LOS EXTREMOS SE
TOCAN
Soy de los que opinan que en política se gana más por los errores adversarios que por los aciertos propios, y de igual modo se pierde por los propios defectos antes que por las ajenas virtudes. Algo así le pasó a ERC, que subió en las pasadas elecciones catalanas y nacionales gracias a los errores del PP; nada me extrañaría que ahora el PP pueda subir en las próximas elecciones catalanas y nacionales gracias a los errores de ERC. Me explico, o trato de hacerlo. La política seguida por el gobierno del PP en sus últimos coletazos tratando de demonizar a los independentistas catalanes con toda clase de publicidad gratuita en sus medios de comunicación afines, no hizo otra cosa que la de animar a los votantes catalanes a incluir en su sobre la papeleta con las siglas del partido republicano catalán. El PP no se contentó con que subieran como la espuma en las autonómicas y, como Martínez Soria, continuó “erre que erre” hasta que en las generales mejoraron sus resultados de modo vertiginoso. Así un partido, en cierta medida antisistema, se convirtió en clave de la política catalana y, hasta cierto punto, nacional. A los que nos gustan las políticas de izquierdas pensamos que aquello de que un partido tan poco al uso pudiese intervenir en el gobierno de una comunidad del peso específico de la catalana y en buena medida ayudar a mantener en el poder a un gobierno socialista a nivel nacional, sería un aire de frescura para los encorsetados clichés de anteriores políticas. Nos atraía la idea de que un partido que se denominaba republicano dentro de una monarquía parlamentaria, e independentista dentro de un estado donde la unidad nacional era el bien más preciado de la herencia de la dictadura, podía hacer pensar y discurrir a la mayoría de los políticos y electores que siempre pensaron que aquellos que no opinan como uno no son dignos de ser tenidos en consideración, pues sólo debemos apoyarnos en los que se pliegan a lo que ya está establecido por leyes consuetudinarias. Ha transcurrido el tiempo y los escasos tres años de gobierno tripartito en la Generalitat y, sobre todo, el proceso de la reforma del Estatuto de Cataluña, han dejado al aire las intenciones o las no intenciones de los republicanos independentistas catalanes que no es otra que la del dicho lopeveguiano de “ni comer, ni dejar comer” como el perro del hortelano. Desde que en septiembre del año pasado se aprobara el proyecto de reforma del estatuto en el parlament hasta hace unos días en que ha sido definitivamente aprobado por la cámara alta de las Cortes Generales, el partido de Carod ha transitando desde el sí allí, hasta a la última abstención en el senado, pasando por el anterior no en el Congreso de los Diputados. Eso a nivel de votaciones formales en las cámaras legislativas. A nivel interno ha oscilado, a la hora de explicar su futuro apoyo al nuevo estatuto, desde una primera posición en la que se decantaba por un rotundo sí, hasta el actual no impuesto por el movimiento asambleario que caracteriza a los izquierdistas republicanos catalanes, entre uno y otro extremos han ido pasando por un no manifestarse ni a favor ni en contra, pero nunca perjudicar a la aprobación del mismo por el pueblo catalán, a la duda ente el voto nulo y la abstención o voto en blanco, aunque comprendiendo también el voto negativo, etc, etc. ¿Quién entiende tanto cambio? Quisieron tensar tanto la cuerda que ha acabado rompiéndose por el lado más débil, el suyo, y ahora se encuentran fuera del gobierno catalán y alineados, no sé si a su pesar, junto al PP en su petición del voto negativo a la reforma del statut. A Ezquerra la aupó el PP a donde ellos ni se imaginaban que podrían llegar ¿Serán los republicanos los que ayuden a la recuperación del PP? Los extremos se tocan, y si la política “contra” de los populares se manifestó como la mejor propaganda para los independentistas catalanes, nada sería de extrañar que la actual política asumida por ERC en contra del estatut se decante por un renacer de la derecha más españolista y más anticatalana que jamás hayamos conocido en España. Quizás los de Ezquerra hayan tenido miedo a que se contabilizara el voto nulo como el propio, y ante la posibilidad de que éste no alcanzara cotas muy altas (algo bastante probable), se han decidido por rentabilizar todo el voto negativo como propio, aunque frente a ellos (o a su lado) tendrán al partido popular con idénticas intenciones. Nada me extrañaría que a pesar de los pesares y de los llamados pactos del Tinei, y si las circunstancias obligan, veamos de la mano a populares e independentistas tratando de asfixiar cualquier intento de modernizar el estado de las autonomías dentro del marco de la constitución. Unos porque sí, y otros porque no, o viceversa, pero con un mismo efecto, el desencanto de aquellos que creíamos en la posibilidad de que se alumbraran nuevas formas de hacer política con la irrupción en el sistema de aquellos que en sus planteamientos y credos son contrarios al mismo. Ahora bien, si los republicanos independentistas catalanes con un gobierno socialista no consideran satisfechas ni mínimamente sus aspiraciones ¿qué esperan conseguir cuando el gobierno sea de derechas? No me lo explico, no cabe en mi mollera, mas ellos sabrán lo que se hacen. Teodoro R. Martín de Molina. Mayo de
2006.
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