Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

ESCRIBIR.

No sé si a los profesionales de la escritura, periodistas, articulistas, escritores, les ocurre, pe ro a mí, que soy un principiante aficionado, me sucede con demasiada frecuencia.
Cuando me pongo delante del papel o del ordenador para escribir sobre un determinado tema, parto de una serie de ideas que previamente se han ido acumulando en mi cabeza, mientras paseo, oigo la radio, escucho a mis amigos, me tomo una cerveza o pierdo el tiempo en la sala de espera o en la cola de cualquier lugar en los que se debe de esperar.
Son pocas las ocasiones en las que el origen del escrito tiene mucho que ver con su resultado final. El desarrollo del hecho creativo, por lo general, implica que la idea primigenia sobre la que se sustentaba la motivación de pararse ante las teclas o ante el folio y comenzar a hilvanar los primeros párrafos, haga que del “dicho al hecho, vaya un buen trecho”.
Es esto algo que me sucede con tanta frecuencia y ante casi todas las situaciones, que me he llegado a preguntar si es que mi mente no tiene una estructuración normal y preciso de distintas y variadas etapas para acabar de parir algo, ya sea lo más simple o lo más complicado que me permitan mis capacidades, conocimientos e intuición, que, a decir verdad, no son excesivas.
Lo perverso del asunto es que el que suscribe no se encuentra del todo insatisfecho con el proceder de su mente y la guía que ésta hace de su mano en el momento de plasmar sus ideas sobre la pantalla o la libreta. En cuanto se alcanza el punto final, o lo que se cree que es, se comienza una reestructuración, un ir y venir, un quitar de aquí y poner allí, un cambiar párrafos de lugar, eliminar otros, añadir algunos nuevos, etc. En no pocas ocasiones el resultado final ha sufrido tal metamorfosis que incluso el título que en un primer momento se había elegido para el tema, queda totalmente desfasado y, por tanto, hay que cambiarlo pues no concuerda en absoluto con lo que ha quedado plasmado en el escrito.
Es esto algo que me sucede no sólo cuando me decido por escribir uno o dos folios sobre temas de más o menos actualidad, de igual modo ocurre cuando el trabajo a realizar es, en cierto modo, de más enjundia, hecho que a mis neuronas parece no importarle lo más mínimo y se divierten haciéndome cambiar y volver a cambiar hasta que sale a la luz lo que ellas en el fondo querían que saliese.
También puede ser que el no dedicarse full time a esto de la escritura, haga que las distintas ideas que a lo largo de un periodo más o menos largo se han ido almacenando y olvidando a un mismo tiempo, resurjan en el momento de pararse a trasladar alguna de ellas y emerjan a borbotones estén o no relacionadas entre sí.
Algo parecido a todo lo antes expuesto me sucedió con el último artículo que “colgué” sobre las víctimas. Lo que en un principio quería decir y lo que al final dije en muy poco se parecían y se parecen, así que como lo que tenía escrito, y que al final no publiqué, lo mantengo en la memoria del ordenador que es muchísimo más potente que la mía, en pocos días lo expondré a vuestra consideración, si no es que por el camino se me vuelva a trocar el cuerpo neuronal y salga el tema con inesperada disertación sobre “la inmortalidad del cangrejo y otras hierbas”.

Teodoro R. Martín de Molina. Junio de 2005.