Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"PACTAR"

De los resultados electorales en muchas de las últimas convocatorias se puede deducir que los ciudadanos estamos optando por obligar a los partidos políticos a un ejercicio de acercamiento a otros para poder formar gobiernos estables, lo cual conlleva una negociación en la que unos y otros deben de ceder para que al final en el punto medio encuentren aquello que se da en llamar la virtud. Solamente en las circunscripciones en las que únicamente existen dos fuerzas predominantes es donde esa negociación no se hace necesaria, puesto que una alcanza la mayoría absoluta y al oponente político, y a sus votantes, no les queda sino soportar el absolutismo de esa mayoría y esperar que lo hagan rematadamente mal para que en las siguientes elecciones tener la opción de cambiar aquella por la propia.
Creo que la experiencia de las mayorías absolutas en todo nuestro territorio y en toda nuestra trayectoria democrática, se han manifestado como poco aconsejables (no voy a entrar a pormenorizar lo que todos conocemos). Sin embargo, las coaliciones de gobierno o los apoyos para el mantenimiento de ellos, se han demostrado, en general, como formas de suavizar las posturas del partido hegemónico, unas veces por un costado y en otras ocasiones por el contrario, de modo que el partido que ha resultado elegido por los ciudadanos para dirigir el rumbo político, se ve obligado a pactar y llegar a acuerdos con otras fuerzas, de modo que no todos los deseos de las minorías sucumben ante el poder de las mayorías y algunos de sus planteamientos se pueden ver reflejados en la acción de gobierno, algo bueno para la salud democrática.
Para que esto suceda, es decir, que un partido consiga llegar a acuerdos y pactos con otros, es imposible que partan desde el punto en el que se consideren los únicos y que todo lo que esté fuera de ellos no merece la más mínima consideración.
Y eso es lo que le está sucediendo al PP a nivel nacional y de comunidades y en las recientes elecciones catalanas a los nacionalistas de Convergencia i Unio. Además de considerarse únicos, dedican el tiempo previo a las elecciones a descalificar a unos y otros de tal modo que a posteriori se les hace muy difícil poder desdecirse de lo dicho, o tener que tragarse unos sapos que pocas gargantas son capaces de dejar pasar y menos son las cabezas capaces de asimilarlos. Algo así le pasó al PSOE e IU en la época en la que Felipe González, por un lado, y Julio Anguita, por otro, se empeñaron en no llevar a cabo lo que la mayoría de sus votantes deseaban.
No cabe duda de que el resultado de las elecciones catalanas no deja otra opción a los partidos que la de pactar para poder constituir gobierno, bien de tinte nacionalista o de tinte izquierdista, siempre con un ribete de independentismo, que por más que a muchos no les parezca bueno, ya quisiéramos un independentismo de ese tipo para otras latitudes.
Y en este caso, desde mi perspectiva pienso que, bien harían el PSOE y Zapatero en dejar total libertad al PSC y a Montilla para que opten por el intento de formar un gobierno de izquierdas o, en caso de imposibilidad, pasar a la oposición como en las seis legislaturas autonómicas que precedieron a la última. La experiencia pasada debe de servir de lección a la hora de intentar una reedición del tripartito, por lo que correspondería establecer unas condiciones que eviten los sobresaltos pasados y sean comprensibles al resto del estado (se quiera o no lo que pasa en Cataluña repercute de una u otra manera en toda España). Esta reedición de la coalición de gobierno daría la oportunidad histórica, de modo que lo normal a nivel de calle sea normal al más alto nivel institucional, de que un ciudadano catalán nacido en Andalucía (me horroriza la palabra utilizada por el ministro Jordi Sevilla) llegue a presidir la Generalitat de Catalunya, con lo que ello supondría de ejemplo y de antídoto para los nacionalismos radicales y elitistas que a más de mirar el carné de identidad de las personas también pretenden rastrear en su genética para saber de su pureza étnica.
Me da la impresión de que, a diferencia de Maragall, el actual candidato socialista a President tiene menos pedigrí, pero mucha más capacidad de trabajo, una mayor lealtad para con todos y menos afán de protagonismo, lo que en estos casos no es mal bagaje para que el intento de reedición del gobierno de la legislatura anterior pueda llegar a buen puerto y su gestión sea beneficiosa tanto a nivel de Cataluña como del resto de España.

Teodoro R. Martín de Molina. Noviembre, 2006


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