GENTE DE BIEN
Yo no debo ser “gente de bien”, como sí debo ser “gili…”, ateniéndome al concepto y uso que de ambas expresiones hacen hoy en día algunos políticos y “oráculos” sapientísimos. Lo de “gili…” está bien claro que viene a pelo por el uso que de la expresión ha hecho Berlusconi para referirse a todos aquellos que no lo votan. Evidentemente no lo podía ni puedo votar, pero si lo hubiese podido o lo pudiera hacer, con total seguridad puedo afirmar que no lo habría hecho ni lo haría, así que prefiero ser lo que él dice antes que coincidir con personaje tan peculiar en cualquiera de sus afirmaciones, pensamientos, ideas, acciones u omisiones. Allá los italianos con sus preferencias y actitud en el momento de depositar su voto en la urna, nosotros tenemos tan fresco personajes tan similares a Berlusconi y su ideario que…, y como nadie escarmienta en cabeza ajena, como decía: allá ellos. Lo de “gente de bien”, la verdad es que cada vez que se lo oigo decir a los nuestros, a los de aquí, que no son Berlusconi pero que no creo que anden muy lejos de sus planteamientos como lo prueba el apoyo al tal en la pasada campaña electoral italiana del “gurú” de nuestra derecha; decía que, cuando se lo oigo a algunos de los de aquí me huele a una forma subrepticia de llamarnos a todos aquellos que no pensamos como ellos “mala gente” o “gente del mal”. Y no lo entiendo. ¿Por qué yo que no pienso como tú o tú que no piensas como yo tenemos que estar o entre la “gente de bien”, o entre la “mala gente”? Creo que podremos pertenecer a la gente de la derecha, o a la de la izquierda, a los conservadores, o los progresistas, u otra separación que nos pueda diferenciar por las ideas, pero ello no puede ni debe ser motivo para que los de una ideología tengamos que demonizar a todos aquellos que no comulgan con nuestra forma de entender las cosas ―normalmente referido a la política―. Parten de la simplicidad de usar dicha expresión en casos extremos porque parece ilógico que se pueda estar alineado junto a lo que significa intrínsecamente el mal (que también cabría analizar el tema), pero de ahí se pasa, con cierta frivolidad y con una intención bastarda y bastante próxima al dogmatismo totalitario, a aplicarlo a cualquier apreciación sobre tal o cual hecho que le venga en gana al que está en el uso de la palabra ante su fiel audiencia que, entusiasmada, asiente y aplaude. Pero aquellos que somos audiencia circunstancial, y crítica, pensamos automáticamente en la malévola intención con que emplean la expresión tratando de hacer la maniquea división entre el bien y el mal, los unos, buenos como yo, los otros “gentuza”. No todo es blanco o es negro, ni el uno es el bonito y el otro es el feo. Siempre se dijo que entre ambos colores existe el gris y dentro de éste también hay una gama de tonos que seguramente son más ricos y tienen algunos matices que no poseen los colores puros y que tampoco tienen porqué entrar en contradicción con ellos. Y como dijo de modo clarividente el poeta: “En este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira; todo es según el color del cristal con que se mira”. Por ello nadie puede, o debe, proclamar su pertenencia al grupo de los “del bien” y menos cuando se hace con la pretensión de que los que no comulgan con su parecer forman parte del grupo de los “del mal”, además sin tener en cuenta el amplio espectro que existe entre ambos extremos y tan respetable como estos, cuando no más. Yo que en pocas ocasiones estoy de acuerdo con las proposiciones de aquellos que se autoproclaman “gente de bien”, me alegro infinito de no estarlo, mas no por eso me referiré a ellos como “mala gente”, “gili...” o “gentuza”. Espero que ellos en reciprocidad me llamen “socialista”, “rojo”, o cualquier otro “insulto” de ese jaez. Teodoro R. Martín de Molina. Abril-2006. |