Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

OPINIÓN

 

Aconfesional

 

Aunque parezca que no es así: los parias de la opinión también nos imponemos en ocasiones lo que dan en llamar autocensura. Así me ha ocurrido con este artículo que tenía previsto publicar tras las conmemoraciones del 10º aniversario del 11M, pero que no lo hice por no hacerme pesado con un tema recurrente y que a personas de mi entorno más próximo pudiera ser que no les agradase demasiado.

         Mas si recurrente soy yo, hay otros que no me van a la zaga. Ellos son los que me hacen que hoy retome aquello que escribí, y que no llegué a publicar en su momento, con algunas pinceladas nuevas. Y me refiero a los que dirigen el cotarro de las conmemoraciones y hacen que lo que debieran ser celebraciones civiles se conviertan en confesionales y en concreto de una determinada confesión: la católica, dando pie a que el más retrógrado de todos los priostes del episcopado español tenga la oportunidad de volver a sembrar la insidia de la conspiración en los atentados del 11M -amén de tirar la piedra y esconder la mano-, y de sembrar el miedo y la enemistad entre los españoles aprovechando el púlpito al que el gobierno le ha subido con motivo de los funerales de estado por el expresidente Suárez.

         Yo, que aún me considero parte de los creyentes y miembro de la iglesia católica, en nada me he sentido ni me siento representado por el hasta hace unos días presidente de la conferencia episcopal española, ni por los prelados y aledaños que defienden tesis similares a las de aquél.

Ahora que tanto se defiende el espíritu de la transición y en los que a muchos se les llena la boca de constitución y más constitución, parece habérseles olvidado que en ella se declara la no confesionalidad del estado. Son aquellos mismos a los que les gustaría que las autoridades civiles volviesen a ir bajo palio, lo que, a su vez, le permitiría a las religiosas tener las puertas abiertas para hacer y deshacer a su antojo en los ámbitos de la política.

No sabemos cuándo llegará el día en el que se delimiten bien las dos parcelas: la política y la religiosa, y dejen de una vez por todas los políticos de gobernar de acuerdo con sus principios religiosos y los jerarcas de la iglesia católica de inmiscuirse en los asuntos civiles que sólo atañen a los políticos. Los unos debieran gobernar para la generalidad de los ciudadanos, en la que se encuentran los de todas las confesiones y los que no pertenecen a ninguna; y los otros tienen la obligación de orientar a sus feligreses pero no la de imponer sus dogmas a todos sin tener en cuenta la libertad de cada uno, consagrada también en la constitución.

Los políticos que legislen en el parlamento para todos y los prelados que prediquen en las iglesias para los que vayan a escucharlos. Sería de desear de que, de una vez por todas, se dejen de entremezclar ambas desempeños, que no confundan más los papeles que les vienen asignados por sus responsabilidades. Las conmemoraciones de estado que sean acordes con lo que dice la constitución: celebraciones aconfesionales en las que todos se puedan sentir representados por los poderes del estado que, según la constitución, emanan del pueblo español que es en el que reside la soberanía nacional.

Si por algún casual tuviésemos un ministro musulmán, hebreo, o de otra religión distinta de la católica ¿qué diríamos si propusiera leyes acorde con sus creencias? Y si para conmemorar el aniversario de cualquier evento estatal nos llevaran a una sinagoga o a una mezquita ¿qué pensaríamos? O si, simplemente porque entre otras cosas están en su derecho, viéramos en nuestras escuelas a un musulmán o a un hebreo dando clases de su religión a los alumnos que lo solicitaran ¿dónde pondrían algunos el grito? Todas estas situaciones se dan hoy en día en nuestro país, siempre protagonizadas por la iglesia católica o miembros del gobierno que profesan esa religión y aquí seguimos tan tranquilos.

Que Dios me perdone pero, por mucho que me hablen de mayorías sociales, esto no lo entiendo.

 

Teodoro R. Martín de Molina, 2 de abril de 2014.

<<VOLVER A OPINIÓN>>