"EFECTO CONTRARIO"
Llevamos unos cuantos días en los que las noticias relacionadas con el acoso/violencia escolar de algunos alumnos con sus compañeros y también con sus profesores, bien a través de la difusión de encuestas o supuestos estudios al respecto o bien por medio de la divulgación de hechos concretos en los que se han practicado actos que se pueden calificar de tal modo, han comenzado a proliferar de un modo alarmante. No hay nada que desee más en este momento que en un futuro próximo o lejano en nuestro país no se tenga que promulgar ninguna ley contra “el acoso escolar” al estilo de la pasada ley contra “la violencia de género”. Y digo esto porque bien a las claras está que cuando se tiene que llegar a legislar en ese sentido es porque el problema ha alcanzado un nivel que se pasa de castaño-oscuro; y también lo digo porque el efecto que está produciendo la citada ley no es el de evitar los casos de violencia, sino que más bien al contrario, esos siguen in crescendo día tras día y mes tras mes, y las cifras de cada año superan a las del anterior de igual modo que la mayoría de los récords de atletismo u otros deportes caen evento tras evento. Por la parte que me afecta, que no es poca pues me muevo en el mundo de la docencia, creo oportuno que los casos de acoso escolar, que no hay duda de que existen (como siempre han existido), se sustancien dentro del ámbito escolar sin necesidad de que trasciendan más allá de lo que deba trascender. No es en absoluto conveniente que los medios de comunicación fijen sus ojos en ellos, puesto que el efecto perverso de la publicidad gratuita, e interesada en muchas ocasiones, solamente ayudará a todos aquellos acosadores en potencia a tomar como ejemplo lo que de modo tan irresponsable se transmite a través de los medios de comunicación. No estoy por la labor del oscurantismo ni el secretismo, mas publicidad: la justa, necesaria e imprescindible. No veo conveniente airear innecesariamente todos y cada uno de los casos de violencia/acoso escolar que se producen a lo largo y ancho del territorio nacional, y que los tristes protagonistas de tan execrables sucesos aparezcan en todos y cada uno de los medios de comunicación audiovisuales así como en la prensa escrita, recorriendo toda la parrilla de la televisión desde las noticias a los programas que sólo buscan el morbo, y llenando minutos y páginas en las radios y periódicos de todo el país. Las denuncias deberían de efectuarse en el lugar apropiado y no ante los mencionados medios de difusión. Hay que mostrarse inflexibles con los responsables de tales prácticas, y las medidas disciplinarias contempladas en los reglamentos de cada centro deben aplicarse con el máximo rigor con ellos. Si el caso lo requiriera, deben ser las autoridades judiciales competentes las que actúen en consecuencia, pero siempre en el ámbito del entorno del centro en el que se produzca el hecho, y no darle tres cuartos al pregonero para que ejercite sus cuerdas vocales, puesto que siempre se comenta el hecho y rara vez la corrección del mismo, con lo que el pretendido efecto ejemplarizante es todo lo contrario a lo que presumiblemente se pretendía, mientras que las medidas adoptadas en el espacio escolar y de su entorno sí que producen el dicho efecto. Está claro que en un ambiente de personajes inmaduros, poco dados a la reflexión y muy dispuestos a imitar los ejemplos menos recomendables, estas noticias producen un efecto perverso e indeseable que hace que todos aquellos que pasan más tiempo delante del televisor que de los libros, y que no tienen nada mejor que hacer que pensar en cómo fastidiar al que tienen al lado, tomen pistas y modos en cómo llevar a cabo las fechorías que a ellos quizás no se les habían ocurrido hasta el momento y que incluso les pudiera reportar una cierta notoriedad. De ese modo pasan de la contemplación a la acción y gracias a la diaria publicidad, por no decir machaconeo, su repertorio de actuaciones en contra de las más elementales normas de convivencia se amplía de modo considerable y no ha de tardar el día en que todos los casos que hoy se presentan, en cierta medida como aislados, pasen a ser moneda corriente y un día sí y otro también nos desayunemos con lo que unos alumnos hicieron a otros compañeros, a alguno de sus profesores e incluso a sus propios padres, que todo se andará si no se toman medidas al respecto desde la propia familia como primeros responsables de la educación de los hijos y en colaboración con los centros educativos. También los docentes debemos mantener bajo control, sin llegar al acoso del que pretendemos huir, a los potenciales violentos que fácilmente se detectan a poco que seamos un mínimo observadores. Es una labor ardua y complicada, pero desde ambas instituciones deben ponerse en práctica medidas correctoras que ayuden a frenar este fenómeno, de modo que los medios no sigan llenando minutos y minutos con este tipo de noticias que tanto parecen gustar a algunos y que, de seguir así, nos llevarán al día en el que, para nuestra desgracia, habrá que legislar específicamente, con el fin de atajar un mal que, aunque existe, gracias al bombo y platillo que se le da, cada día será muchísimo mayor. Teodoro R. Martín de Molina. Noviembre,
2006.
|