Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

Tiempos de romper la baraja.

Una vez concluida la primera parte del debate del estado de la nación de la pasada semana, los instigadores de la política del PP, sobre
todo los predicadores matutinos y sus correligionarios de la letra impresa diaria, se ensañaron con la comedida postura mantenida en el debate por Rajoy respecto a la política antiterrorista del gobierno y sobre todo al llamado proceso de paz. Lo pusieron de vuelta y media, de hoja de perejil y lo llamaron a capítulo. Una semana después, bajo la excusa del anuncio de que el PSE se va a entrevistar con la  izquierda abertzale, don Mariano se ha dirigido a los españoles en los términos que los que le presionan querían oír (de Acebes, no hablamos). Ha roto la baraja y le ha dado a Zapatero y a su política al respecto, un portazo en las narices.
Cuando se rompe la baraja es bien porque se llevan las de perder o bien porque se piensa que el contrario hace trampas. Cada uno puede pensar en el caso que nos ocupa aquello que más convenga a sus planteamientos previos, yo me inclino por la primera de las hipótesis. No es que el señor Rajoy perdiera, que lo perdió, el debate con el presidente del gobierno, sino que ha perdido después del mismo la credibilidad entre aquellos, que aunque nunca confiaron en él, lo han apoyado desde que lo nombrara el señor Aznar su sucesor al frente de las huestes de don Pelayo.
Al saberse derrotado y al sentirse descalificado por aquellos que debían defenderlo, se ha asido como a clavo ardiendo al anuncio del PSE, posteriormente refrendado por el presidente en el congreso. Los sectores más radicales dentro del PP, dentro de los mass media y dentro de la AVT y otras asociaciones relacionadas con las víctimas se han salido con la suya y han conseguido aquello que desde un primer momento deseaban, estar fuera y no colaborar en nada con algo que tuviese que ver con cualquier atisbo de pacificación del país vasco, que no sea una derrota y rendición total y sin condiciones de los terroristas y de todo su entorno, y si fuese posible de los cientos de miles de sus votantes. Siempre se han mostrado reticentes a todo tipo de cooperación, pues no han cesado de poner peros a todo aquello que según sus criterios son cesiones del gobierno a los etarras y a sus adláteres, desde las actuaciones de los fiscales, las decisiones de los tribunales que a ellos no les parecen acordes a lo que debe ser, las declaraciones de aquellos o de estos, etc, etc. Estaban deseando dejar al gobierno sin su compañía y ya lo han hecho. Se habrán quedado descansando.
A partir de ahora, a seguir con el anuncio de los terribles males que aquejarán a nuestro país debido a la deslealtad del gobierno, del partido que lo sustenta y de todos aquellos que no se acojan bajo las siglas y los eslóganes del PP, la AVT y sus corifeos. Su estrategia es incompatible con cualquier atisbo de avance, pues todo paso que dé o intente dar el gobierno será contestado desde estos sectores como una nueva cesión del gobierno a los postulados de ETA, y dan por sentado que el estado se inclinará, si ya no lo ha hecho, ante las reivindicaciones del mundo abertzale. De nada le valen al gobierno sus manifestaciones y desmentidos, ellos prefieren creer y propalar lo que les interesa, es decir, el alarmismo más abyecto, que lo es tal por mal intencionado.
Estos tiempos son propios para romper la baraja, para eliminar cualquier lazo de unión, por leve que sea, que pueda existir entre los dos grandes partidos del país. No son los tiempos dorados aquellos en los que el señor Aznar consideraba a ETA como el Movimiento de Liberación Vasco, sin que nadie se rasgase sus vestiduras. Aquellos en los que se acercaban cientos de presos  etarras al País Vasco, sin que nadie rociase su cabeza con ceniza. Tiempos pasados en los que los jueces y fiscales actuaban de acuerdo con el momento político del momento, sin que nadie los llamase esbirros del poder. Tiempos perfectos en los que las asociaciones de víctimas del terrorismo no se pronunciaban sobre las actuaciones del gobierno, sin que nadie buscase eslóganes que pudieran herir a todo aquel que buscaba el fin de la violencia. Tiempos en los que la dirección de la lucha contra el terror y la búsqueda de una solución jamás se cuestionaba por ningún partido del arco parlamentario, sin que por ello nadie se sintiese menos que los que ostentaban el poder. Tiempos en los que se hablaba con los batasunos y hasta con los etarras, sin que nadie hiciera reproche de esa actuación. Tiempos, en definitiva, en los que se fracasó en el intento y en los que nadie utilizó ese fracaso como arma arrojadiza contra el partido en el poder, ni como fundamento
electoral para conseguir un puñado de votos.
Aquellos eran otros tiempos. No eran tiempos de romper barajas. Estos, sin embargo, sí lo son, y por ello el PP se ha aprestado a hacerlo en cuanto la ocasión se le ha presentado (mucho duró el apoyo, siempre condicionado, al gobierno), pero soy de los que piensan que el señor Rajoy, (del que yo, en cierta medida, aún espero una rectificación en su actitud), es rehén de sus propios correligionarios y de aquellos que los sustentan, aunque sea a regañadientes, y no sería de extrañar que si de nuevo volviera a darle un voto de confianza al gobierno sobre éste o cualquier otro asunto, serían sus propios compañeros los que rompieran la baraja en el juego que se traen con su “jefe de filas”.
Teodoro R. Martín de Molina. Junio-2006


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