Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"LA HERENCIA"
     

    En esta época en la que los asuntos relacionados con la economía parecen no marchar todo lo bien que hasta hace poco han ido, y como desearíamos todos, la oposición, además de dar la sensación de alegrarse de esos malos resultados, no se cansa de repetir el tema de la herencia. “Lo único que ha hecho el gobierno ha sido dilapidar la herencia que le dejamos”, dicen, un día sí y otro también, en estos últimos tiempos. Y como eco cacofónico, los propagadores del mensaje lo lanzan en sus medios por ver si la bondad de unos y la pésima gestión de otros calan en el ciudadano que los oye.
    Pero en esto, como en la vida misma, cuando uno recibe una herencia, lo recibe todo, es decir el haber y el debe, los beneficios y las deudas, lo que gusta y lo que no gusta. De otro modo, habría que renunciar a la misma, algo a lo que casi nadie recurre y mucho menos un gobierno porque, entre otros motivos menores como en lo genético, no tiene opción a ello. Así que, a modo de inventario podríamos señalar que, además de la tan cacareada bonanza económica, este gobierno también heredó:
    -    Más de doscientas muertes por causa del terrorismo de cualquier signo, cuya mayor parte vino envuelta en el celofán de la mentira y la manipulación y atada con el lazo de la mayor insidia conspiratoria jamás conocida en nuestro país. Con no pocas dificultades el poder judicial pudo llevar a cabo su trabajo y redactar una sentencia que dejó al aire toda la desvergüenza de los que intentaron utilizar a los muertos en beneficio electoral propio. A día de la fecha, cuatro son los muertos por terrorismo durante esta legislatura que ahora acaba.
    -    La participación en la guerra de Irak en contra del modo de sentir de la mayoría de los ciudadanos del mundo entero, y entre ellos de la mayoría de los españoles. En los primeros días el nuevo gobierno solucionó el tema y de modo brillante, a mi juicio.
    -    Igualmente se heredaron los cientos de miles de inmigrantes ilegales, cuya regularización, estimo, fue una de las mejores soluciones posibles en aquellos momentos, a pesar de que la hayan denostado todos los filo xenófobos que tanto abundan entre nuestra particular derecha.
    -    Se heredó la sanidad y la educación en trance de ser desnacionalizada como lo fueron Telefónica, Endesa, Repsol y todas las compañías punteras en las que el estado era el máximo accionista, de cuya venta, y de los beneficios que ésta produjo, estuvo viviendo el gobierno de Aznar y presumiendo de superávit. Con la educación y la sanidad se pretendió de modo taimado desacreditar las de titularidad pública a fin de que, poco a poco, apareciera como clamor popular lo que ellos y sus amigos estaban deseando hacer: dejar en manos privadas la gestión de los más importantes logros sociales de nuestra democracia. Con ello la gratuidad y universalidad de ambas habría pasado a mejor vida, así nos pareceríamos más a los americanos y a su liberal política tan defendida por nuestros modernos ultra neocons.
    -    Se heredaron un salario mínimo interprofesional y unas pensiones mínimas muy por debajo de las actuales. De igual modo unas cifras de superávit y afiliación a la seguridad social, también notablemente inferiores a las de ahora; y, a pesar de los últimos datos, un porcentaje de desempleados notoriamente mayor.
    -    Siguiendo con cifras mucho más dolorosas, tanto el número de muertes por accidentes de tráfico como las producidas en accidentes laborales también han disminuido a pesar de las gracias con tan poca gracia del anterior presidente de gobierno.
    -    Se recibió la envenenada herencia de la burbuja inmobiliaria creada por la Ley del suelo y la especulación urbanística y que tarde o temprano tenía que reventar. Ahora comienza a salpicarle en la cara a los trabajadores de la construcción y de las inmobiliarias, por suerte sin que toda la dinamita que llevaba dentro haya hecho explosión al mismo tiempo.
    -    También recibieron la herencia de la implantación del euro. Sólo se puede llamar desfachatez a los IPCs que el gobierno de Aznar nos presentó en los primeros meses de su entrada en vigor. Cuando todos en la calle veíamos que el precio de los productos de consumo diario subía, por termino medio, entre un 40 y un 60% (lo que costaba 20 duros pasó a costar 1 euro, lo que costaba 10 duros, 50 céntimos, lo que 1 duro, 5 céntimos, y así sucesivamente), ellos, mientras tanto, nos decían que el IPC bajaba en torno al 2% en los meses de enero y febrero inmediatos a la entrada de la moneda europea. Ahora se ponen las manos en la cabeza cuando el IPC interanual está en torno al 4%. Buena parte de esta subida también es achacable, de algún modo, además de al “bendito” euro, a la herencia recibida en forma de “bajada” del petróleo a consecuencia de la guerra de Irak, como vaticinaba la por entonces ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio.
    Y así podríamos seguir inventariando los bienes heredados por el actual gobierno.
    Sé, de buena tinta, que este artículo es un poquillo tendencioso, pero ¿qué os parecen los comentarios en sentido contrario que se oyen desde la otra orilla?

 Teodoro R. Martín de Molina. Febrero de 2008

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