Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"TOCAMIENTOS"
   
    –Ave María Purísima.
    –Sin pecado concebida.
    –Padre, me acuso de haber tenido pensamientos y deseos impuros.
    –¿Se han quedado sólo en eso? ¿Han existido tocamientos?

    Éste  pudiera ser el comienzo de una confesión al uso de aquellos años en los que, con una frecuencia hoy desconocida, nos acercábamos al confesionario para recibir el sacramento de la penitencia. En esos tiempos, siendo malo lo de los pensamientos y deseos, lo de los tocamientos, propios o ajenos, era lo peor de lo peor.
    Esos tocamientos, por los que preguntaba el confesor, siempre tenían que ver con el sexto mandamiento, el referido a los “actos impuros”. Entonces, teníamos como tales a los relacionados con el sexo fuera de lo establecido por la doctrina de la iglesia.
    Los tocamientos a los que me quiero referir hoy,  también son actos impuros aunque, que yo sepa, no están relacionados con el sexo y, bajo mi punto de vista, muchísimo más graves, incomparablemente más graves que aquellos.
    Después de una semana en la que se celebraron las elecciones municipales y a siete días vista de la elección de alcalde en los distintos municipios, no es extraño oír comentarios en las tertulias de amigos y tabernas acerca de los “tocamientos” sufridos por algunos de los miembros de candidaturas minoritarias por parte del partido, o personas cercanas a él, que habiendo obtenido el mayor número de votos no tiene opción de formar gobierno.
    Y no es que se hable por hablar, en muchos casos se habla desde experiencias anteriores y recientes, pues es un hecho constatado que a lo largo de todos los procesos electorales habidos en nuestro país, cuando las mayorías han dependido de la voluntad de una persona, en muchas ocasiones han existido por parte de la fuerza política que necesitaba de ese voto los “tocamientos” oportunos a las personas más “sensibles” del otro o de los otros grupos sabiendo encontrar aquello que era el título del famoso concurso de televisión que hiciera el desaparecido Joaquín Prat, aquel de “A jugar…”, y del que se dice que todos tenemos uno.
    ¿Qué habrá en juego para que unos compren voluntades y haya quienes se dejen comprar? ¿Con qué tipo de personas estamos tratando para que la dignidad pueda comprarse/venderse por un puñado de monedas? No debe de ser pequeño el puñado cuando existen esos tejemanejes que todos hemos visto tanto en grandes ciudades como en municipios pequeños. ¿Será eso que dan en llamar la erótica del poder? Mucho me temo que por mucha lascivia que tenga el poder detrás de todo ello no está nada más que el aspecto crematístico, de otro modo es inconcebible llegar a ofrecer las cantidades que, dicen las malas lenguas, se ofrecen a los judas que se quieran dejar comprar.
    Probablemente, la mayoría de estos urdidores de mayorías a base de talón no pasarán por el confesionario y, por tanto, no tendrán que hablar de pensamientos y deseos impuros que de modo natural llevaría al sacerdote a la comprometida pregunta referida a los tocamientos.
    Desde aquí, visto lo visto y presumiendo lo que nos quedará por ver, quiero hacer resaltar el valor moral y ético de todas aquellas personas que saben aceptar sin más lo que las urnas y la voluntad del pueblo, a través de sus representantes, han decidido, y sobre todo, a aquellos que tras haber sido “tocados” han sabido resistir la tentación y ser dignos representantes de los muchos o pocos votos que hayan recibido. Estos no precisarán pasar por el confesionario y, probablemente,  sus paisanos sabrán premiarlos en futuras citas electorales.

Teodoro R. Martín de Molina. Junio, 2007



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