"CONSECUENCIAS DE UN BUEN RESULTADO"
Decía Felipe González, cuando perdió la mayoría absoluta, que había escuchado el mensaje de los electores, algo que cómo se pudo comprobar con posterioridad resultó no ser así, pues continuó con una política que poco entusiasmó a los que no lo habían votado pero, al permanecer en el poder, consiguió mantener, más o menos tranquilos, a los barones de su partido. Después de perder las elecciones en la siguiente convocatoria, habló de aquello de la “dulce derrota”; dulce derrota que, al poco tiempo, hizo que abandonara la dirección del PSOE y diera paso a otra gente, no sabemos muy bien si por propia voluntad u obligado por los acontecimientos. Aquello que pareció ser una sucesión natural llevó a los socialistas a una nueva y ya no tan dulce derrota de la que surgió la actual dirección del partido con los resultados que todos conocemos: dos victorias consecutivas de José Luís Rodríguez Zapatero. Nadie escarmienta en cabeza ajena. Rajoy, después de que su partido perdiera las elecciones de 2004, no pareció, ni tan siquiera, haber escuchado el mensaje de los electores, sino que se dedicó desde el mismo momento de la derrota, y durante buena parte de la legislatura, a buscar fantasmas que justificaran el fracaso electoral, a no darse por enterado y a mantenerse en el puesto para el que fue elegido por Aznar, también continuaron los demás al frente de las distintas áreas del engranaje del partido y, todos, siguiendo las indicaciones del ex jefe. Cuando en la reciente convocatoria ha vuelto a salir derrotado en las urnas, se ha sentido auto complacido con el resultado obtenido y, después de unos días de incertidumbre se decidió por seguir al frente de la formación de la derecha española, aunque en esta ocasión anunció que lo haría con su propio equipo. No era eso, precisamente, lo que esperaban los que le han prestado su apoyo durante los últimos cinco años y pronto, aquellos o aquellas dentro de sus propias filas que no están muy conformes con el modo de actuar del presidente del PP han comenzado a enseñar su patita tratando de hacerse valer ante la militancia de todo el país (a los de su región, ya los tienen bien amaestrados). Así hemos podido asistir al amague constante de la presidenta del PP madrileño, aupada por los buenos resultados en su comunidad, diciendo ahora que sí, ahora que no y ahora que ya veremos, unas veces por boca propia y otra por la de interpuestos (colaboradores o elementos mediáticos que la postulan para sustituir, antes o después a Rajoy). Poco después, los que al parecer pensaron que no formarían parte del nuevo y propio equipo de Rajoy se han marchando uno tras otro o comienzan a discrepar abiertamente de la forma de actuar de su actual presidente. Así Zaplana pasó del anuncio de ser un diputado raso a aceptar un contrato millonario de Telefónica y, en estos últimos días, Acebes anuncia que con él no tienen que contar para futuros cargos dentro del partido. Mientras tanto, todos aquellos que se las prometían muy felices en el supuesto de que el PP hubiese ganado las elecciones y que ya se veían desempeñando las más importantes carteras ministeriales, ante la derrota y el giro dado por Rajoy se encuentran totalmente descolocados y por nada del mundo quieren aparecer en las fotos. De este modo podemos comprobar cómo el fichaje estrella y el director de la campaña electoral se encuentran totalmente desubicados, o cómo los antiguos portavoces al estilo de Pujalte, Arístegui o Astarloa, guardan mutismo total o levantan la voz para urgir a su “líder” a que actúe según lo previsto por ellos y no lo pensado por él. Por otro lado, los barones regionales siguen manifestándole su apoyo pero parece que no esperan, ni desean, que cuente con ellos, pues se encuentran muy a gustito en sus feudos autonómicos como para abandonarlos e ir en busca de la aventura de la mano de un capitán en el que, a pesar de lo que digan, nadie parece tener mucha confianza. Así que los Camps, Valcárcel, Feijoo y hasta el mismo Arenas, unos con el viento de los votos a favor y otros en contra, todos prefieren seguir administrando sus victorias o derrotas regionales antes que lanzarse a la insegura aventura nacional. Me da la impresión de que Rajoy no está en la mejor de las situaciones, y no sé si será capaz de salir de la tormenta en la que se está metiendo. Está nueva situación lo llevará a tener que formar su propio equipo, como él quiere, pero rodeándose de caras nuevas e inexpertas; lo que no se sabe si estará bien visto por la mayoría de los anteriormente nombrados y otros, que sin nombrarlos, nos los podemos imaginar. Cuatro años más en la oposición es una travesía muy larga, y en ese tiempo presumo que dentro del Partido Popular puede pasar de todo, incluso creo que podría llegar a suceder lo que ya tendría que haber ocurrido: que el capitán del barco se vea obligado a abandonarlo una vez que lo han hecho todos los de rango intermedio para dejar que la marinería, la tropa, sea la que decida en el futuro quién debe pilotar la nave de la derecha española, y así comprobaríamos si optan por arrojar el lastre de lo más casposo de ella o a seguir manteniéndolo con la rémora que, a mi entender, le supone para llegar a alcanzar la velocidad de crucero que una moderna derecha necesita. Menos mal que el resultado fue bueno, si llega a ser malo… Teodoro R. Martín
de Molina. Mayo de 2008
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