"UNA DE FÚTBOL"
Una vez concluidos los actos festivos por los triunfos deportivos y ascensos conseguidos por los equipos de fútbol de las distintas ciudades agraciadas y las consiguientes veladas de duelo en aquellas otras ciudades que se quedaron al borde del ascenso o que, desgraciadamente para ellas, sus equipos descendieron de categoría o perdieron los ansiados títulos, bien podemos, a falta de algo más novedoso, dedicar unos cuentos párrafos a este fenómeno que antes decíamos que era, junto a los toros, el opio del pueblo que nos proporcionaba el franquismo, y que hoy en día no sabemos muy bien a quien echarle las culpas, pero que es evidente que se extiende desde los pueblos más pequeños a las ciudades más populosas incluso, me atrevería a decir, con más vehemencia y virulencia que en aquellos entonces. No sé qué tipo de fiebre es la que afecta a los seguidores de los equipos de fútbol para que se produzcan actos tan multitudinarios como las celebraciones en Barcelona por los sucesivos títulos del equipo que lleva el nombre de la ciudad, o como la manifestación en Sevilla en contra del propietario del Betis, en el que se dieron cita la crem de la crem del todo Sevilla del espectáculo, de la información y de los negocios, en un extraño maridaje en el que tenían cabida todos aquellos que demostraran su amor por los colores verdiblancos y su odio por el señor Ruiz de Lopera. Todo esto a menor escala se ha producido de igual modo en los pueblos donde sus equipos ascendieron a regional preferente, si es que aún existe esa categoría, o aquellos que descendieron a tercera división lo cual lleva al ostracismo más profundo al pueblo o ciudad del equipo en cuestión. En mi modesto entender, todo ello es producto del mimetismo que producen los estereotipos de clubes que tenemos como escaparate permanente en todos los medios de comunicación y que un día tras otros, estos medios, se encargan de transmitirnos hasta el más mínimo detalle de la vida y milagros de sus deportistas, dirigentes y aficionados en general. Los pequeños no queremos ser menos que los grandes y en cuanto tenemos oportunidad lo demostramos y lo ponemos a las claras para que todo el mundo sepa y conozca de lo que es capaz nuestro equipo ya sea en sentido positivo o negativo y así se ven en pueblos pequeñísimos a los aficionados de turno bañarse en sus fuentes, con los correspondientes desmanes, si no no se podría considerar celebración, o las pintadas y ofensas varias en contra de los componentes del equipo o sus dirigentes. Así estos aficionados, como sus hermanos mayores, se desahogan y se quedan tan contentos después de haberlo manifestado a los cuatro vientos. Lo único que nos falta es que el “maravilloso” ejemplo que nos está dando el Real Madrid con su presidente a la cabeza respecto a la política de fichajes cunda entre los demás equipos y veamos de nuevo como se entrampan hasta las cejas los equipos de todas las ciudades para que finalmente sean los dineros públicos, de forma clara o subrepticia, los que tengan que hacerse cargo de las deudas que los dirigentes deportivos han ido generando con su irresponsable modo de gestionar. No quiero entrar a valorar la indecencia que supone para el común de los mortales las mareantes cifras que el prepotente magnate Sr. Pérez está poniendo sobre la mesa y en las cuentas corrientes de clubes y futbolistas para hacerse con los servicios de las llamadas estrellas del balompié. Creo que con el dinero invertido en cualquiera de los últimos fichajes del equipo blanco, podía haber contratado a la totalidad del equipo estadounidense que ha quedado subcampeón en la recién concluida copa de confederaciones, bien está que estos muchachos no venderían ni un centésima parte de lo que lo harán los Ronaldo, Kaká y compañía, y que, al parecer, es de lo que se trata: el triunfo comercial por encima del triunfo deportivo. Así les va a algunos, en todos los sentidos. Teodoro R. Martín de Molina. Julio
de 2009.
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