Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

colaboraciones      narrativa     romances    mis alumnos   enlaces   libro visitas   contactar   inicio  presentación

OPINIÓN

"EL AJO"
     
    Mi madre, que era una excelente cocinera, a todos los que nos interesábamos por sus artes culinarias, nos solía decir que en casi todas las comidas debían emplearse como condimentos la cebolla, el ajo y el perejil, mas todos ellos en sus justas medidas para que no ocultasen el sabor del guiso en cuestión. Sobre todo nos prevenía acerca del abuso del ajo, mi madre todavía no sabía quién era Aznar.
    Sí, porque Aznar es el ajo del que nos prevenía mi madre. Es ese ingrediente que últimamente aparece en exceso en todos y cada uno de los platos que nos ofrece la política española a nivel doméstico o internacional y que sobresale por su particular sentido del oportunismo y su falta de escrúpulos, ocultando a los demás ingredientes que con total seguridad tienen mejor sabor que el que desprende el oloroso en exceso bulbo.
    Se repite y se repite consiguiendo que aquello que tuviesen que decir sus correligionarios quede en un segundo plano y sólo se hable por unos y otros de las ocurrencias, chascarrillos, insidias y malintencionadas palabras en todo lo que pueda molestar al gobierno. Aunque sea consciente de que su aparición en la escena política es negativa para los intereses de todos, desde su propio partido hasta los de toda España, a la que él dice amar tanto, no le importa. A él lo que le interesa es su ego y su propio beneficio.
    Así, en los últimos días nos ha ido dejando perlas del más reaccionario pensamiento conservador con motivo de la presentación de su último libro de carácter epistolar dirigido a Santiago y cierra España o a Santiago Matamoros, que son dos caras de un mismo personaje que encaja perfectamente en el perfil de nuestro ex presidente.
     Se ha vuelto a gustar en la presentación del mencionado libro retomando su teoría acerca del terrorismo nacional o internacional, sus causas y sus objetivos, que aún siguen siendo, desde su perspectiva, los mismos de hace cuatro años: desalojarlo a él y a los suyos del poder. Aún no se ha enterado, o no se ha dado por tal, de que en marzo de 2004 perdieron las elecciones.
    A los pocos días, en la entrevista ofrecida en Antena 3, volvió a reiterar sus conjeturas conspiratorias basadas en la proximidad de los autores intelectuales, que es lo mismo que decir los inductores, del atentado del 11M. Sin embargo, no se atreve a desvelar quienes son los tales, bien porque no tiene pruebas o porque sigue instalado en la misma mentira del primer día y de la que se le hace imposible apearse.
    Con motivo de la liberación de las azafatas españolas del Chad, manifestó sentirse humillado como español a causa de la política exterior de nuestro gobierno. Seguro que su humillación corre paralela al orgullo que le proporciona la política exterior que él desarrolló en su época de gobierno, caracterizada por su servilismo y sumisión al más ignorante de cuantos presidentes hayan tenido los Estado Unidos de América, y que desembocó con la ignominiosa guerra de Irak de la que aún podemos comprobar cada día sus salutíferos resultados para los propios irakíes y para todos los habitantes del planeta en general.
    Y para poner la guinda al pastel, el señor Aznar ha servido de excusa y ha sido el motivo usado por el presidente de Venezuela para arremeter contra él por su supuesta ideología y por extensión contra los empresarios españoles, lo cual ha dado origen al grave incidente protagonizado en la clausura de la última cumbre Iberoamericana en la que hasta el Rey se ha visto salpicado por la fácil y sarcástica verborrea de Hugo Chávez que argumentó basándose en las poco claras actuaciones del gobierno presidido por el señor Aznar durante el intento de golpe contra el presidente venezolano, allá en 2002.
    Loable la defensa que el Rey y el señor Zapatero hicieron, supongo yo,  del país y de la institución a la que representaba el señor Aznar mientras fue presidente; porque defender a la persona, se me hace muy cuesta arriba, y si fue así más mérito aun para ambos, porque defender al que siempre vive pensando en cómo atacarte es una acción propia de santos más que de humanos.

    Teodoro R. Martín de Molina. Noviembre, 2007

VOLVER A "OPINIÓN"