”. Por lo visto y oído, es ésta una huelga que no se sabe muy bien contra quien va dirigida y que cuenta con defensores y detractores, que tampoco se sabe muy bien por qué la defienden o por qué la censuran. Nunca hasta ahora una huelga había puesto de manifiesto una tan clara ambivalencia por parte de los distintos grupos políticos y sociales de nuestro país, pues, por un lado, la mayoría de ellos parecen estar deseando que sea un éxito, al tiempo que se sentirían más que satisfechos si su resultado final fuese un rotundo fracaso. Al gobierno parece que le produce terror el hecho de que la huelga triunfe y, una vez más, todas las críticas se ceben con él por su incapacidad para evitar la fractura social que toda huelga de este tipo conlleva. Por otro lado su fracaso supondría un desgaste tal de las fuerzas sindicales que, en cierta medida, dejaría seriamente tocado a unos de los pilares en los que se basa nuestra democracia y a los que un gobierno de izquierda siempre ha tenido como referente y apoyo. A estos, los sindicatos, les ocurre tres cuartos de lo mismo, no saben qué resultará ser mejor, si paralizar al país totalmente, lo que supondría un duro golpe para el gobierno socialista que pondría más cerca de Moncloa a la derecha española, o el caso opuesto que, como queda dicho, sería un golpe muy duro del que tardarían mucho en recuperarse. Así que tanto gobierno como los sindicatos convocantes parecen estar rezando a sus respectivos patronos para que la cosa no sea muy seria, pero que al mismo tiempo no quede todo en agua de borrajas, de tal modo que si resulta que “ni chicha ni limoná”, todos contentos. Por su parte la derecha representada por el Partido Popular, el empresariado y el innumerable elenco de firmas y voces que cada día se asoman a los cada vez más envalentonados medios de comunicación que jalean y aplauden las políticas más ultra-neo-conservadoras de nuestro país (de dónde saldrá tanto plumilla con tanto veneno dentro y con tantas posibilidades de darlo a conocer), parece que lo tiene bastante claro: ellos son los únicos beneficiarios de la huelga general. Suceda lo que suceda tienen el éxito asegurado. Si la huelga triunfa, palos al gobierno, si fracasa, a los sindicatos. Es evidente que ninguno de ellos son santos de sus devociones. Mientras tanto se mueven en un mar de dudas manifestando una cosa y su contraria, animado de modo taimado a secundarla, para en otros discursos mostrar su desacuerdo con ella, sería muy fuerte (como dicen los jóvenes) que los que nunca fueron a una huelga, ahora la apoyasen. Uno, que no logra escapar al ambiente de esta sociedad en la que se mueve, también se andaba con dudas más o menos razonables en cuanto a lo que hacer, aunque en definitiva me decanto por no secundarla, puesto que viendo lo que veo y palpando el ambiente, me da la impresión de que, independientemente del resultado y en las actuales circunstancias, los únicos posibles damnificados van a ser el gobierno, los propios convocantes y aquellos que la secunden; y los únicos beneficiarios de la misma van a ser los de siempre, aquellos que jamás se mojaron (salve sea la parte) por nada ni por nadie y siempre estuvieron dispuestos a que otros les sacaran las castañas del fuego y a poner la mano para recoger los beneficios colaterales. No, no estoy dispuesto a hacerle el juego en ningún caso a los que sólo pretenden el desgaste del gobierno y cuanto más mejor, y esa es la única consecuencia que desde mi particular punto de vista puede derivarse de la huelga de pasado mañana.
Teodoro R. Martín de Molina. 27 de septiembre de 2010. |