Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"LAS SOBRAS"

      
    Me enviaba mi hermano mayor hace unos días un artículo, que después publicaría en su columna semanal de Ideal, acerca de las fiestas navideñas y el despilfarro que éstas suponen en las sociedades modernas como la nuestra. En uno de sus párrafos se quejaba de tener que acudir por estas fechas a tres o cuatro comidas en las que te ponen el mismo estereotipado menú al que nunca se le podía dar fin, y se preguntaba a dónde irían a parar esas sobras.
    Por otro lado, en uno de esos Power Points que con frecuencia nos envían los amigos y que casi nunca los miramos, en esta ocasión me paré a leerlo y a ver las fotografías que acompañaban a una serie de frases demoledoras para nuestras conciencias de burgueses acomodados.
    Partiendo de lo primero y basándome en lo segundo voy a tratar de dar respuesta a lo que planteaba mi hermano y por ello quiero que caviléis conmigo acerca del destino de esas sobras y de otras tantas de las que disponemos o desechamos en nuestra sociedad.
    Según la FAO existen en el mundo alrededor de 963 millones de personas desnutridas. Seguro que al 99,99% de ellos no les sucede lo mismo que a mi hermano o a mí, ellos no deben vivir en este mundo en el que  ocurre lo que decía él, y en el que podemos ver lo que yo suelo ver cuando paseo por las calles de mi ciudad o en el diario convivir.
    Como decía, cuando paso frente al escaparate de comercios en los que se exhiben productos perecederos, siempre me surge la duda de que harán con esos pescados, carnes, tartas, plátanos o pasteles, que ya no pueden aguantar más. Siempre supongo que la mayoría de ellos irán al cubo de la basura en el que los sin techos del lugar hurgarán de madrugada para saciar en algo su hambre con los desechos de estos comercios, en algunos casos, antes de que sea irreversible su deterioro, probablemente los envíen a instituciones de caridad para su reparto entre sus beneficiarios, pero me da la impresión de que la mayor parte de esos alimentos perecederos, las leyes del mercado mandan, acabarán en los vertederos donde sólo servirán de provecho a los roedores que por ellos pululen.
    Siendo todo esto digno de reflexión, más en estas fechas en la que a algunos tanto nos sobra, hoy además de a éstas me quiero referir a otras sobras, las que aparecían en el PPS mencionado.
    Por ejemplo, y  a saber:
    Nos quejamos de nuestros sueldos, pero ¿sabemos cómo son los sueldos de tantos y tantos seres humanos del inframundo que es el llamado tercer mundo? ¿Qué hacemos con nuestros sueldos, con lo que nos sobra de ellos, en qué lo invertimos, a qué dedicamos las plusvalías que nos producen? El que pide una limosna en la esquina de cualquier lugar del mundo nos está esperando, nosotros rehuimos al de la puerta de muestras iglesias, al que desgrana las notas de un acordeón o de un violín en cualquier esquina de nuestra ciudad, porque nos sentimos acosados y les recriminamos que muchos de ellos hayan venido de otras tierras hasta la nuestra a eso, a hacernos ver como somos de verdad.
    Si creemos que no tenemos muchos amigos pensemos en los que no tienen ni uno. La amistad que nos sobra ¿dónde la dejamos descansar?
    ¿Qué hacemos con las fuerzas que nos sobran? ¿A quiénes ayudamos con ellas? ¿En qué otros menesteres que no sean en el propio provecho las usamos?
    ¿Cuántas quejas tenemos de nuestros sistemas de transporte? Pero, sin embargo, a pesar de nuestras quejas pensemos por un momento el número de vehículos que tenemos o han pasado por nuestras manos desde bicicletas a los nunca bien loados todoterrenos de moda. Podemos seguir quejándonos mientras pensamos en cuántas son las personas que sólo tienen sus piernas, algunos ni eso, para desplazarse de un lugar a otro, no para divertirse sino para ganarse el pan de cada día… ¿Qué valor les damos a toda esa gama de medios de los que disponemos y a los que de ellos nos sobran?
    También nos quejamos de las injusticias que se producen en nuestra sociedad, cuánto no darían algunos porque esas injusticias llegasen a ellos, qué dirían si nos vieran despotricando de lo que nosotros llamamos injusticias.
    En nuestro mundo nos sobran oportunidades que dejamos pasar unas tras otras por delante de nuestra puerta mientras que en otros lugares sin tenerlas hacen de su ausencia el eje de su forma de enfrentar la vida aprovechando lo poco que  ésta les ofrece. ¿Cuántos son los que pudiendo no hacen lo que deben, algo que conseguirían con sólo quererlo? Miremos a nuestras aulas y a las de la mayoría de los países de África o Centro América, por poner un simple ejemplo de las oportunidades que a unos les sobran y a otros nunca les llegan y, sobre todo, comparemos las respuestas.
    ¿Qué decir de las prendas de vestir o el calzado? Podríamos soportar una fotografía nuestra frente a la de los que carecen de lo imprescindible y te miran con una sonrisa, cuando nosotros dudamos entre ponernos éste o ése abrigo, aquella camisa o la otra, estos zapatos o los que me puse ayer. ¿A quién vestimos o calzamos con todo lo que nos sobra?
    Probablemente en pocos lugares de la tierra puedan sentirse más felices que en nuestro entorno. Si nos sobra algo de esa felicidad ¿qué hacemos con ella? O, tal vez, en realidad todo se vuelve apariencia y la felicidad es mucho menor de la que pretendemos dar a entender. Puede que seamos infelices a pesar de todo lo que tenemos por un solo problema: ambicionamos más. Pensemos por un momento en los que no tienen nada y llegan a ser felices con esa nada.
    Y sobre todo, el afecto, el cariño, el amor. A veces llegamos a cansarnos de las muestras de afecto que nos profesan los más próximos, de sus caricias, de sus besos, parece como si nos sobrara ese afecto que tanto necesitan otros. Cuánto no darían algunos por la más pequeña muestra de amor que nosotros desdeñamos con tanto desdén en ocasiones.
    La vida es tan generosa con nosotros que, quizás por ello, somos incapaces de apreciar todo lo que nos ofrece, y tal vez sea por eso por lo que tendríamos que terminar como en la rima de Bécquer con el consabido “…y, sin embargo,  sé que te quejas…”.
    Como veis, al igual que mi hermano no soy capaz de dar respuesta, sino que por el contrario me planteo muchas más dudas sobre dónde van a parar esas sobras de todo tipo que tanta falta le hacen a muchos desheredados de este nuestro mundo tan despilfarrador. Confío en que los que leáis estas palabras sepáis encontrar el lugar o las personas adecuadas a las que dirigir esas sobras nuestras que se me antojan supondrían más que abundancia para otros.
        

Teodoro R. Martín de Molina. Diciembre de 2008
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