Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

colaboraciones     narrativa    romances   mis alumnos  enlaces   libro visitas   contactar   inicio  presentación

OPINIÓN

EL TELETEXTO

Cada vez me cuesta más trabajo ponerme a escribir acerca de lo inmediato, por ello siento gran admiración por los profesionales que día a día tienen que hablar, escribir u opinar sobre lo que está sucediendo o lo que acaba de suceder. La perspectiva temporal te aporta un distanciamiento que hace que tu opinión o comentario se aproxime algo más a aquello que algunos pueden entender por un juicio objetivo o equidistante y en el que yo poco o nada creo, mas tampoco soporto la descarada subjetividad de aquellos que se esconden bajo las más falsa de las objetividades o independencias.
Mi admiración por los opinadores de cada día no es realmente por el trabajo que realizan, sino por la capacidad que tienen para ir acomodando sus reflexiones sobre el asunto que sea, da igual, a los intereses que defienden, bien per se, bien por imperativo de la empresa a la que prestan sus servicios. Y más me admira aún como, independientemente del giro que vayan tomando los acontecimientos, ellos van dirigiendo sus púas hacia el mismo trompo que baila enhiesto o dando cambaladas en el centro de la olla de la política. Y aún más, si ante los mismos hechos el color político del gobierno y de la oposición estuviesen cambiados, también sabrían ellos hacer la mudanza precisa para que sus patrocinadores y/o patrocinados jamás se sientan defraudados por tan prestigosas voces y plumas.
Cada uno de esos comentaristas que día a día arriman el ascua a su sardina, tratan de llevar el agua a su molino o “ni quitan ni ponen rey, pero siempre ayudan a su señor”, terminan convirtiéndose para este lector, oyente, espectador, en unos manipuladores de la realidad que deben de pensar que los que estamos a este lado carecemos de memoria y de criterio para llegar a tener nuestra propia visión de las situaciones de la actualidad.
De siempre me ha gustado oír y leer opiniones dispares, pero poco a poco me muestro más reacio a desayunarme, almorzar o cenar con la ponzoña amarga como la tuera de unos -por muy bendecida que esté-, o el simple veneno de otros -por mucho que traten de endulzarlo con chascarrillos, ocurrencias, y otras zarandajas-, y estoy a punto de caer bajo el opresor yugo de aquellos que en sus opiniones están más próximos a mi modo de pensar, de sentir y de razonar. 

Así vengo a coincidir con mi hermano mayor en su reflexión final, aparentemente banal o pasotista pero que la tozudez de los hechos la ratifican, cuando en un recentísimo artículo aparecido e n el Diario de Jaén,*constata la contrariedad que le supone la falta de equidad en las opiniones y nos viene a invitar a leer sólo al que sabe interpretar nuestros pensamientos.
Incluso yendo más lejos, yo casi estoy dispuesto a ni tan siquiera leer o escuchar a los de mi cuerda y pasar olímpicamente del momento en el que alguien comience a dar su parecer sobre éste o aquél asunto. Estoy dispuesto a leer, oír o ver sólo los titulares -y ya tragaré algo no deseado-, o mejor aún, refugiarme en el teletexto donde aquellos suelen ser más asépticos.
<<leer artículo>> *

Teodoro R. Martín de Molina. Octubre-2005.