ESCRIBIR.
No sé si a
los profesionales de la escritura, periodistas, articulistas, escritores,
les ocurre, pe
ro a mí, que soy un principiante aficionado, me sucede con demasiada
frecuencia.
Cuando me pongo delante del papel o del ordenador para escribir sobre un
determinado tema, parto de una serie de ideas que previamente se han ido
acumulando en mi cabeza, mientras paseo, oigo la radio, escucho a mis amigos,
me tomo una cerveza o pierdo el tiempo en la sala de espera o en la cola
de cualquier lugar en los que se debe de esperar.
Son pocas las ocasiones en las que el origen del escrito tiene mucho que
ver con su resultado final. El desarrollo del hecho creativo, por lo general,
implica que la idea primigenia sobre la que se sustentaba la motivación
de pararse ante las teclas o ante el folio y comenzar a hilvanar los primeros
párrafos, haga que del “dicho al hecho, vaya un buen trecho”.
Es esto algo que me sucede con tanta frecuencia y ante casi todas las situaciones,
que me he llegado a preguntar si es que mi mente no tiene una estructuración
normal y preciso de distintas y variadas etapas para acabar de parir algo,
ya sea lo más simple o lo más complicado que me permitan mis
capacidades, conocimientos e intuición, que, a decir verdad, no son
excesivas.
Lo perverso del asunto es que el que suscribe no se encuentra del todo
insatisfecho con el proceder de su mente y la guía que ésta
hace de su mano en el momento de plasmar sus ideas sobre la pantalla o la
libreta. En cuanto se alcanza el punto final, o lo que se cree que es, se
comienza una reestructuración, un ir y venir, un quitar de aquí
y poner allí, un cambiar párrafos de lugar, eliminar otros,
añadir algunos nuevos, etc. En no pocas ocasiones el resultado final
ha sufrido tal metamorfosis que incluso el título que en un primer
momento se había elegido para el tema, queda totalmente desfasado
y, por tanto, hay que cambiarlo pues no concuerda en absoluto con lo que
ha quedado plasmado en el escrito.
Es esto algo que me sucede no sólo cuando me decido por escribir
uno o dos folios sobre temas de más o menos actualidad, de igual modo
ocurre cuando el trabajo a realizar es, en cierto modo, de más enjundia,
hecho que a mis neuronas parece no importarle lo más mínimo
y se divierten haciéndome cambiar y volver a cambiar hasta que sale
a la luz lo que ellas en el fondo querían que saliese.
También puede ser que el no dedicarse full time a esto de la escritura,
haga que las distintas ideas que a lo largo de un periodo más o menos
largo se han ido almacenando y olvidando a un mismo tiempo, resurjan en
el momento de pararse a trasladar alguna de ellas y emerjan a borbotones
estén o no relacionadas entre sí.
Algo parecido a todo lo antes expuesto me sucedió con el último
artículo que “colgué” sobre las víctimas. Lo que en
un principio quería decir y lo que al final dije en muy poco se parecían
y se parecen, así que como lo que tenía escrito, y que al
final no publiqué, lo mantengo en la memoria del ordenador que es
muchísimo más potente que la mía, en pocos días
lo expondré a vuestra consideración, si no es que por el camino
se me vuelva a trocar el cuerpo neuronal y salga el tema con inesperada
disertación sobre “la inmortalidad del cangrejo y otras hierbas”.
Teodoro R. Martín de Molina. Junio de 2005.