Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

" IRELAND SAYS 'NO' "
   

           Los que hayan leído “Las cenizas de Ángela”, la novela de Frank MacCourt, en la que se describe de manera tan descarnada la vida en la católica Limerik de los años treinta, y oyen en estos días comentar a unos y otros de la prosperidad actual del pueblo irlandés, les costará dar crédito al hecho que acaba de producirse: el no de los irlandeses al Tratado de Lisboa, con lo que al parecer bloquean un nuevo intento por ir algo más allá de la simple unión económica del viejo continente.
    A mí, que tuve la oportunidad de vivir en Dublín en los meses estivales de los primeros setenta, me consta que ni tan siquiera esa Irlanda que yo conocí podría compararse con la actual. Pero Irlanda ha dicho no, ha dicho no a la Europa de los mandamases, estos que cada vez se atreven menos a preguntar directamente a los ciudadanos sobre sus planes que, según se desprende de los últimos resultados, están bastante alejados de los del pueblo llano.
    Que Francia u Holanda dijeran no en su momento al proyecto de Constitución Europea parecía más lógico, ambos son países que siempre han estado en el grupo de los que más han dado, pero que países como España, Grecia, Portugal o Irlanda lo hagan puede parecer una contradicción. Todos, en gran medida, debemos nuestra actual prosperidad a las ayudas aportadas por la Europa comunitaria. Pues bien, a pesar de ello Irlanda ahora dice no y , de algún modo, escupe en la mano de los que le llevaron las vitaminas reconstituyentes en forma de planes y subvenciones que han hecho de un país secularmente hundido en la miseria uno de los más próspero de la Europa actual.
    En el caso de España, a mí no me cabe la menor duda de que si no hubiese sido por nuestro ingreso en la Comunidad europea aún estaríamos a años luz de los países con los que ahora nos codeamos, todavía con algunos complejos, pero cada vez menos. El nivel de vida, la renta per cápita y la mayoría de los indicadores del nivel de bienestar nuestro en poco o en nada desmerecen de los hasta hace poco considerados como inalcanzables centroeuropeos; aún nos faltan algunos pasitos que serán los que tengamos que dar solos y dentro de nada ayudando a otros como antes lo hicieron con nosotros.
    Algo parecido deberá ocurrir con la hoy próspera Irlanda, y da la sensación de que cuando toca estar en los vagones de cabeza que deben, no sólo dejar de recibir sino comenzar a desprenderse de lo propio en beneficio de los del vagón de cola, parecen querer desengancharse del resto del tren y seguir por otra vía.
    No quisiera que fuese ése el motivo del rechazo irlandés al tratado, me parecería harto mezquino; por ello prefiero pensar que se deba a un afán de independencia respecto a las normativas impuestas por Bruselas, a un seguidismo de las políticas nacionalistas y populistas que tan buen resultado dan a corto plazo y tan nefastos a largo tiempo pero que en definitiva son como un sarampión, o un desmarcarse de las últimas directivas que emanan de los gallitos de la UE tendentes a mermar las libertades, la solidaridad, y los logros sociales conseguidos con tanto esfuerzo a lo largo de todo el siglo pasado. Está última causa, bastante improbable, es la que para mí sería la única que podría justificar un rechazo a esta nueva Europa que los neo-com tratan de imponer en todo el continente. El supuesto del párrafo anterior no lo podría entender, y al último de los expuestos en éste, el más improbable, es al que yo me apuntaría junto a los irlandeses por ver si unos cuantos reveses de esta envergadura hicieran rectificar a los que parecen que se han convertido en los dueños de este ultra conservadora Europa.
De ilusión también se escribe.

 Teodoro R. Martín de Molina. Junio de 2008
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