Balcón. Salvador Martín. Click para ampliar                                        LA GACETA DE GAUCÍN
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USO DE RAZÓN.

Aunque el cuerpo me pide hablar, escribir, sobre el legislador compulsivo, la legislación a la carta, legislar de modo teledirigido, contra el reloj, o el legislador de ocasión, hecho, este último, también conocido como legislar apoyándose en encuestas o en los más variopintos sucesos recientes, algo que ha llevado a convertir las cámaras legislativas en un parlamento en el que lo que da sentido a su denominación casi nunca se llega a poner en práctica en los últimos tiempos (eso que antes se llamaba “rodillo” ahora, con menos escaños que aquellos, se ha convertido en “apisonadora recovequera”); bueno, pues como decía, aunque sobre todo eso es lo que me pide el cuerpo escribir, no lo voy a hacer. Tampoco hace falta que diga mucho más para que todos os hagáis una idea de por dónde irían los tiros.
No quiero acordarme del señor Álvarez Cascos ni de su ley del interés general o del descodificador que había que utilizar para ver la televisión digital, ni de las recentísimas modificaciones del código penal (aprovechando que pasaba por la pescadería compré un trozo de jabón de sosa), ni del imitador o imitado Berlusconi, ni de los grandes hitos legislativos que han salpicado la política española en las gloriosas legislaturas del presidente por antonomasia.
Por la época en qué estamos voy a cambiar mi chip y escribiré sobre la Navidad.
Mas no quiero referirme al aspecto lúdico de la festividad, ni tan siquiera al religioso. No reseñaré el consumismo desenfrenado en el que andamos enganchados la reserva espiritual de occidente, y ya mismo de oriente, ni el mal trago que deben pasar esos días los militares destacados “en misión humanitaria” en Irak, ni el sufrimiento de sus familias en España, ni el uso propagandístico que, con total seguridad, harán del mismo el representante gubernamental de turno haciéndose fotos con la tropa en estos días o hablando por teléfono mientras dicha conversación es difundida a través de las ondas, etc, etc, etc.Como digo, tampoco detallaré nada de lo anterior.
Quiero recordar la Navidad de los que no teníamos uso de razón. Aquellas navidades en las que con tan poco disfrutábamos tanto (esto de cumplir años es un latazo), en las que “sólo” nos necesitábamos los unos a los otros: los padres a los hijos, los hermanos a los hermanos, los amigos a los amigos, y, si por casualidad disponíamos de algo extraordinario ¡de qué forma tan extraordinaria se compartía! Aunque lo que más se compartía ¡ni más, ni menos!, era la compañía, la alegría, las fatiguitas, las penas, la diversión…
Me gustaría que en estas fechas alejáramos el espíritu hipócrita y egoísta que en cierto modo, y con el paso de los años, se ha ido apoderando de nosotros, de nuestra sociedad. Alejarlo no sólo en estas fechas, desearía que el cachito de hombre bueno que todos llevamos dentro, incluso yo, emergiera e hiciera que nos comportásemos desde ahora hasta que lleguemos al  límbico estado de la senectud como aquellos diminutos seres sin uso de razón.

Teodoro R. Martín de Molina. Navidad, 2003.

P.D. Desde ese cachito de hombre bueno que, creo, aún me queda os deseo a todos unas felices navidades.