Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"POLÍTICOS"

     A mí que me encanta la política, que me parece una de las ocupaciones más altruistas a la que puede dedicarse una persona, en época en la que parece ponerse en entredicho su labor por los medios y el público en general, no me queda más remedio que enarbolar una lanza en favor de la inmensa mayoría de los que se dedican a ella.
    El que existan casos de políticos que se encuentran o se han encontrado inmersos en turbios asuntos, no es motivo suficiente como para medir a todos por el mismo rasero.
    Dedicarse a la cosa pública es algo para mí de un mérito extraordinario. Creo que todos hemos estado tentados en algún momento de la vida de hacer nuestros pinitos en el mundo de la política y, en la mayoría de los casos, el intento no llegó a cúlmen  por motivos varios. Particularmente, en mi caso, jamás lo hice porque siempre prevaleció el egoísmo o, mejor dicho, el interés personal. Mi forma de entender la dedicación a la política era incompatible con otras parcelas de la vida de una persona a las que yo les di prioridad ante los deseos de meterme en ese mundillo del que en la mayoría de las ocasiones sabes cómo entras pero casi nunca cómo sales. Mi trabajo y, sobre todo, la familia fueron prioritarios a la hora de decidirme por no participar en el ruedo de la política al nivel que hubiese podido hacerlo. Habiendo conocido a muchos amigos que pasaron por experiencias políticas, en general, me alegro ahora de mi decisión de aquellos tiempos, pues no son pocos los que no han visto compensada su entrega con los daños colaterales que afectaron a su vida personal y familiar.
    Por eso, cuando veo a muchas personas que sin esperar a cambio un beneficio del tipo que fuere se han dedicado a la política no me queda más remedio que ponderarlos como se merecen y pensar que en realidad son unos héroes, pues madera de héroe se necesita para entregarse a procurar el bien de todos dejando a un lado la tranquilidad de la vida más o menos regalada que solemos llevar los que nos pasamos el día criticándolos por esto, por aquello y por lo de más allá.
    El hecho de que con tanta frecuencia se encuentren en la picota no me cabe duda de que se debe a las actuaciones lamentables de algunos de ellos y, como casi siempre en cualquier faceta de la vida, lo que puede ser anecdótico se generaliza y siempre se hace resaltar lo poco negativo por encima de lo mucho positivo que pueda haber en las personas. Somos dados a destacar hasta el máximo el defecto del otro y reacios como pocos a reseñar, aunque sea un poquito, las virtudes que afloran en los que están a nuestro lado y mucho menos las de aquellos que se dedican a procurar el bienestar de la república.
    En estos días en los que salen a la luz nuevas tramas de posibles corruptelas, se habla más de la posibilidad, no certeza, de que algunos políticos estén en ellas que de los verdaderos corruptos y corrompedores que prefirieron mantenerse cerca de aquellos, moviéndose entre bambalinas y pululando a su alrededor en busca de las migajas o migajones que les puedan caer estando cerca de los que ostentan un cierto poder. Esos buitres que tientan un día tras otro al político de turno hasta hacerlos caer y conseguir sacarle las entrañas, que es lo que de ellos querían.
    Decía un político del PP que por cuatro chorizos no podían ponerse en duda la honradez de todo un partido, y llevaba razón, creo yo. Lo que ocurre es que a veces esos cuatro políticos constituyen el partido político en sí de algunos pueblos y en ocasiones la mayoría de un consistorio, por ello me gustaría señalar la responsabilidad que tenemos los votantes a la hora de apartar a esos aprovechados de los cargos públicos. Parece mentira que los electores de la costa del sol mantuvieran en el poder durante tantos años a la panda de corruptos que los estuvieron gobernando a sabiendas de que la ilegalidad era su patrón de actuación. Lo mismo ha ocurrido en las pasadas elecciones municipales en las que políticos condenados, imputados o como mínimo señalados por la marca de la corrupción y la ilegalidad han mantenido sus apoyos electorales, cuando no los han aumentado.
    La labor del ciudadano de a pie debe de consistir en saber abrir bien ojos y oídos para separar el trigo de la paja y en el momento de depositar su voto en las urnas poner a cada uno en su lugar: al político honrado y que busca el bien de la comunidad –la inmensa mayoría de ellos– en el puesto de poder correspondiente; al chorizo, al corrupto, al que se deja engatusar por los cantos de sirena de los corruptores –que son la inmensísima minoría–, de patitas en la calle y que se dedique a especular con sus propios bienes, si es que los tienen.
    La palabra la tenemos nosotros, y la responsabilidad también.

Teodoro R. Martín de Molina. Febrero de 2009.
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