"EL SIGNO"
A veces nos faltan las palabras adecuadas para expresar aquello que en realidad queremos transmitir a los otros. La emoción es más fuerte que el raciocinio y cuando más necesitarías de éste, te falla y eres incapaz de llevar a tu boca lo que de verdad te gustaría, lo que de verdad te quiere salir del corazón pero que, sin embargo, tu incapacidad reconocida te impide hacerlo. Menos mal que en la mayoría de las ocasiones que esto nos ocurre, nos conocemos los afectados y las carencias de unos son suplidas por la suficiencia y benevolencia de los otros. Después, en la soledad, te recriminas a ti mismo diciéndote cómo pudiste decir tal o cual cosa cuando no era aquello, ni por asomo, lo que estaba en tu intención, o cómo dejaste de decir aquello otro que querías haber expresado de la mejor manera posible. Esto nos ocurre en público y también en privado, menos mal que siempre tenemos la oportunidad de la rectificación, bien instantánea, si somos conscientes del hecho, o a posteriore si somos capaces. El signo lingüístico, nos enseñaron que estaba conformado por dos elementos fundamentales: el significado y el significante, y que mientras éste era uno, el otro puede ser variado dependiendo del contexto en el que lo empleemos. Si todo esto es así referido a la palabra, hablada o escrita, algo parecido ocurre con los objetos y con los conceptos más o menos abstractos. Y también cuando echamos manos de ellos podemos dar pie al equívoco por la diferente interpretación que para distintas personas pueden representar. Pongamos por ejemplo un bastón. El bastón en sí, como el signo lingüístico tiene un significante único e inequívoco que es el objeto en sí mismo, esté confeccionado del material que sea, desde el más humilde al más ostentoso, tenga la forma que tenga, sirva para representar a alguien o, simplemente, instrumento o herramienta de trabajo. Y aquí comenzamos con los distintos significados que se le pueden atribuir al mismo objeto, en este caso el bastón, cuando se regala. Así que, el regalo de un bastón puede tener tantos significados como interpretaciones haga cada persona que ha intervenido en el mismo, la que ha recibido el obsequio y aquellos circundantes y circunstanciales que contemplan el hecho o tienen noticias del mismo. El más perverso significado sería el considerarlo como el implícito reconocimiento de la decrepitud a la que ha llegado la persona receptora, la más sencilla interpretación es la de tenerlo como elemento de apoyo útil a una persona de cierta edad o con determinadas carencias, sin pretender ir más allá con posibles connotaciones que se le pudiesen atribuir. Otra pudiera ser la de entregar con el objeto el reconocimiento de la autoridad moral que la persona obsequiada tiene sobre aquellos que se lo entregan. El apoyo al que antes se hacía alusión no siempre tiene por qué ser físico y bien podría tener el significado del que el obsequiado puede siempre encontrar en las personas que le hicieron el regalo. También podemos significarlo como el báculo que usa el pastor para guiar por el buen camino a sus ovejas, que no son otras que todos los que rodean a la persona que recibió el bastón, igualmente pudiera ser considerado como instrumento que nos ayuda cuando la ofuscación se apodera de nosotros y nos hace volvernos ciegos y no encontrar el verdadero camino por el que hemos de transitar. Con motivo del 75 cumpleaños de mi hermano Salvador, éste nos reunió en un almuerzo a todos los más próximos. Los hermanos tuvimos a bien regalarle un bastón. Con este sencillo regalo quisimos ir más allá, y alejarnos, del perverso o simple significados del mismo, sino que quisimos resaltar, fundamentalmente, el reconocimiento de su ascendencia sobre todos los hermanos, la guía por los rectos caminos que todos esperamos de él y el apoyo con el que siempre puede contar en el hombro de cualquiera de nosotros. El lamento introductorio y las demás aseveraciones sobre el significante y significado de signos y símbolos no son más que una excusa por no haber tenido a flor de lengua todas las palabras que el hecho en sí se merecía. Me hubiese gustado haber tenido su capacidad para hilvanar poemas sin rima que, como los suyos, rezumaran virtuosismo en la forma y virtud en el fondo; su clarividencia para exponer a los demás de modo conciso y profundo el borbotón de sentimientos que se atropellan entre nudos de garganta; sus mágicos pinceles para formar volúmenes con las líneas más simples y los colores más tenues y plasmar en un instante tantos y tantos inolvidables momentos; su memoria para recordar y compartir con total desprendimiento vivencias irrepetibles… Mas al que da lo que tiene, no se le puede pedir más; este es mi caso. Teodoro R. Martín de Molina. Mayo de
2009
|