Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

MIEDO ME DAN

Cuando surge un tema que me llama la atención, suelo escribir unas líneas sobre él y en ocasiones acaban en un artículo, o lo que sea, y en otras se quedan durmiendo el sueño de los justos entre los muchos archivos del ordenador. Algo así me sucedió no hace mucho con este titular que ahora retomo. El artículo, o lo que sea, comenzaba con los tres párrafos siguientes a los que ahora les añado todo los demás.

“Aquellos que no ha mucho abogaban por la desaparición de las ideologías, por lo pragmático, lo técnico, la buena gestión, en definitiva por el pensamiento único, se revuelven en sus neuronas y comienzan de un modo subrepticio, pero manifiesto, a ir infestando a todo el país de la famosísima ideología liberal, centrista y democrática que conforme va avanzando en dicha enumeración va teniendo menos de cada una de ellas, pues donde se encuentran perfectamente encuadrados son en los cuadros de las cabezas cuadradas de la derecha española de la nostalgia, próxima o lejana.
Y abundan, y se hacen notar, y cada vez más son más perceptibles su  frontal oposición y su radical negación de bondad a todo lo que proceda del gobierno o de los socios que hacen que el gobierno se mantenga.
No es sólo, ni está solo en este menester, el partido que aún no se cree que esté en la oposición. Se encuentra arropado, y muy bien arropado, por los de siempre y por los nuevos, los que van surgiendo de su propio seno aunque con siglas distintas y con pretensiones iguales. Llámense como se llamen.”

Los párrafos anteriores los escribía porque tanta manifestación, siempre auspiciada por los mismos, y tanta huelga y presión promovida por los empresarios de los distintos sectores, que no por los asalariados, se me asemejaban a los “movimientos sociales” chilenos de la época del asesinado Salvador Allende, que ¿qué queréis que os diga?, no me gustaban nada y me producían miedo, por mí, por mi familia y por mi país.
Hoy retomo lo anterior a tenor de la interpretación sui generis que un teniente general ha hecho del artículo octavo de la Constitución con motivo de la Pascua Militar, sin percatarse el dicho teniente general que por muy militar que sea no deja de ser un funcionario al que todos los españoles mantenemos y que como todos los españoles, y él aún más por el hecho de pertenecer a la milicia, está sujeto al imperio de las leyes y al acatamiento de todo lo que emane de sus superiores (léase gobierno).
Más que por el discurso del soldado, que ya es de por sí preocupante, lo que más miedo me da es la justificación y comprensión, cuando no respaldo explícito o implícito, de aquellos a los que me refería anteriormente.
En este nuestro país, al que llamamos España con tanta vehemencia en ocasiones, la derecha cree que todo es válido con tal de desgastar al gobierno de izquierda de turno. Así lo hicieron durante la década de los noventa y así lo vuelven a hacer aunque con argumentos mucho más falaces y aun más peligrosos.
Y para terminar me gustaría saber qué entiende el tal general por “salvaguardar la integridad de España y el ordenamiento constitucional” y de qué modo se produciría la insinuada “intervención” del ejército en caso de que se aprobase el estatuto de un modo que a él no le pareciese el adecuado, según sus criterios de nación, lengua, justicia e integridad territorial. Este señor no debía haber esperado su destitución, debía haber dejado su puesto, su cargo y el uniforme y haberse afiliado en el partido de aquellos cuya postura defiende, y sin armas, sin amenazas y sin amedrentar a nadie, haberse enfrentado dialéctica y democráticamente a los que defienden postulados distintos. Quien al parecer como militar es un dechado de virtudes, como político podría haber sido incluso mejor, y si no lo hizo será porque Dios no lo llamó por esos caminos. Por favor, señor general, no ataje usted por vericuetos y cumpla con la máxima primera de todo buen militar: la disciplina y la obediencia al superior, déjese de interpretar la constitución y permita que se encarguen de tal menester aquellos a los  que el pueblo ha elegido para tal fin.

El miedo es libre. Tal vez lo que a unos nos produce miedo a otros les causa regocijo, o viceversa.

Teodoro R. Martín de Molina. Enero-2006