"DEL CAVIAR Y EL TINTO DE VERANO"
No cabe duda de que las crisis están hechas para los más débiles y que el caviar se lo seguirán comiendo, con crisis o sin ella, los mismos de siempre; y, en las circunstancias actuales, se lo comen a costa de los contribuyentes vía ayudas multimillonarias de los gobiernos capitalistas a sus “pobrecitas” empresas con problemas, la mayoría relacionadas con el mundo de las finanzas. Estos problemas no fueron óbice para que, el pasado otoño, empleados de la aseguradora AIG se fuesen de fiesta, tras la intervención del Tesoro con decenas de millones de dólares, gastándose cientos de miles en supercherías –sería para celebrar su buena gestión– y de que, hace unos días, conociéramos de las primas super millonarias de los directivos de la misma empresa. En el lugar de estas siglas podríamos colocar otras parecidas con la certeza de que la actitud de sus directivos en poco o en nada variaría. Mientras tanto, en nuestro país, los trabajadores de SEAT aprobaban en referéndum la congelación de sus salarios accediendo a la presión, en el más puro estilo chantajista, de la multinacional Volswagen-Audi, dándose la paradoja de que en esos mismos días se conocía la elevación de los sueldazos de los propios directivos de Volswagen, la empresa matriz de SEAT. Yo entiendo que las necesidades de unos no sean las mismas que las de otros, si estoy acostumbrado a desayunar Beluga con champaigne que no me vengan con una tostada de mantequilla y café recalentado, pero me parece una pasada el hecho de que esas necesidades hagan que unos se tengan que apretar el cinturón hasta que les asoma la lengua por la boca para ir cubriendo el mínimo, mientras que otros sigan instalados en el dispendio que ha desembocado en el caos financiero en el que al parecer estamos inmersos, ajenos a los padecimientos de los de abajo. No podemos poner en duda, dado el aluvión de informaciones al respecto, que todo el planeta está en crisis, pero ¿qué tipo de crisis es ésta en la que los gobiernos sólo se preocupan de ayudar a los poderosos, a los mismos que, al parecer, la han propiciado con sus turbios manejos? Echamos en falta ayudas para aquellos que más lo necesitan. Será que los pobres se conforman con menos y se les contentan, que no es poco, con que puedan mantener el puesto de trabajo, ya sea cobrando lo mismo que el año anterior o incluso menos. Yo que de esto entiendo poco, como de tantas otras cosas, me quedo perplejo ante la alegría con la que los gobiernos acuden en auxilio de los promotores de toda esta ruina mundial y en contraste la mezquindad con la que dejan asomar las ayudas para todos aquellos que han padecido y van a padecer las consecuencias de la mala, pésima, gestión de la época de vacas gordas en la que ha vivido toda la economía planetaria. Todo ha resultado ser un bluff, una burbuja muchísimo mayor y de efectos mucho más perversos que la burbuja inmobiliaria que ya veíamos venir en nuestro país. Pienso, dentro de mi ignorancia, que como premio a su mala administración, los estados acuden en su ayuda porque temen acabar con el chollo que supone para algunos el capitalismo depredador en el que estamos inmersos y así seguiremos dependiendo de los bancos, de las aseguradoras, de los grandes grupos financieros que moverán sus hilos de acuerdo con sus propios intereses, y los de sus benefactores, y nunca con el interés del ciudadano de a pie. Éste, pobre de él, seguirá, con el miedo metido en el cuerpo, votando en referéndum para que les congelen, y si fuese necesario, le rebajen los sueldos con el fin de poder seguir pagando a los financieras lo que antes le prestaron para poderse comprar la vivienda, y el coche, y los electrodomésticos, y todo aquello que nos iba a hacer la vida más fácil, pero que al final se han convertido en los fantasmas que nos hacen huir despavoridos porque no sabemos de dónde vamos a sacar lo suficiente para costearnos, no ya todo lo anterior sino simplemente el día a día y, en un alarde de derroche, el tinto de verano que nos tomábamos con una tapita de callos cuando no teníamos tanto. Teodoro R. Martín de Molina. Marzo
de 2009.
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