Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"FRANCESES"
   
    Los que vimos en directo morir al inglés Simpson subiendo las inacabables rampas del Mont Ventoux u otro de los míticos puertos del Tour, que ya no se acuerda uno bien, no nos sentimos sorprendidos por los continuos casos de dopaje que se dan en el ciclismo, y suponemos que siempre ha sido una práctica común entre todos los deportistas de élite y sin duda entre los ciclistas porque no es cosa propia de los humanos afrontar los esfuerzos que algunas de las etapas de la carrera francesa requieren. Pero también entendíamos que lo que es igual no es ventajoso y por ello no es de extrañar que la mayoría de los corredores fuesen en igualdad de condiciones respecto a los “sustancias” necesarias para rendir como los organizadores, los sponsors, los directores de los equipos y los aficionados en general esperaban de sus líderes.
    Siendo éste un tema importante, o quizá por eso, no es a  lo que deseo referirme hoy, sino al típico chovinismo francés que en estos días se ha puesto más de manifiesto que en cualquier otra ocasión, aunque más que chovinismo yo diría envidia, cochina envidia, del vecino del sur que un año tras otro le está mojando la oreja entre otros deportes en el ciclismo. Ya se ha dejado patente en los últimos triunfos de los españoles en Roland Garros donde el público en todas las ocasiones ha manifestado abiertamente sus preferencias por el adversario del jugador español, fuese brasileño, americano, suizo o de cualquier otra nacionalidad. En la mayoría de las ocasiones han tenido que agachar las orejas y aplaudir, aunque con desgana, al españolito que se alzaba con el triunfo, que siempre ha hecho gala de una educación que ya quisieran para sí los “educados” galos.
    Si los franceses son chovinistas, nosotros solemos pecar de todo lo contrario y somos los primeros en echar tierra sobre los propios y flores sobre los ajenos. Muchas veces estamos deseando ver el fallo de uno de los nuestros para magnificarlo y tratar de quitar mérito a nuestras victorias. Cuestión de idiosincrasia, supongo.
    Cuando de muchachos seguíamos el tour de Francia a  través de las emisoras de radio y veíamos cómo los Anquetil, Poulidor y compañía eran los dueños de la carrera en detrimento de nuestros Bahamontes, Julio Jiménez, Pérez Francés y otros, no nos quedaba más remedio que conformarnos con ser los vencedores morales, porque en las etapas contrarreloj hacíamos agua y los organizadores programaban las suficientes para que la ventaja de los nuestros en la montaña fuese reducida por los galos en las que había contra el crono. Poco después fuimos admiradores del fenómeno Eddy Merck y sus exhibiciones de gran campeón acompañado, a veces, por Gimondi, Ocaña (un español prohijado de los franceses) y pocos más. También lo fuimos de Hinault y Fignon, los dos últimos representantes de renombre del ciclismo francés. Vibramos con la victoria de Pedro Delgado, al que comenzaron a tratar de poner en cuestión y empañar su única victoria en el tour (con Supergarcía a la cabeza),  abriendo paso a la incuestionable figura de Induráin amo y señor durante un lustro de la carrera y desbancado por una danés, que después confesó haberse dopado, que abrió las puertas al americano Amstrong renovador de las glorias de otro americano, Lemon, que para los galos, aparte de ellos, son lo mejor de lo mejor. Cuando el año pasado un nuevo americano con nombre de loción y apellidado Landis, tomó el relevo de su compatriota, creyeron ver el cielo abierto pues de nuevo tenían un sucedáneo de los ciclistas propios y con ello se contentan, a falta de pan buenas son tortas; mas cuando el tal Landis les salió rana y por méritos propios le correspondía ser vencedor de la carrera a un español semi desconocido, Oscar Pereiro, hoy es el día, concluido el tour de 2007, en el que aún no se le ha reconocido oficialmente como tal. Y para más inri el sucesor de un español es otro español, que también ha llegado al liderato por méritos propios y por el juego sucio del que era líder de la carrera. Además podemos ver a seis españoles entre los diez primeros de la general o, si queremos un mejor porcentaje aún, decir cuatro entre los seis primeros, lo cual da la sensación de que en vez de haberse corrido el tour de Francia, se trataba de la vuelta a León u otra carrera de nivel local en la que los naturales del país suelen copar los primeros puestos de la clasificación, claro, siempre que no sea el tour, donde los franceses si se hacen notar por algo es por su permanente ausencia entre los mejores de la carrera.
    Seguro que tratarán de deslucir al máximo la victoria de Contador, no porque tengan nada en contra del joven ciclista español, sino por eso, por ser español. Nuestros civilizados vecinos del norte, organizadores de dos de los más grandes eventos deportivos del planeta, tienen La Marsellesa algo oxidada, quizá por eso no admiten que estos pobrecitos del sur tengan deportistas propios capaces de renombre universal a pesar de que las condiciones para llegar a serlo no siempre son las mejores. A ellos, sin embargo, cuando quieren lucir en algún deporte, sólo les queda la alternativa de echar mano de otros vecinos de más al sur que hace tiempo recalaron en su país en busca de pan y saben responder con gloria para los hijos de la república.

Teodoro R. Martín de Molina. Julio, 2007

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