Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"... EN LA ONDA"
   
      La izquierda política y mediática suelen lanzar sus dardos contra el predicador de la COPE y, sin embargo, dejan que se vaya de rositas, a mi parecer, el fundamentalista por excelencia del espectro radiofónico.
    No es la primera ocasión en la que le dedico unas líneas, pero es que cada vez me reafirmo más en la percepción de la “imparcialidad”, “objetividad” y “cortesía” que todas las mañanas deja patentes en su programa. Se denomina, el programa, de tal manera que hace honor a su etiqueta porque, evidentemente, está diseñado para todos aquellos que están en su onda, pues los demás podemos, como mínimo, sentirnos molestos un día tras otro por las opiniones que emiten, en sus “rectos” y “ajustados” comentarios, él y el coro de aduladores (salvo honrosa excepción que confirma la regla) que como contertulios le suelen acompañar.
    Nunca tuvo empacho para poner la mano y “trincar la pasta” (como le gusta decir de los demás) que en su momento provenía de su trabajo con el imperio Polanco, los socialistas de la RTVA, las televisiones públicas nacionales del PSOE y PP,  o de las privadas más del PP aún, como es el caso de su empleo (mejor llamarlo negocio) actual.
    Este señor que va por las ondas de independiente, ecuánime, objetivo, sabio, líder mediático, creador de opinión y, sobre todo, de gracioso y ocurrente, no es más que un auténtico engreído que por las mañanas llena de improperios a todos los que no piensan como él (por fortuna parece que somos bastantes). Va repartiendo, a quien considera conveniente, carnets de patriotas, españoles, demócratas, decentes, gentes de bien… y asignando orejas de burro o apelativos tan cariñosos como: tonto, estúpido, trilero, memo, cursi, imbécil, pusilánime, simple, mediocre, majadero, panoli, mentecato, sandio, mostrenco, bruto, cretino, aburrido, descerebrado, pesado y todos los sinónimos, habidos y por haber, que puedan resultar ofensivos, a aquellos que no siguen la línea del único y recto parecer y proceder, que, evidentemente, siempre es el suyo.
    Jamás informa, si acaso apostilla alguna información. Desde que se coloca ante la alcachofa no cesa de emitir opiniones, siempre en el mismo sentido, e incluso, cuando la ocasión lo requiere, recomienda a sus oyentes las manifestaciones y actos a los que deben acudir y a los que no, y a los partidos que hay que votar o no, si queremos que todo marche según el guión previsto por él y sus mentores o viceversa, pues en muchas ocasiones no se sabe muy bien quien escribe el guión, si es el periodista o son los políticos, ya que con palabras y argumentos idénticos defiende los mismos postulados unos por la mañana en la radio y otros, poco después, en rueda de prensa en la calle Génova o en sede parlamentaria.
    Su debilidad es el gobierno con su presidente a la cabeza. Constantemente trata de ridiculizarlos, desde el primer ministro al último de ellos, y si se trata de ministra más todavía. Ejemplos claros los tenemos con el trato otorgado a la vicepresidenta del gobierno con motivo de su visita a Mozambique; a la de ministra de Cultura, con cualquier motivo u ocasión; a la de Sanidad, a cuentas de la ley antitabaco o la ley del vino, porque no defiende el puro y los cigarrillos, la cerveza o el vino; a la de Vivienda, que en su criterio no hay por donde cogerla, aunque todos podemos constatar que sus sugerencias no son tan excéntricas como pretende presentárnoslas; a la de Medio Ambiente porque no le gustan los toros, la “gloriosa” fiesta nacional y que para él, personaje singular y misógino donde los haya, debe ser algo así como el summum de la españolidad, la hombría y el buen gusto.
    Tampoco pierde ocasión a la hora de criticar a periodistas que han sido santo y seña del periodismo radiofónico español, mientras taimadamente apoya las elucubraciones paranoicas de esos otros que a base del amarillismo quieren alcanzar la estatura moral y ética de aquellos a los que critican, algo bastante improbable pues con la mentira, el engaño, el insulto y la manipulación se podrá conseguir dinero, fama y cierto tipo de reconocimiento, pero a la postre les pasará lo mismo que al famoso periodista deportivo radiofónico, que ya vemos el punto en el que ahora se encuentra su credibilidad.

Teodoro R. Martín de Molina. Mayo, 2007

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