Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"ESCRIBIR POR ESCRIBIR"

(Artículo publicado en la web ALHAMA COMUNICACIÓN)

    Hace unos días, los responsables de una publicación digital me pedían unas notas bibliográficas mías. Tras relatar lo que modestamente uno ha sido capaz de parir en mis pocos años como autor, creí conveniente terminarlas diciendo que escribía por escribir y que prefería vender un libro y que lo leyeran diez, antes que vender diez y que lo leyera uno. No es una frase hecha, ni un alarde de falsa modestia, simplemente es la constatación de la realidad que suele acompañar a los autores noveles y poco conocidos, como es mi caso.
    Hoy que Antonio Arenas, redactor de ALHAMA COMUNICACIÓN, me pide que escriba unas notas sobre "Cascarabitos. Un relato de posguerra en la Alpujarra", el libro que acabo de publicar, no quiero volver a repetirme haciendo la misma reseña que en otras publicaciones y me decido por hilvanar una serie de ideas sobre el hecho de la escritura y, en cierta medida, sobre la gestación de "Cascarabitos..."
    Es éste un ejercicio, la escritura, de paciencia y de voluntad al que algunos dedicamos nuestros esfuerzos con el único fin de hacer salir del interior las dormidas notas que, como en las cuerdas del arpa de la rima de Bécquer, esperan a que las despierte su dueño. Y su dueño no soy yo, el autor, ni tú, el lector, su dueño son las musas que hacen que las notas sólo se muestren cuando la mano de nieve se acerca a su lado. El auxilio níveo no es otra cosa que la inspiración que puede asaltarte en cualquier momento, en cualquier lugar, de cualquier manera. Si el momento es ése en el que tu espíritu se encuentra abierto a recibir y absorber; el lugar, un tranquilo y encantador pueblecito de la perdida Alpujarra granadina; y la manera, ese entusiasmo, paciencia y musicalidad, que sólo las personas que han traspasado cierta edad son capaces de transmitirnos, todo se hace más fácil y la pizca de vena creativa que todos llevamos dentro se encarga del resto.
    Así, hace ya bastantes años después de oír durante muchas veladas las mismas o parecidas historias, surgió en mi interior la idea, la intención y la voluntad de plasmar sobre el papel lo que hasta ese momento sólo se encontraba en la mente de las personas que me lo contaban. De la tradición oral se fue urdiendo la maraña de palabras que daría pie a un relato en el que se novelan los hechos que muchas personas que vivieron en primera persona la guerra y la posguerra española, la del 36, me fueron transmitiendo con el único fin, no se sabe muy bien si de hacer pasar el rato a los que escuchábamos, o con la intención de que alguno de los oyentes no echáramos en saco roto todo lo que en tantas ocasiones los protagonistas o testigos directos de los hechos nos hacían llegar día tras día y noche tras noche, mientras dejábamos transcurrir las tórrida tardes o los frescos atardeceres a la sombra de un nogal, de una higuera, o frente a los naipes o las fichas del dominó bajo el estrellado cielo al que Venus vigila todos los días antes de huir por el poniente.
    Al cabo de ese tiempo, cuando el parto se aproxima, los nervios y la inquietud se apoderan de ti; finalmente la criatura en forma de libro ve la luz y tú, el autor, lo contemplas extasiado, y, aunque reconoces en él algunos defectos, te muestras embelesado y se lo presentas a los demás confiando en que estos, los lectores, sepan ver las virtudes del recién nacido, y tengan la suficiente benevolencia para obviar las aristas sin perfilar que siempre quedan en la obra literaria.
    De este modo, poco más o menos, se gestó y vio la luz esta crónica novelada de posguerra en la que Alzujara, el pueblo imaginario en el que se desarrolla la acción, pudo ser cualquier lugar de la Alpujarra, de los Montes Orientales, del Temple, de la Vega o de otra comarca cualquiera, y sus protagonistas muchos de los posibles lectores de las vicisitudes que se encierran en sus páginas.

Teodoro R. Martín de Molina. Abril, 2007

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