Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"TIEMPOS DE SHOWS"
     
       El Presidente de la República Francesa, a diferencia de sus colegas del entorno democrático europeo, es un híbrido entre jefe de estado y primer ministro que hace de él un espécimen particular de la clase política europea. Si ya por lo dicho resulta sui géneris, qué decir si el que ostenta tal dignidad es un tipo como monsieur  Sarkozy.
    A lo largo de toda su carrera política siempre se distinguió por ser un personaje harto peculiar en sus modos y en sus métodos. Tuvo la habilidad de atraerse a la mayoría de los votos de la ultraderecha de Le Pen, y, una vez en el poder, llevarse a su gobierno a algunos característicos personajes de la izquierda socialista francesa. Un auténtico malabarista que ha arañado de aquí y de allá y ante el que muchos, independientemente de sus ideas, parecen sentirse fascinados. Desde que alcanzó la presidencia su labor política, si exceptuamos la ley que endurece el reagrupamiento familiar a los emigrantes –él, siendo de origen húngaro, se distingue sobremanera por la dureza con la que siempre trata a los inmigrantes– y aquellas que acababan con algunos privilegios de funcionarios y ferroviarios, poco más ha trascendido.
    Sin embargo, parece haberse dedicado a estar presente en los medios de comunicación con sus actuaciones estelares más próximas a lo que entendemos como un show man que a las de un estadista. De ese modo nos sorprendió dejando con la palabra en la boca a una periodista que se atrevió a preguntarle por su vida privada en una entrevista en la CBS. Estaba a punto de producirse el desenlace de su unión matrimonial con Cecilia, a la que mandó a Libia para que intercediera y liberara a las enfermeras búlgaras acusadas de contagiar el SIDA a casi 500 niños. Luego iría Gadafi a París a cobrar el rescate. Más adelante nos hizo su gran exhibición acudiendo al Chad a salvar a los que ya estaban salvados, a los condenados se los ha llevado a su país a que cumplan allí los trabajos forzados que le impusieron los tribunales de la ex colonia francesa. Por esa época debió conocer a su actual novia y, al parecer, futura primera dama, Carla Bruni.
    Si tras salir elegido presidente se marchó con su anterior esposa a un crucero pagado por un amigo multimillonario, ahora debe haber pensado que su futura, el hijo de ésta y la mamma no podían ser menos y, también invitado por un amigo multimillonario, con ellos se ha presentado en prime time ante todos los espectadores del mundo, dando ejemplo de desparpajo visitando de modo oficial-privado los principales lugares turísticos de Egipto y Jordania.
    En medio de todo este jaleo de faldas, tuvo tiempo de recibir al otro fenómeno de los medios: el presidente venezolano Chávez, con el fin de conseguir la foto de la liberación de la candidata colombiana de origen francés secuestrada por las FARC. Cuando ello no pudo ser, se unió a toda la parafernalia de políticos, periodistas y cineastas que iban al rescate de otros secuestrados que también supuso un fiasco para desgracia de estos y vergüenza de todos los que pretendían sacar provecho propagandístico de su liberación.
    Ante todo este “glamour” que rodea al presidente francés yo, españolito de a pie, me pregunto qué pasaría en España si estas cosas las llevase a cabo nuestro presidente de gobierno. Creo que todos podemos adivinar las portadas de los periódicos, las informaciones de radio y televisión, los comentarios en tertulias y derivados, y seguro que tampoco faltaría el show en día festivo que en la Plaza de Oriente aglutinaría a los obispos y sus fieles en defensa del noviazgo tradicional, u otra loable y beatífica causa.


    Teodoro R. Martín de Molina. Enero de 2008

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