Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"CON "R" DE RAJOY"
   
     En estos días de puente me ha dado por salir de lo preceptuado y en vez de irme a La Alpujarra a recoger almendra, vendimiar, u otro menester distraído, pero malamente remunerado, me he decidido, de una vez por todas, a visitar algunos lugares de la más profunda Castilla; esto, además de no estar remunerado, me ha costado los cuartos, pero creo que en muchos aspectos este viaje de fin de semana y poco más, ha merecido la pena. En él he tenido oportunidad de visitar lugares encantadores, evocadores, que te traían a la memoria recuerdos de cuando de pequeños estudiábamos la más que difícil Geografía de 2º de bachillerato, y además he podido retomar retazos de nuestra vieja historia –ya casi olvidada–, y enlazarlos con noticias de actualidad –a veces relacionadas con la historia– y que a mí, particularmente y en ocasiones, me producen cierta sonrisa.
    El día antes de irme me desayuné con el vídeo del señor Rajoy en el que la “R” de su apellido intentaba suplantar a la “R” del rey. El que hoy por hoy sólo es “Jefe de la Oposición” se sintió por unos minutos “Jefe del Estado”. En su alocución –al igual que los viejos directores de colegios e institutos hablaban de “su” colegio o instituto y de “sus” maestros o profesores– el señor Rajoy nos habló de “su” bandera, “su” país, “su…”, “su…” y “sus…”, como si todo fuese suyo y solamente suyo, como si el cortijo le perteneciera y sólo pudiese funcionar cuando él esté al timón de tan deseada nave. El tono amanerado, casi de impostura, con el que iba leyendo las palabras que recitaba, más me recordaban al anterior jefe de estado que al actual, pero al parecer, al menos en parte, consiguió su propósito: hacer que algunos de los presentes, que no caídos, en la parada militar conmemorativa del llamado Día, entre otros nombres, de la Fiesta Nacional –no sé si se refieren a las corridas de toros, así también llamada, o a nuestra nación, España– pidiesen la dimisión entre pitos y abucheos del Presidente del Gobierno en el momento en el que se rendía honores a los soldados fallecidos en misiones de paz –seguro que creen que también son “sus” soldados y sólo suyos.
    Digo que consiguió sus propósitos sólo en parte porque su arenga para que todos los ciudadanos de bien, los españoles de verdad, aquellos que sienten y padecen los símbolos patrios como él mismo lo hace, hiciesen gala de ello en soledad o acompañados mostrando el emblema nacional, me da la impresión que no ha recibido la respuesta deseada. Los pueblos y ciudades que he tenido la suerte de visitar en estos días (de las provincias de Toledo, Segovia, Ávila y Madrid)  tienen poco de “rojos” pues creo que en su mayoría están gobernados por los grandes patriotas de la derecha española, cuyos alcaldes arengaron convenientemente a sus conciudadanos a hacer ostentación de la enseña nacional. Sin embargo, no sé bien el motivo, no sé bien la razón, han sido escasísimas, yo diría que testimoniales, las banderas españolas que he podido apreciar en las ventanas y balcones de la profunda y grande Castilla, las pocas que he visto estaban en los organismos oficiales o en sedes eclesiales, que no se diga. Me ha extrañado mucho el hecho, pues después de las frecuentes muestras de desinhibición que nos presenta nuestra más rancia derecha creía que me iba a encontrar con una ventana sí y otra también adornadas con la roja y gualda, pero para mi sorpresa no ha sido así, seguro que se olvidaron de colocarlas antes de marchar a la capital del reino para acompañar al señor Rajoy en su abucheo al Presidente del Gobierno. O, tal vez, Castilla no sea tan azul como nos la pintan, que todo es posible.
    De modo que no sería malo que el señor Rajoy se dejase de usurpar funciones que no le corresponden y que por el contrario se dedique a ejercer con lealtad y criterio las que de verdad le son propias por su rango y estatus si no quiere seguir ejerciéndolo por al menos otros cuatro años, claro está si es que sus correligionarios se lo permiten.

Teodoro R. Martín de Molina. Octubre de 2007.

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