Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"DERECHA UNIDA"
   
    En estas semanas en las que son muchos los dirigentes del Partido Popular que, de un modo más o menos evidente, hacen veladas acusaciones de ineficacia y falta de liderazgo hacia el líder indiscutible de antes del 9 de marzo, pero que no se deciden a dar el paso definitivo y enfrentarse abiertamente a él presentando su candidatura a la presidencia del PP en el congreso de junio, me viene a la memoria la actitud de muchos compañeros de profesión que adornados de una valía incuestionable y con reconocida intención de desempeñar cargos directivos en los centros en los que hemos convivido, siempre se quedaron sin llegar a cumplir sus deseos por el simple pero decisivo hecho de no haber tenido valor de presentar su candidatura y arriesgarse a sufrir un revés en sus aspiraciones.
    Tanto aquellos como estos forman parte de ese grupo de personas –seguro que existen en otros ámbitos de nuestra sociedad– que sintiéndose muy importantes y considerándose casi imprescindibles, creen que pueden llegar a los puestos de decisión por medio de la aclamación, y confían más en el número de palmaditas de ánimo en la espalda que reciben, que en los votos que se emiten para la elección del cargo en cuestión. La similitud entre los compañeros a los que me refiero y los dirigentes del PP que amagan pero no dan consiste en que todos pertenecían o pertenecen a los sectores más conservadores y de planteamientos más retrógrados en uno y otro caso.
    Respecto a mis antiguos compañeros poco o nada puedo ni debo decir, respecto a los dirigentes más a la derecha del PP me gustaría que se atreviesen a dar la cara y que, si no están de acuerdo con los nuevos planteamientos de su jefe de filas, se atrevan a expresar abiertamente y sin rodeos sus intenciones. Bueno sería que todos esos que no se encuentran a gusto en el partido de la derecha, porque piensan que se están alejando de los principios que ellos defienden, tengan su propio espacio político nítidamente delimitado, por ello tampoco estaría mal que defendieran sus postulados desde un nuevo partido. Un nuevo partido que ocupe en la derecha el espacio que Izquierda Unida ocupa en la izquierda, un partido que obtenga más de un millón de votos y tenga una representación simbólica de uno o dos diputados.
    Derecha Unida, que podría ser su denominación, pienso que es un partido necesario en la vida política de nuestro país para que de nuevo sepamos ciertamente donde se encuentra cada uno de los que nos hablan. Seguro que contarán con un numeroso grupo de votantes que estarán encantados de que sus votos no se mezclen ni contaminen con los de personajes “peligrosos” como Gallardón y compañía. Ellos serán los verdaderos defensores de los principios de la derecha pura y dura. Es hora de que los “Le Pens” españoles dejen de mostrar sólo la patita y nos muestren también sus rostros y que defiendan abiertamente sus ideas. Los descendientes de Blas Piñar y tantos otros próceres de la patria, y seguidores de sus ideales, estarán encantados de alinearse con ellos y auparlos al lugar que les corresponde sin necesidad de que estén parapetados tras las siglas poco claras del actual Partido Popular que, por otro lado, a mi modo de entender, es el mismo que ha sido siempre: compendio de todo el espectro de la derecha española, desde los que añoran al franquismo hasta algunos con ideas centristas.

 Teodoro R. Martín de Molina. Mayo de 2008
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