"SENTÉMONOS"
De pequeño me contaban como verídico un hecho que decían ocurrió en la rebotica de una farmacia de pueblo en la que todas las tardes se reunían junto al farmacéutico unos cuantos amigos ávidos de cultura y escasos de conocimientos básicos de lectura. Dedicaban parte de sus tertulias a leer fragmentos de un libro. El farmacéutico, el más docto, era generalmente el encargado de hacer la lectura para sus atentos oyentes. En una ocasión en la que el boticario hubo de ausentarse decidieron los contertulios continuar la lectura de la obra y el primero que la retomó lo hizo con un: «Setecientos monos», que dejó perplejos al resto de compañeros que al unísono le replicaron: «¿No serán menos monos?». Otro de los amigos tomó el libro en sus manos y tras sonreír leyó: «Setenta monos», que, aunque menos, también dejó confundido a los demás, que de nuevo se expresaron del mismo modo. El último de los reunidos tomó el libro en sus manos y con ánimo dubitativo dijo un casi inaudible: «Siete monos». Ante la disparidad de las cifras que habían leído cada uno de ellos, decidieron esperar a que llegara el farmacéutico, el cual una vez hubo tomado asiento abrió el libro por la página en que se quedó el día anterior y tras leer la introducción dijo por boca de uno de los protagonistas de la historia: “Sentémonos”. Me viene a la memoria este sucedido por el hecho que suele acontecer en algunos de nuestros juzgados de la Audiencia Nacional en los que después de instruir sumarios espectaculares en los que se implican a infinidad de inculpados y para los que se piden penas milenarias que van desde los setecientos mil años, a los setenta mil, para poco a poco ir quedando rebajadas hasta los siete mil, setecientos, setenta, diecisiete o solamente siete para aquellos cuya notoriedad hace que su condena pueda servir para contento y regocijo del juez que instruyó con tan desatinado tino los dichos sumarios. Y mientras tanto el nuevo juez estrella (qué tendrá el Nº 5 de los juzgados de la Audiencia Nacional) está dispuesto a sentar en el banquillo, cuando sólo le faltan apenas siete días para dejar su puesto, a siete, sesenta, setecientos o siete mil sospechosos de colaborar con los terroristas, y todo ello con tal, con el único propósito, de seguir lo que le dictan desde otras instancias para evitar que “el boticario” pueda decir con tranquilidad: “Sentémonos”. Teodoro R. Martín de Molina. Junio-2006
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