Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"REENTRÉ"

            Existen días buenos y días malos. Existen épocas fructíferas y otras estériles. Existes tú que convives o coexistes con tus circunstancias, que decía el filósofo, y a tu lado existe la nada, la mediocridad  y el todo. Tú decides y eliges, según el ánimo te permite. Y al ánimo ¿quién lo maneja?, nadie; es él el que te maneja a ti de un modo inmisericorde.
    Son muchas las ocasiones en las que la tranquilidad te da pie para producir y producir, para dedicar tu tiempo a parir, aunque sean paridas, sin cesar. En otras ocasiones esa tranquilidad se apodera de ti, te adormece y hace que te dejes llevar por el soporífero ambiente veraniego, sólo refrescado por el amargo sabor de la cerveza que te hace caer en un estado aun más soporífero.
    Si todos los veranos he dispuesto de tiempo para emplearlo en esto de expresar mis inquietudes a través de la escritura, éste ha sido bastante distinto. Han sido pocos los ratos que he dedicado a escribir y muchos los que he empleado en leer. ¡Cuánto te aporta la lectura! Lo primero que se constata es lo bien que escribe alguna gente y lo lejos que estás tú de ellos por mucho de ti mismo que te dejes en el  empeño. ¡Cuánto queda por aprender!, y por leer.
    No han sido pocas las ocasiones que me he puesto ante el ordenador y que he comenzado a pergeñar algún texto, pero pocas veces han sido aquellas en las que he pasado de un par de párrafos, cuando mucho. Los títulos parecían prometer, al cabo de las primeras líneas perdían todo el atractivo e, irremediablemente, pasaban a engrosar la montonera de la papelera de reciclaje. En ocasiones las ideas se presentaban como agua de manantial, poco a poco el decurso del discurso se iba contaminando de lo de todos los días, y terminaba convirtiéndose en una repetición que nada aportaba a todo lo expresado hasta ese momento. Sólo atisbos de poemas sueltos en los que trataba de reflejar cualquier hecho, importante o carente de toda importancia, vivido a lo largo del día, era lo que pasó a engrosar la memoria de la computadora. Poca cosa, en definitiva.
    Cuando se produce la reincorporación a lo que va a ser cotidiano a partir de ahora, me enfrento ante la necesidad de comunicarme con aquellos pocos que aún siguen interesándose por lo que esta página pueda depararle cualquier día. La verdad es que después de un largo período de días en blanco se hace difícil reencontrarte con la tarea de ir aportando de nuevo tu particular visión de este mundo que nos rodea, o del que nos imaginamos. Visión, al fin y a la postre, que poco añade a lo que ya todos conocemos, pero que intuyo que a algunos hace sonreír y a otros… no tanto.
    No sé si seré capaz de sobreponerme a la reiteración de los temas que dejamos pendientes antes del verano y que durante el mismo han seguido estando en el candelero y que, probablemente, en la reentré del nuevo curso seguirán siendo los mismos o parecidos. No sé si me dará por alargar el verano y mantenerme al margen de los reiterativos asuntos que nos rodean adentrándome por otros vericuetos distintos a los hollados hasta ahora. No sé si el ánimo me permitirá hacer algo que pueda satisfacerme a mí y que por simpatía pueda satisfacer a los demás. No sé, como cualquier hijo de vecino, y en conclusión, lo que el día a día deparará. Mas, sea lo que sea, confío en que siga surgiendo, como hasta ahora, de un pensamiento libre a pesar de la alienación a la que casi nadie es capaz de sustraerse. Y menos yo.

Teodoro R. Martín de Molina. Septiembre de 2009.
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