"MENUDENCIAS"
Tendría que revisar anteriores escritos para saber si en alguno de ellos me he referido a los casos de presunta corrupción que salpican al Partido Popular, pero es tanta la cara dura y la desvergüenza que día tras día demuestran sus dirigentes y los afines medios, que sin realizar comprobación alguna no me resisto a incidir, quizás reincidir, sobre tan escandaloso asunto, aunque a la postre todo resulte no ser más que agua de borrajas porque esta gente es capaz de dar la vuelta a la tortilla y convertirnos lo blanco en negro y viceversa sin que los votantes se inmuten en lo más mínimo, más al contrario aplaudan frenéticamente su capacidad para sortear los procelosos caminos de la justicia por arte de birlibirloque, sacando pecho e imputando a los demás de todo aquello de lo que ellos fueron imputados. Como todos sabemos, es lo más normal del mundo. A la hora de hacer regalos a los amigos lo primero que pensamos es en regalarle un traje, o dos, o los que hagan falta, un gran televisor de plasma o, si los ahorrillos nos lo permiten, algún coche de los de alta gama. Yo casi he perdido la cuenta de los que me han regalado mis amigos y de los que yo a su vez he regalado a ellos. Además ¿qué valor tiene un traje? Es una pérdida de tiempo que estemos dándole vueltas al tema del caso Camps por cuatro trajes y unos zapatos de nada que al parecer le ha regalado su “amiguito del alma”, el tal “Bigotes”. La verdad es que algunos lo único que pensamos es en molestar a los pobrecitos imputados del PP por simples naderías, porque al fin y a la postre lo que han hecho no pasa de ser un presunto delito menor castigado con una multa de 2000 euros y prisión de dos a seis meses como profusamente airean estos días los afines a la causa pepera, los mismos que con ahínco reivindicaban la dimisión del jefe de los espías o, en su día, la del ministro Bermejo. Claro está que estos no estaban ni imputados ni habían cometido tan siquiera un “delito menor” como los que se les imputan a los señores de la Comunidad Valenciana, al tesorero del PP o a la panda de los de la Comunidad de Madrid. Más nada nos ha de extrañar en este nuestro país con tan diversas varas de medir en lo referente a la calificación de las personas presuntamente implicadas en asuntos turbios como los que afectan a nuestros queridos políticos. Son tan distintos los raseros usados que incluso dentro de la misma formación política se les da un trato a unos, suspendiéndolos cautelarmente de militancia, mientras que a otros en circunstancias parecidas –alguien sabrá por qué– se les apoya y se estará con ellos, delante, detrás o al lado en todo momento. De igual modo es reseñable la vehemencia, cuando no inquina, con la que atacan y zahieren a los adversarios políticos y el guante de seda y el caminar de puntillas que utilizan al referirse a los propios. Aquí, para nuestros políticos y sus conciudadanos, lo grave no son las imputaciones de los jueces, lo verdaderamente grave son las imputaciones de los periodistas, de algunos periodistas. Al menos, y a las pruebas me remito, son las únicas que surten efecto en la vida política, bueno en los de un determinado partido, porque otros ni se dan por aludidos, se hacen los longuis y cuando mucho hablan brevemente para seguir manifestando su apoyo a los imputados porque lo que dicen los jueces no tiene para ellos valor alguno, lo importante es la palabra del amigo aunque alguna vez que otra se le pille en alguna mentirijilla, pecado venial o menudencia de cualquier tipo. Los afectados seguirán pasando de una a otra instancia judicial, de una calificación a otra hasta que encuentren el juez adecuado a sus intereses y que, como en el caso Fabra, se eternice el asunto pasando de un juez a otro hasta dar con aquel que acabe llevando a cabo el sobreseimiento de la causa por uno u otro motivo que deje con cara de póker a fiscales y acusaciones y a todos aquellos que pensamos que nuestra justicia es lenta, de eso no cabe duda, pero justa al fin y a la postre, algo de lo que empezamos a dudar. Mientras tanto los políticos de la derecha y sus medios no se cansan de decir a los demás que es lo que tienen que hacer, actuando en sentido contrario cuando son ellos los afectados. Mirando al refranero podemos decir aquel de “una cosa es predicar y otra dar trigo”. Bien podría ser el lema que mejor les cuadra a estos que perorata tras perorata reclaman dimisiones y responsabilidades a los demás y continuidad e inocencia para los propios. Y todo esto sin mentar las anchoas de la señora alcaldesa de Valencia. Teodoro R. Martín de Molina. Julio
de 2009.
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