"EN EL LIMBO"
Hace unos días me dijo un familiar que había tratado de buscar el Limbo en Google Earth y que no lo había encontrado. Le comenté que eso se debía a que los teólogos han decidido hace poco eliminarlo del mapa de nuestras creencias atávicas, y que se ha producido un trasvase de todos sus moradores al Paraíso. Se planteaba si no habría sido cuestión de los especuladores, en vez de los teólogos, dado el precio que el metro cuadrado está alcanzando, por lo que habrán decidido el desalojo del Limbo, que más que nada será una anexión, con lo cual lo que en realidad se ha producido ha sido una recalificación en toda regla, con el “santo” propósito de crear una nueva “Terra Mística” o una nueva “Ciudad de Vacaciones” al más puro estilo del levante español. Yo le dije que no, que eso no es posible, que la iglesia en general (y menos la Ciudad del Vaticano) no se preocupa de asuntos materiales, sino sólo lo que tenga que ver con el espíritu. Tras el almuerzo y la posterior sobremesa en familia, se fue a su casa y me quedé cavilando acerca de lo que habíamos estado hablando. Después de un buen rato llegué a pocas conclusiones, si acaso a preguntarme dónde estarán todos aquellos niños muertos sin bautizar que, desde que el mundo es mundo, tenían asignado su espacio en el Limbo, si no habrán estado vagando por el espacio sideral desde el principio de los tiempos hasta que estos modernos teólogos los han ubicado en el Paraíso. De igual modo me preocupan todas aquellas personas con “un poquito de menos”: de pequeños nos decían que al morir, como no tenían todas sus facultades mentales al cien por cien, también iban al Limbo. No sé muy bien a qué se deben estos cambios, mas me da la impresión de que los teólogos y todos los sesudos jerarcas de la iglesia emplean su tiempo, que debe ser precioso (como algunos metales), en asuntos que no son fundamentales para muchos de los que creemos, y sin embargo, parece ser que no le dedican el mismo tiempo a los temas que de verdad deberían de preocuparles como son las soluciones a los problemas terrenales de los niños, bautizados o sin bautizar, que pasan tantas calamidades en este mundo actual, y de los padres y abuelos, bautizados o sin bautizar, de esos mismos niños. Tampoco sé muy bien cuántos son los que aún creen en el Cielo, el Infierno o el Purgatorio, y por cuánto tiempo seguirán creyendo o qué sentido tiene creer en ello, pues cualquier día nos desayunamos con la noticia de que otro de esos espacios nos lo han quitado de un plumazo y a sus habitantes los reubican en donde mejor les parezca a los que mandan. Probablemente no pasará nada, porque la verdad es que, tras conocer decisiones como ésta, a muchos de los creyentes de a pie nos da la impresión de que siempre, de una u otra manera, hemos estado en el “limbo”, o ¿quizá sean los teólogos los que, a pesar de su eliminación, aún habitan en él? Teodoro R. Martín de Molina.
Abril, 2007
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